Fue el general De Gaulle quien afirmó que la política era un asunto demasiado serio como para dejárselo sólo a los políticos. Son muchas las lecturas que se pueden derivar de este aforismo. En la España que vivimos sigue abierto el debate sobre si debemos someternos o no a la tiranía de las mayorías, y si éstas tienen o no una legitimidad reconocida. En todos los casos, de un modo u otro, la política desborda a los políticos.

Si se admite que, en una democracia parlamentaria, las decisiones acordadas por los representantes de la soberanía se han de respetar hasta que los próximos resultados electorales alteren o no esa mayoría, ¿qué legitimidad tiene una huelga general, por ejemplo, contra una ley aprobada por la mitad más uno de los diputados? Si se acepta la anterior premisa sobre la legitimidad de la mayoría parlamentaria, ¿por qué es ilegal la declaración de independencia proclamada por el Parlament de Cataluña? La diferencia en ambos casos es conocida, los primeros realizan su aprobación amparados por la legislación vigente, los segundos la hacen vulnerando dicho marco jurídico. Otro asunto es a quién se considera sujeto de soberanía según el tema a tratar, ¿al conjunto de todos los electores o a una parte de ellos?

John Stuart Mill ya advirtió de los riesgos de un gobierno elegido por la mayoría que puede terminar oprimiendo a la minoría. Las consecuencias de una tiranía de la mayoría política puede poner en evidencia la debilidad de la democracia parlamentaria y dejar en entredicho su representatividad. Pero Mill precisó aún más y subrayó que, si grave era esa tiranía política, muy peligrosa también podía ser la tiranía social, resultado de una opinión pública que genera una tendencia a uniformar o a simplificar creencias y comportamientos como imagen de la mayoría.

En los últimos días se han producido numerosas manifestaciones rechazando la primera sentencia judicial sobre La Manada, ¿dichas concentraciones han sido protestas contra los jueces o contra la legislación vigente sobre casos de violencia sexual? No niego que las opiniones de la gente sobre esta sentencia sean individualmente reflexivas y ampliamente compartidas, pero ¿la exigencia colectiva de cambiar la calificación penal de los condenados no es también una forma de tiranía social?

¿La exigencia colectiva de cambiar la calificación penal de los condenados de La Manada no es también una forma de tiranía social?

Fue el mismo Mill, tan liberal y utilitarista, quien concluyó que las personas libres pueden hacer lo que deseen, aunque sus actos les perjudiquen, pero no tienen derecho a hacer aquello que perjudique o moleste a los demás. Es decir, los individuos sólo pueden ser soberanos sobre su propio cuerpo y mente, no sobre los de los otros. Pero ni siquiera, planteado de ese modo, es posible encontrar el equilibrio perfecto entre la autonomía individual y la intervención de los poderes ejecutivo, legislativo o judicial. ¿Dónde acaba la libertad individual y prevalece la utilidad general? Se trata de la misma polémica sobre qué noción de libertad es más garantista, si las libertades negativas --que se manifiestan sin restricción alguna-- o las libertades positivas --como consecuencia de opiniones de dominados o marginados que se deben fomentar para que influyan sobre las normas impuestas por la mayoría dominante--.

Por último, es incuestionable que no es no, pero es dudoso que el que calla siempre otorga. La tiranía de la mayoría suele deducir que el silencio es un sí, y no tiene en cuenta que puede ser también una forma de resistencia. Al someterse la sociedad a la obligada elección entre sí o no, se está negando capacidad de acción y de presencia al extenso campo de la duda y del escepticismo. Por ejemplo, si cuestionamos esta aceptación de la sumisión en lo que afecta a los resultados de las elecciones de representantes o a un referéndum, se comprenderá el valor de la abstención como forma de protesta ante cualquier ejercicio tiránico de una mayoría. Y, si en algún momento no existieran abstencionistas, habría que imaginar sus opiniones. En la España actual ese no es el caso, pese a la tiranía de las mayorías.