Son chicos sobrealimentados y mal vestidos. Los CDR tomaron la Modelo de la calle Entença pensando que podrían dejar su impronta en las paredes del penal de la edad del hierro. La barrabasada de llamarle Bastilla a la antigua prisión se deriva del deseo imberbe de crear una mitología revolucionaria ante el altar del sacrificio. Las puertas de las celdas, que el viernes pasado mancillaron con sus pintadas tontorronas, son las mismas que se cerraban a cal y canto en las madrugadas de garrote.

Pero vayamos al caso. Los CDR se cargan a Cotarelo porque, como dice el filósofo de postín, no le han tratado “con el debido respeto”. El hombre iba a dar una charla en Tarragona y los jóvenes bárbaros le obsequiaron con una habitación sin vistas y sin wi-fi, en una pensión de 85 euros la noche orientada a mar. Cotarelo, indepe vocacional, tuvo un ataque de incomodidad, los dejó plantados y santas pascuas. Las estrecheces de la causa no van conmigo, debió pensar el profesor. Ellos se alteraron como suelen hacerlo los clanes tribales y él los puso de vuelta y media en su blog, de nombre Palinuro, como el cabo de Costa Campana inspirado en el piloto de la nave de Eneas.

Cotarelo se ensoberbeció con un giro de cerviz, digo, y les llamó “españoles” a los jóvenes bárbaros, algo que a él debe parecerle el colmo del insulto. Vamos hombre, don Ramón, que se te ve la coronita de santo debajo del sombrero. Fue entonces cuando recordé una de sus apariciones televisivas, que tuvo lugar hace dos a tres años en el centro de Vic, para poner al españolismo a caer de un burro. Iba acompañando a Jorge Verstrynge, un españolazo de Guía Michelin, ex mano derecha de Fraga Iribarne, pero reconvertido al pluralismo podemita gracias a la Sorbona y a la influencia –mala desde luego- del famosísimo y ya ausente Ernesto Laclau.

Cotarelo es un intelectual engagé que ha jugado siempre la carta del soberanismo más radical. Pero el día en que sus niños de la calle le dan un sopapo para que despierte, él se olvida de que la primera obligación de un desclasado es morir bajo el fuego amigo de la revolución. Su desaire a las bases me ha recordado al gran Fabián Estapé, que fue rector ocasional pero longevo en la universidad barcelonesa de los setentas, en sustitución de García Valdecasas. El día, sonado para muchos, del llamado Asalto al Rectorado, un grupo de exaltados entró en el despacho del rector. Los estudiantes iban dispuestos a no se sabe qué, pero Estapé, un zorro de alto pelaje, los distrajo con alguna bagatela. Le tenían contra las cuerdas, cuando, afortunadamente, los asaltantes vieron un busto de Franco presidiendo el despacho del rector magnífico; cogieron el busto y lo tiraron por la ventana. Después, los levantiscos salieron de estampida al estilo búfalo como lo practicaban las hordas, que invadieron Roma. Estapé, tantas veces contestatario, pasó la maroma de la furia de los nómadas. Había vuelto a la universidad recientemente -- después de ser un hombre del Régimen, junto a Laureano López Rodó en la estabilización económica -- con el grupo de los sancionados, como Manuel Sacristán o José María Valverde, entre otros.

Por aquellos días, los sabios que quisieron palco en la feria de los descontentos acabaron desalojados. Al profesor Solé Tura le vaciaban sus conferencias, a la dupla Semprún-Claudín, que habían abandonado el PC de Carrillo, no se le daba pábulo. En Madrid, el viejo republicanismo de la troupe de Sánchez Ferlosio, los teatreros amigos del desparecido Marsillach o el filósofo Agustín García Calvo, inventor de la Comuna Libre de Zamora y enemigo de la vanidad, pasaron a ser clientes fijos del pub Santa Bárbara. Sobre los bulevares todavía adoquinados de la capital del Sena, Alain Krivine y los suyos eran soportados a distancia como mentes estandarte, pero sin discurso. Sartre llegó a caer en desgracia porque como ha escrito Michel Onfray se estaba convirtiendo en el filósofo de cabecera de François Mitterrand. El tufillo Segunda Internacional de las izquierdas alejaba a la juventud radicalizada, en busca de un recorrido más amplio en la música o las letras.

Siguiendo ahora a Cotarelo, cabe pensar que el damero territorial (ERC, primera fuerza, según el último sondeo de GESOP en el que CUP sube ligeramente) se complica con el guion de la lucha de clases y la aparición de un enemigo común sea cual sea el territorio elegido. Tal como lo escribe el pensador en su Palinuro, parece que el mundo no se mueve o simplemente va hacia atrás: “CUP es la levadura que está haciendo fermentar la revolución catalana por dos vías, una positiva por cuanto simboliza la coherencia entre la teoría y la práctica y la fidelidad a los compromisos; la otra, negativa, por cuanto desmonta las estrategias represivas del Estado, especialmente en vía judicial”. ¡Palabrería táctico-estratégica del revolucionario de salón! Contra las palabras no tenemos nada, pero cuando, como es el caso, sirven de cortina ante el salvajismo constitucional de los instalados en el Govern, la idea es simplemente destructiva. Hace ya muchos años que el sector más radicalizado del soberanismo lleva la iniciática teórica del movimiento. Hasta ahora ha sido así, pero llegado el encontronazo con los CDR, me pregunto si las cosas pueden cambiar a medio plazo.

El linchamiento del revisionista es una constante en la historia de las revoluciones; y Cotarelo es hoy uno más al que la calle se lo ha zampado. Pero ojo porque la TV3 de Vicent Sanchis le ha dado un programa (Hotel infierno). Seguirá teniendo altavoz republicano y  podrá seguir dando conferencias en foros amigos o hablar de Estado de derecho en el Ateneu de la calle Canuda; o incluso podrá seguir desafiando a la Corona, pero tendrá que acercarse mucho a la camada oficialista, junto a la Biblioteca Nacional, en la contrita sede del Institut d’Estudis Catalans, por lo menos.

A partir de este momento, los jóvenes bárbaros de los CDR, que antes fueron su claque, lo tendrán de muñeco de feria para el pim pam pum. ¿Encajará Cotarelo, si es el caso, en el pelotón de los otros? ¿Contraatacará desde la TV pública de Torra como lo hacen los propagandistas y no los analistas? Lo que parece seguro es que seguirá pontificando, ante un público entregado.