Señoreada por los indepes, Cataluña viaja del bucle melancólico al limbo anacrónico. No somos la Euskadi de Ibarretxe, ni la Irlanda del Norte del Sinn Féin. Pero el president Torra asegura que hemos superado ya la Restitución, utilizando un concepto que hizo fortuna en Belfast --la Restitution-- después de los Acuerdos de Viernes Santo de 1998, cuando dejaron de sonar las pistolas.

¡Maldita comparación! ¡Absurda trampa de hemeroteca! Aquí no hay Restitution porque no hay nada que restituir, como no sea la triste República del 6 de octubre, que estaba integrada en la España federal. Además, no ha habido enfrentamiento armado por más que el Govern torpedee la verdad a base de comparar su macabra marcha de las antorchas del pasado lunes con el clima de las horas previas al bombardeo, en 1714. La España democrática de hoy no bombardea. El procés tampoco dispara, pero practica la violencia implícita, cuando remite de palabra a momentos duros del pasado.

Por su historia convulsa, Irlanda del Norte tiene un sistema de poder compartido, según el cual los republicanos y los conservadores de Orange están obligadas a gobernar en coalición. Si no alcanzan un acuerdo, el Ejecutivo autónomo cae y Londres asume sus funciones. En el Reino Unido no existe la "coacción federal" alemana ni tampoco el 155 español, pero se aplica la suspensión del Gobierno de Belfast, como hizo en 2000 el entonces secretario de Estado para Irlanda del Norte, Peter Mandelson. Y en mayo del mismo año, cuando el IRA cumplió sus compromisos de desarme, la Asamblea de Irlanda recuperó sus competencias. Años después, el Acuerdo de Saint Andrews de 2006 admitió que Londres solo puede ejercer el poder si lo aprueba el Parlamento británico.

Pero volvamos al hilo: para argumentar que estamos ya en la etapa constitucional catalano-republicana, Torra dijo que habíamos superado la fase de la Restitución. El inconsciente no sabe mentir; corrige a los mendaces que juegan con los lares de la patria. Torra no lo duda nunca; tira de lo más sagrado para enardecer a base de gesticulación de galería, pero sin pisar líneas rojas. Eso le permite insultar al Gobierno, hablar de guerra, devastación, humillación y hasta del no pasarán, pero sin entrar en el altar donde ofician Lesmes (presidente del Supremo y del CGPJ) y la fiscal general del Estado, María José Segarra.

Jordi Juan nos pide en La Vanguardia que seamos pacientes con el dúo Torra-Puigdemont; que leamos a Bernaldo de Quirós, el neoliberal más británico de España (¿no viejo?), defensor de la vía Cameron frente a la inoperancia de Rajoy. También nos emplaza a final de mes, con la aparición prevista del libro de Carles Puigdemont, La crisis catalana; una oportunidad para Europa (La Campana), un plato cocinado en el laboratorio de la editora Isabel Martí.

¿Torra y Puigdemont reconducirán el desaguisado? Cuesta de creer. La vida de los pueblos tiene momentos de no retorno. En Irlanda del Norte en 1972, semanas después del llamado Domingo Sangriento, con la violencia fuera de control, el primer ministro británico de entonces, Edward Heath, suspendió la cámara e impuso el mandato directo, que siguió en vigor durante más de 30 años. ¿Qué tiene que ver esto con Cataluña para que ahora hablemos de Restitución? Después de más de medio siglo de terrorismo, pactos, tratados de paz y altos al fuego, Irlanda del Norte es un país devastado. Una región desnortada, más próxima al silencio del desierto que al tumulto de las ciudades, salvando a sus astilleros en la embocadura del Logan y a los pubs sobre la acera del victoriano Crow. Irlanda del Norte vive bajo el mandato de facto de Londres. Los ministros de Theresa May gestionan los recursos del último presupuesto fracasado.

¿Les suena de algo? Aquí llevamos años sin Generalitat y tenemos el Parlament sellado. Nuestros edificios públicos, enfermos de soledad esencial, son objetos de veneración reservados a la liturgia movilizadora. Los políticos gansean, la sanidad se ha desplomado y el espacio público es pasto de la sedición. Barcelona no de desploma, pero se carcome por dentro; no es el Titanic; es la Belfast del sur.