La brutal crisis que ha abierto en canal al PP se cerró aparentemente en la noche del miércoles cuando, tras una tensa reunión de más de cuatro horas en la sede de Génova entre Pablo Casado y los 17 barones territoriales, se acordó por unanimidad que el todavía presidente del partido siga hasta el congreso extraordinario que se celebrará el 2 y 3 de abril, aunque los poderes de coordinación los tendrá la portavoz parlamentaria, Cuca Gamarra.

A cambio de permitirle está “salida digna”, después de que muchos barones llegaran a la reunión pidiendo la dimisión esa misma noche del líder, Casado se comprometió a no presentar su candidatura en el congreso y a apoyar al presidente y barón gallego, Alberto Núñez Feijóo, como hicieron todos. Feijóo será con seguridad el próximo líder del PP, pero en la madrugada del jueves, a la salida de la reunión, aún no dio por hecha su candidatura. Dijo que decidirá cuando toque, en el congreso extraordinario. Los demás barones, en otra muestra de la volubilidad de la política, salieron satisfechos y no escatimaron incluso elogios a Casado.

Como ya había dicho el martes --“no he hecho nada”--, cuando todos los que lo habían ensalzado como el próximo presidente del Gobierno lo abandonaron sin pudor, Casado insistió en la reunión del miércoles por la noche en que “no había hecho nada malo” y por eso imploraba una salida honorable.

Pero sí que lo había hecho. Casado había cometido múltiples errores y el peor fue cerrar el expediente abierto a Isabel Díaz Ayuso solo un día después de haberlo abierto y solo horas después de que él mismo hubiera lanzado en la COPE acusaciones de tráfico de influencias por el contrato para comprar mascarillas del hermano de la presidenta con la Comunidad de Madrid en plena pandemia, con un beneficio, según Casado, de 300.000 euros. Lo que por la mañana eran insinuaciones de corrupción, por la tarde se convirtieron en “explicaciones satisfactorias” de Ayuso en una reunión con Casado y en el cierre del expediente.

Este giro inesperado revelaba la imprudencia y la torpeza de Casado y del secretario general del PP, Teodoro García Egea, al abordar la crisis, que se había abierto dos días antes al publicarse las acusaciones de espionaje a Ayuso por parte de la dirección nacional del PP. Desde ese momento, en que Casado absolvió a Ayuso, su credibilidad quedó por los suelos y se desencadenaron la desconfianza de los barones y los cargos del partido y la irritación de las bases. A partir de ahí, empezó el goteo de traiciones y el calvario de Casado, sometido al escarnio público, con ataques crueles y despiadados de los dirigentes del partido y sus medios de comunicación afines, pero en parte propiciados por la resistencia del presidente del PP a dimitir.

La cruenta batalla para que Casado y García Egea salieran cuanto antes de la sede de Génova dejó en un segundo plano el meollo de la posible corrupción en el entorno de Díaz Ayuso. Ante las acusaciones, la presidenta madrileña aclaró que su hermano cobró 55.580 euros por su trabajo, no por una comisión, pero han aparecido nuevos contratos de los que no se han dado explicaciones y el caso está ahora en la fiscalía. Sea o no legal, contratar con familiares no está permitido según las normas internas del PP y deja mucho que desear desde el punto de vista ético. Díaz Ayuso sale, pues, también manchada de esta guerra.

Con la llegada de Núñez Feijóo, el PP iniciará una nueva etapa, pero el nuevo presidente se encontrará con el mismo dilema que Casado: qué hacer con Vox. Casado se equivocó con su discurso de derecha extrema para frenar a Vox y solo consiguió engordar a la extrema derecha. Su errática etapa ha estado plagada de bandazos y de una oposición irreductible que ha bloqueado durante más de tres años la renovación del poder judicial, entre otras intransigencias. Feijóo, por el contrario, ha sabido sepultar a Vox en Galicia con un discurso moderado. Sin embargo, no es lo mismo Galicia que toda España y habrá que ver cómo afronta el presidente gallego la relación con Vox.

Sin olvidar que, pese a la unanimidad en favor de Feijóo, en el PP seguirán conviviendo los que, como Ayuso --vencedora de esta guerra--, defienden los pactos de gobierno con la extrema derecha y los moderados que los rechazan, pero aceptan los apoyos parlamentarios de Vox, como en Andalucía o Murcia. La relación con Vox, que está ahora cerca del sorpasso al PP, según algunas encuestas, seguirá siendo el principal problema estratégico que tendrá que resolver el principal partido de la derecha española.