Desde que en diciembre de 2019, en Wuhan, empezaron a aparecer casos de neumonía sin causas claras, mucha gente se ha contagiado y mucha tinta y nervios han corrido. Ahora sabemos, gracias a los científicos, que esta neumonía se debe a una nueva cepa de coronavirus y empezamos a ver la luz al final del túnel para poder tratarla. Cuando vimos que los chinos construían en 10 días un hospital, empezamos a ser conscientes que los medios sanitarios disponibles en China no eran suficientes para combatir la enfermedad. Ahora sabemos, que en ningún país lo serán.
Ahora, cuando día a día, vemos que el número de casos no deja de aumentar, es lógico que nos invada una cierta intranquilidad y siempre podemos pensar que el gobierno hace poco. Visto el problema a distancia, parece que el gobierno de China lo hizo bien. Pero todo lleva su tiempo, y no fue hasta casi un mes después del inicio de la enfermedad, el 10 de enero de 2020, cuando se reportó oficialmente el primer caso de muerte y 41 infecciones clínicamente confirmadas causadas por el reciente coronavirus. Doce días después, el 22 de enero de 2020, el nuevo coronavirus se había extendido a varias provincias y ciudades importantes en China, con 571 casos confirmados y 17 muertes reportadas. También se reportaron casos confirmados en otras regiones y países, incluyendo Hong Kong, Macao, Taiwán, Tailandia, Japón, Corea del Sur, Singapur, los Estados Unidos, Australia, y Canadá.
Al día siguiente de detectarse su rápida expansión y a un mes y medio del primer fallecimiento, se decretó el encierro de Hubei, una de las veintidós provincias de China, por orden del gobierno central de la República Popular China, en un esfuerzo por poner en cuarentena el epicentro de la pandemia y contener el nivel de expansión. Entre las 2am en que se emitió el aviso y las 10am que se ponía en vigor la orden, se estima que unas 300.000 personas abandonaron Wuhan, sólo en tren. Desde entonces, China ha conseguido revertir la curva, hasta eliminar la aparición de nuevos casos autóctonos a partir del 20 de marzo, pero les siguen llegando casos importados, continuamente. Contener el virus les ha costado 3 meses y aún no pueden bajar la guardia.
El primer país europeo donde empezó a propagarse el virus, fue Italia, reportándose el primer caso el 31 de enero, y el 21 de febrero, las primeras muertes. Hasta el 10 de marzo no se impusieron medidas en todo el país, con confinamiento en domicilios, cierre de todos los comercios, salvo farmacias y tiendas de alimentos, así como de bares, restaurantes y hoteles. Es decir, el gobierno italiano tardó un mes y medio en tomar esta decisión, desde que se diagnosticó el primer caso. En estos momentos, se acerca a 200 el número de países con casos de coronavirus detectados.
En el caso de España, el primer caso confirmado ocurrió el 31 de enero y el primer fallecimiento, el 13 de febrero.
En nuestro país, las competencias en sanidad están transferidas en su mayor parte, a las comunidades autónomas. Por eso, las primeras medidas que se tomaron se realizaron desde los gobiernos autonómicos de los territorios más afectados, lo que no impedía que se propagase la epidemia a otros territorios. Finalmente el 14 de marzo, el Gobierno español decretó la entrada en vigor del estado de alarma en todo el territorio nacional durante quince días.
Creemos que fue una buena medida, porque es la única forma de establecer criterios comunes y de movilizar recursos a los que usualmente no acceden las CCAA. Estos recursos se han materializado en la posibilidad de movilización de profesionales sanitarios, sumar ejército y cuerpos de seguridad a las tareas preventivas y de soporte, incentivar la compra y producción de equipos y fármacos necesarios, poner a disposición la red sanitaria privada, reforzando la capacidad de las propias CCAA y dotándolas de más recursos financieros para aumentar su capacidad de decisión. A estos recursos se suman los ofrecidos por la iniciativa privada.
Sabemos que hay un elevado porcentaje de portadores asintomáticos y que el virus puede haber infectado a una persona hasta dos semanas antes de aparecer los síntomas. Además, los periodos necesarios de hospitalización, en caso de contraer la enfermedad son bastante largos.
Por ello, ante la imposibilidad de diagnosticar masivamente a la población, las medidas de confinamiento o aislamiento preventivo decretadas por el gobierno, durante periodos superiores al ciclo vital de virus, y más restrictivas que las del gobierno de Italia, son las únicas que pueden dar resultados y proteger a los ciudadanos del contagio de la epidemia y a los servicios sanitarios de su colapso. Sin embargo, hay que tener en cuenta que los casos nuevos, en periodos inferiores a 14 días pueden deberse a las circunstancias anteriores a la toma de estas medidas y no pueden evaluarse hasta pasado este periodo.
Ahora toca aplicar con rigor las instrucciones del gobierno, propuestas por los expertos, actuar todos coordinadamente y con solidaridad, movilizarse rápidamente cuando aparezcan situaciones nuevas o imprevistas y prepararse para el peor de los escenarios. Sin escatimar esfuerzos ni despreciar recursos. En estos contextos, es saludable informarse bien y protegerse contra aquellos que fabrican mentiras y se dedican a propagarlas, incluidos algunos mandatarios ignorantes que tienen la verborrea fácil.
Los tenemos en todas las latitudes: Donald Trump, Boris Johnson o nuestro incendiario Joaquim Torra parecen seguir el mismo patrón asocial. Parece que la cosa no va con ellos. Ya dicen que en momentos difíciles, es cuando se ve la talla de las personas, en lo mejor que tenemos los humanos, pero también en lo más mezquino. Durante los primeros días del inicio de la epidemia en España, desde el gobierno de la Generalitat negaron la mayor, ya que “Catalonia is different”.
Ahora, Torra, aislado en la Generalitat, por dar positivo (no sabemos si se contagió en Perpiñán en la fiesta del odio y la banderita), se dedica a lo suyo. Al aferrarse en plantear el aislamiento del territorio de Cataluña, al acusar al gobierno de arrebatarle competencias, al no firmar la declaración conjunta con el resto de comunidades, al menospreciar selectivamente la ayuda y recursos del resto de España, al intentar desacreditar las actuaciones del gobierno fuera y dentro de nuestras fronteras, al acusar de incautación de mascarillas al gobierno en vez de reconocer su incapacidad para proveerlas a sus propios hospitales, lo único que hace es devaluar ante los ciudadanos, las actuaciones que pone en marcha el gobierno para protegerlos.
Cuando hay infectados dentro y fuera, decir que se aísle a Cataluña no aporta nada al confinamiento (como ejemplo, la isla de Cuba, aislada geográfica, social, política y económicamente ya tiene bastantes casos). Tampoco aporta nada el infantil “no te ajunto”. Hasta ahora, lo único que ha hecho Torra es distraernos del hecho de que no hemos recibido ninguna explicación sobre las medidas que pueda estar tomando el gobierno de la Generalitat para la protección activa de los ciudadanos.
Por eso, la imagen que logra transmitir es que se dedica a echar balones fuera y, sin demostrar una brizna de decoro ni de decencia, parece estar preparando excusas ante lo que sabe que podría ser su próximo desastre. Cuando lo escucho, tengo una mezcla de emociones, que van desde el desprecio a la desazón y me pregunto si algún día seremos suficientemente mayorcitos para deshacernos de este señor cargado de odio e inoperancia, que nos produce vergüenza. Cuándo, para bien de la comunidad, lograremos apartarlo para siempre de la gestión de los asuntos públicos.
Mientras, el coronavirus seguirá su ronda de contagios por todos los países, hasta que no quede ninguno por infectar.