La Europa de los recalcitrantes desafía al eje franco-alemán. Pero la respuesta de Angela Merkel no se ha hecho esperar, a pesar de que la canciller se ha propuesto ser neutral en la actual presidencia alemana de turno, en el Consejo Europeo. “Hay que mirar más allá de los números” afirmó Merkel, ayer en Berlín, en su reunión con Pedro Sánchez. Un mensaje directo al mentón del premier holandés Mark Rutte y del primer ministro austríaco Sebastian Kurz, quien dijo estar “de acuerdo con el líder de la oposición española, Pablo Casado, en que solo debería haber dinero a cambio de reformas”, en una entrevista publicada en el alemán Frankfurter Allgemeine Sonntag. Es decir, la condicionalidad como vergüenza ajena.

La semana está marcada por una nueva decisión respecto a los tipos del BCE, prevista para mañana jueves, y por el Consejo Europeo extraordinario, de viernes y sábado, en el que se intentará el acuerdo sobre el plan de recuperación tras la pandemia. El primer round es fundamental: se trata de que  el BCE siga inyectando liquidez, que los tipos de interés se mantengan al 0% y que no aumenten las exigencias para la formalización de créditos bancarios. Si eso se cumple, las entidades seguirán con el negocio fácil de obtener liquidez a tipo cero y prestar dinero por encima del Euribor. La eurozona se ha acostumbrado al auxilio de la política monetaria. La UE de las políticas fiscales de los grandes estados se difumina: París ha perdido lustre y Berlín ha dejado de ser la referencia, con una canciller, Angela Merkel, en el último tramo de su mandato.

Los países del norte con menor peso en el PIB del conjunto forman hoy el lobby más poderoso de los 27, tal como se ha visto en la elección del presidente del Eurogrupo. Valen lo mismo el voto de Dinamarca o de Holanda que el de Alemania o Francia. El norte frugal y el Este populista de Hungría o Polonia se han conjurado para superar en votos a las naciones que crearon la Europa de Schuman, Paul-Henri Spaak o Altiero Spinelli. Pero el retroceso comunitario no es nuevo; viene de ejemplos casi recientes como el de Jean-Claude Juncker, que presidió la Comisión, tras haber facilitado la instalación de las sedes a 135 multinacionales en Luxemburgo, un paraíso fiscal en toda regla. Hay casos menos sonados, pero sibilinos, como el de Irlanda, que ofrece descuentos altísimos del impuesto de sociedades a las corporaciones digitales, aunque el gobierno de Dublín se haya manifestado a favor de los eurobonos. Y otros históricamente impertérritos como Holanda, sede de las famosas holdings holandesas, que actúan como puente entre La Haya, la City de Londres y las Islas del Canal, y levantan una bolsa de dinero negro vergonzante.

Hoy, el primer ministro holandés, Mark Rutte, piedra en el zapato de Sánchez, es la quinta esencia del cinismo nacionalista vestido de europeísmo. Su cuadro macroeconómico no es fruto del esfuerzo sino del tamaño. No sabe que la UE es la carrera de Aquiles y la tortuga, donde la segunda aplica el principio de que es mejor correr con dignidad que ganar. En la convergencia de los déficits fiscales no gana el dato sino la tendencia. Después de preguntar a los dioses, el arquero se entera de que el premio no es la presa sino la persecución. Con otras palabras, es lo que Merkel les ha transmitido al italiano Conte y Pedro Sánchez, en las últimas 48 horas (“mirar más allá de los números”). La tendencia y la cohesión acabarán decidiendo.

Cuando la respiración asistida del BCE deje de funcionar, España debería estar saliendo del bache. Ante el incierto futuro, la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef) apunta una caída del PIB de hasta 12,2%, con rebote lento a partir de otoño. La presidenta de este organismo fiscalizador, Cristina Herrero, considera que a mayor caída mejor repunte posterior, según se desprende su análisis, avanzado en las jornadas virtuales organizadas por el Consejo General de Economistas (CGE). Sánchez trata infructuosamente de convencer a los recalcitrantes de que la UE debe salir unida del socavón del Covid. La Francia de Delors no volverá; la Alemania de la reunificación es historia; la nodriza de Rómulo y Remo ha abandonado a sus mejores hijos y la España de hoy está batida por la inquina política, en plena caída del rey emérito.

Europa nunca quiso ser un paraíso de la igualdad, pero hemos llegado al punto de que la presión migratoria y el aumento de las desigualdades envenenan la atmosfera de la Unión. Atravesada por el cénit de las cuentas cifradas (Suiza) y condicionada por Luxemburgo y Holanda, la EU de hoy es un buque de cabotaje, que pronto resultará inútil a mar abierto. No será Holanda la solución frente al proteccionismo de Washington y Pekín. Gracias al puerto de Rotterdam, el Báltico tiene la mejor tasa de cobertura de Europa, pero el volumen de exportaciones de Países Bajos equivale al de un Länder alemán industrializado. La diferencia de tamaño devolverá a Rutte a su triste ventana frente al canal.