Les estoy hablando evidentemente de la Jefatura Superior de Policía, cuya sede se encuentra en esa céntrica vía barcelonesa, y sobre la cual desde hace años hay una fuerte controversia porque tanto los partidos independentistas como los comunes piden convertir este edificio en un centro de memoria de la represión franquista. Es una propuesta que pasaría por la cesión del inmueble al Ayuntamiento de Barcelona o a la Generalitat para que entrase a formar parte del Memorial Democràtic. Como han explicado diferentes historiadores, la comisaría de Vía Layetana 43 fue un centro de torturas, y desde la inmediata posguerra hasta el tardofranquismo se cometieron violaciones de los derechos humanos, particularmente a cargo de la Brigada Político-Social. Como en todas las dictaduras, la tortura fue una práctica estructural del franquismo. Los malos tratos y las vejaciones podían producirse en cualquier dependencia policial, pero había unos lugares especializados donde se practicaban los métodos más brutales, aunque con el tiempo la tortura se fue sofisticando con el objetivo de no dejar huella. Pues bien, en Vía Layetana hubo todo eso y por sus salas de interrogatorio y calabozos pasaron muchísimas personas, desde sencillos manifestantes, pasando por militantes de base, hasta dirigentes de los grupos sindicales o políticos del antifranquismo. Todo eso fue así y no admite discusión. Ahora bien, es evidente que detrás de esa propuesta hay mucho más. “El hecho de que el independentismo haya resignificado este edificio, haciéndolo referente de la represión durante el franquismo pero otorgándole simbólicamente una continuidad represiva en el presente, ha hecho que la memoria del espacio esté en disputa”, constata el historiador Xavier Fernández, especialista en políticas de la memoria. Hay una guerra en marcha por dominar el discurso y los espacios públicos en este momento de la política catalana y española.

En las negociaciones para la aprobación de los Presupuestos generales, ERC se jactó de haber logrado suprimir una partida de casi 9 millones para reformar la sede de la Jefatura Superior de Policía en Barcelona, dando a entender que la Policía Nacional iba a ser muy pronto desalojada de este edificio. Pero el Gobierno español jamás ha dicho que fuese a ceder el inmueble, y tanto el secretario de Estado, Rafael Pérez, como el propio ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, han garantizado personalmente su continuidad. Es verdad que, en 2017, en la Comisión de Interior del Congreso, el republicano Joan Tardà logró sacar adelante una proposición no de ley para que en el futuro el edificio pudiera albergar un museo-memorial, documental y archivístico de la represión franquista. Pero fue una propuesta de estudio, no un compromiso, todavía gobernaba Rajoy, y hasta Ciudadanos votó a favor. Por otro lado, las obras de mejora del edificio hace tiempo que se están realizando, y está previsto que continúen en los próximos años. Por tanto, Via Laietana 43 se queda como sede de la Jefatura Superior de Policía o, como mínimo, como un edificio cuya titularidad y uso va a seguir siendo del Ministerio del Interior

Me parece acertado que no se ceda a las pretensiones de los partidos independentistas y al deseo de los comunes porque es evidente que el objetivo no es (solo) memorialístico, sino fundamentalmente político: sacar a la Policía Nacional de un enclave urbano tan simbólico como Via Laietana. Muy probablemente el edificio se convertiría en un museo de los horrores de la dictadura franquista con un aroma hispanófobo que establecería un nexo de continuidad entre el pasado con las concentraciones que ha habido allí en la fase final del procés. El relato museográfico obviaría que cuando el inmueble fue sede de la Dirección General de Seguridad de la Generalitat durante la Segunda República, en sus calabozos también se torturó y hubo malos tratos a manos de personajes como Miquel Badia (los Badia separatistas serían el equivalente a los siniestros hermanos Creix del franquismo). En fin, sería una memoria incompleta e instrumentalizada como todo lo que hace el nacionalismo (recuerden la exposición lamentable y tendenciosa sobre la cárcel Modelo, por citar algo similar). Ahora bien, eso no significa que no deba hacerse nada. Al contrario, el Ministerio del Interior y la Policía Nacional tienen una magnífica oportunidad para que Vía Layetana 43 acoja en sus dependencias una explicación de todo lo que allí dentro ha sucedido a lo largo de casi un siglo. Puesto que desde el edificio no se despliegan grupos policiales operativos, parece compatible mantener los despachos de los jefes superiores y algunos otros servicios actuales, con un espacio ambicioso e innovador de memoria histórica que no cayera en lo mórbido y trivial en el momento, por ejemplo, de mostrar los calabozos. En la batalla por el relato, esta es una buena ocasión para que la Policía Nacional subraye su carácter democrático y moderno.