La globalización es un hecho irreversible, oponerse a ella sería como negar la existencia de la ley de la gravedad, será pues necesario regularla para evitar que actúe como factor de crecimiento de la desigualdad. Uno de los vectores que potencia la globalización es el transporte marítimo, que además es un importante componente del crecimiento económico mundial. Supone cerca del 90% del tráfico mundial de las mercancías transportadas, con un crecimiento exponencial desde los 550 millones de toneladas de 1950 a los 10.000 millones en el 2016. En los últimos cuarenta años, el PIB mundial se ha multiplicado por algo más de tres y el comercio mundial lo ha hecho por casi cinco.

El auge económico de los países asiáticos ha modificado el mapa del comercio mundial, las grandes rutas interoceánicas que pasan por los estrechos de Malaca, Suez, Gibraltar, Panamá, conectan los mayores puertos del mundo que se encuentran en China, Singapur, Corea del Sur, con los mayores productores de materias primas y petróleo de Sudamérica y África, y exportan sus productos manufacturados a Estados Unidos, Canadá y Europa Occidental.

En los últimos cuarenta años, el PIB mundial se ha multiplicado por algo más de 3 y el comercio mundial lo ha hecho por casi cinco

El transporte marítimo permite desarrollar economías de escala, supone un mayor grado de internalización de costes externos, menor consumo energético y mayor seguridad. La utilización de los contenedores ha revolucionado el transporte marítimo, contribuyendo a mejorar su regularidad, garantizando el puerta a puerta y optimizando los costes del transporte. China fabrica más del 95% de todos los contenedores del mundo, resulta más sencillo producirlos cerca de donde se fabrican los productos que reubicar los contenedores procedentes de todos los puntos del globo. El transporte marítimo garantiza y soporta la cadena de valor de la producción industrial, conexiona los centros de diseño de los productos (materia gris) con los centros productores (costes) y facilita la distribución a tiempo (just in time). El transporte marítimo ha generado el desarrollo de vastas zonas industriales portuarias en países emergentes con terminales hiperespecializadas y grandes hubs (intersecciones de rutas interoceánicas).

Como en cualquier escenario de globalización los grupos monopolísticos del transporte marítimo (diez compañías controlan el 80% del tráfico) intentan minimizar sus obligaciones fiscales a través de las matriculaciones y evadirse en lo posible de las regulaciones y legislaciones medioambientales.

En el caso español, el instrumentalizado debate sobre los corredores ferroviarios no nos debe hacer olvidar la importancia del transporte marítimo

Desde los tiempos de la ruta de la seda y de las especias, las rutas comerciales han surcado los mares, unido continentes y transformado el mundo por tierra, mar y aire. Hoy las nuevas rutas digitales se apoyan en una nueva tecnología disruptiva, la fibra óptica de alta velocidad, que conecta el mundo de los servicios. Hace 15 años apenas existía este flujo de datos, el comercio de servicios digitales se ha doblado en la última década y hoy representa el 50% de las exportaciones totales de servicios.

En el caso español, el instrumentalizado debate sobre los corredores ferroviarios no nos debe hacer olvidar la importancia del transporte marítimo, que representó en el 2015 la principal vía del comercio internacional con un 74% del total transportado. Pero el mar no solo ha sido una vía del comercio internacional, sino que a lo largo de la historia ha unido a los pueblos y ha sido elemento de transmisión e intercambio de culturas. En la última década, ha explotado en el mar la bomba humanitaria de los refugiados que intentan llegar a Europa huyendo de la miseria y la guerra, la UE tiene la obligación de contribuir al desarrollo económico en sus países de origen y crear las condiciones para poder acoger a los que llegan. España como país europeo debe apostar por una globalización solidaria.