Oriol Bartomeus: "El independentismo ha tocado la pared"
El politólogo, autor de 'El Terratrèmol silenciós', considera que el secesionismo se ha cerrado y es ya un fenómeno de catalanohablantes con orígenes solo catalanes
9 septiembre, 2018 00:00--Pregunta: Llega una nueva Diada, con los ánimos caldeados, tras las tensiones por los lazos amarillos. ¿Quién se manifestará en la Diada esta vez? ¿Cómo se toma la temperatura al movimiento independentista?
--Respuesta: El movimiento independentista, desde el punto de vista generacional, es una mezcla que ha ido evolucionando. Había una tendencia en los últimos años, y es que con las generaciones más jóvenes, el número de independentistas se incrementaba. A largo plazo, se pensaba, siguiendo esa característica, que se acabaría logrando la independencia, a medida que pudieran desaparecer las generaciones más mayores. Y todo ese fenómeno es cierto hasta 2012, cuando, con la incorporación de CiU, volcada en el soberanismo, mucha gente mayor, de la generación de la Guerra Civil y de la posguerra se incorpora. Y comienza a cambiar la tendencia.
--Entonces, ¿era una cuestión de las generaciones más jóvenes, y ahora ya no lo es tanto?
--Era una cosa de jóvenes, pero ahora se ha convertido en algo mucho más variado y mezclado, con gente que tiene sus orígenes en posiciones muy distintas. En la Diada habrá gente que proviene del MDT (Moviment de Defensa de la Terra), de los años ochenta, que ahora son padres y madres. Pero también habrá muchos jubilados, muchas personas que están activas, y que tienen capacidad económica y tiempo para dedicar. Y tienen una característica esencial que no se tiene mucho en cuenta, y es que, a diferencia de sus hijos, cuando adquieren un compromiso, lo adquieren hasta el final. Es decir, serán fieles a la causa hasta el final de sus vidas, porque ya lo han tomado como una cuestión biográfica, determinante en sus vidas.
--¿Lo hacen ahora, porque en su momento no se movilizaron, porque no tuvieron un papel demasiado activo durante el franquismo o en la transición?
--Se manifiestan y apoyan la independencia por muchas razones. Unos son viejos rockeros, que siempre han mantenido larvada la apuesta por la independencia, pero en esas generaciones más mayores prima una idea y es que consideraron la transición como una traición, y ahora se quieren quitar la espina, fueran más o menos activos en aquel momento en sus actitudes particulares. Por eso el movimiento independentista, con las entidades soberanistas, no para de buscar imágenes que evoquen aquella época.
--¿Con qué objetivo?
--Lo impulsan, con los lemas y los colores de los carteles, para lograr dos objetivos: para atraer a los que ya estaban en ese instante, a los que creen que Franco sigue existiendo y que han cambiado pocas cosas, incidiendo en los mensajes sobre la falta de libertad de expresión, y para conseguir el apoyo de los que consideran que todo fue un engaño. Mis alumnos en la universidad, por ejemplo, que son ahora los nacidos en 1999, cuando les pido que me digan una palabra que les evoque la transición no lo dudan un instante y pronuncian la palabra engaño. Dicen que la transición fue un engaño. Para esos dos bloques de personas, el movimiento independentista resulta como una especie de revancha, y eso lo ha visto muy bien el conjunto de dirigentes independentistas, con campañas de imágenes que van en esa dirección.
--Lo que evidencia usted, en sus artículos y en su reciente libro, El Terratrèmol silenciós, es que el separatismo, por tanto, ya no es mayoritario entre los jóvenes, y que no se puede establecer una teoría determinista sobre el futuro del movimiento.
--Lo que sostengo, con los datos, con la demografía y las largas series de encuestas es que hay de todo, que el independentismo ha logrado un éxito y es que es intergeneracional, interclasista, pero que en los últimos años, en esta parte última del proceso soberanista, se ha ido cerrando. Se va protegiendo a sí mismo, con unas características muy claras. Su debilidad es que es un fenómeno cada vez más de catalanohablantes, con orígenes familiares catalanes. Se ha endurecido y cerrado y la idea de que la independencia atrae y apela a los castellanohablantes es falsa, no es verdad, sólo a una parte muy pequeña. Cada vez es menos diversa.
--¿A qué achaca ese límite sociológico?
--El independentismo lleva mucho tiempo en tensión, lleva años con un gran activismo y ha tocado la pared, ha llegado donde podía llegar. Con la exigencia a sí mismo de que no puede ser un movimiento violento, que no puede derivar en una revuelta, lo que hace es reafirmarse, pero eso tiene unas limitaciones, y es que no puede ampliar ya la base, como se discute internamente entre los partidos independentistas. Para el soberanismo, además, era más fácil mantener la tensión con el Gobierno del PP, pero ahora con el PSOE en la Moncloa le resulta más complicado.
--¿Eso explicaría la constitución de La Crida, el instrumento que quiere impulsar Carles Puigdemont, como un movimiento más radical que se cierra en sí mismo?
--La cuestión de La Crida responde a dos elementos muy evidentes. Primero, a la bronca interna entre el propio soberanismo. Si no se entiende eso, no se puede comprender todo el movimiento. Los doce diputados que pierde Artur Mas en 2012, cuando adelanta las elecciones, los gana Esquerra Republicana. Ahora, el proyecto de Puigdemont es un último intento por parte del mundo exconvergente de cohesionarse y de lanzar una opa a ERC. Después hay otro elemento, que es la moción de censura contra Mariano Rajoy. Se trata de un intento de los dirigentes del PDeCAT de emanciparse de Puigdemont, que queda aislado en Berlín.
--¿Es una salida personal de Puigdemont?
--Puigdemont ha querido recuperar el control, tras esa moción de censura, y con La Crida trata de recuperar todo el campo, para que no se discuta su liderazgo. Lo que pretendía Marta Pascal --excoordinadora general del PDeCAT-- era emanciparse de Puigdemont. Y es que si se hubiera podido liberar, si el PDeCAT lo consiguiera, se podría ver en el Parlament otras mayorías, con un bloque del catalanismo que incluye una parte del independentismo, los Comuns, ERC y el PSC. Puigdemont lo sabe, y por todo ello impulsa La Crida, para superar también la dinámica de los partidos.
--Por ahora tiene éxito
--Sí, pero se deberá esperar. La ANC defiende, efectivamente, superar la dinámica de los partidos. Ya lo defendía Carme Forcadell. Pero no está claro que pueda funcionar.
--¿De todo este proceso, se puede salvar Esquerra Republicana con un proyecto autónomo a largo plazo, que parece que es lo que defienden sus dirigentes, o será engullida?
--Es una de las preguntas a todo esto. En gran medida de lo que se trata es de anular a ERC, de buscar, con esa presión para lograr listas de todo el movimiento en las elecciones municipales, que los candidatos de Esquerra no puedan llegar a acuerdos con otras fuerzas políticas. Ese es el miedo de los alcaldes exconvergentes, que temen la autonomía de Esquerra.
--Estamos a dos días de la Diada, a pocos meses de las elecciones municipales, con el juicio a los políticos presos pendiente… ¿Vamos a elecciones autonómicas antes que las municipales?
--Con el proyecto de Puigdemont, parece claro que lo que se desea es convocar elecciones al Parlament cuanto antes. Porque no hay nada más detrás que el objetivo de conseguir una victoria amplia, y no podrá aguantar mucho más la tensión. La Crida es un instrumento para ir a elecciones y tratar de ganar y erosionar al máximo a Esquerra. Me parece que Puigdemont ya no es amo de sí mismo, porque los pasos que va dando son siempre hacia otro paso, hacia tensar siempre la cuerda. Puede, eso sí, que se busque la coincidencia con las elecciones municipales, a la espera de ese momentum, como dice el presidente Quim Torra, con el juicio a los políticos presos, con la máxima agitación independentista. Y, con ello, forzar a Esquerra a formar parte de listas conjuntas. Lo que se está haciendo es no traspasar la línea, pero con una gran agitación y tensión. Sin embargo, eso dura lo que dura, por lo que no quedará otra que ir a elecciones.
--¿Entonces, un otoño realmente caliente?
--Será un otoño caliente con celebraciones de todo tipo, recordando cada día de hace un año, días señalados para el independentismo, y que coincidirá en el tiempo con el juicio a los políticos presos.
--Pedro Sánchez es acosado ya por el PP y Ciudadanos, con toda la polémica por los lazos amarillos, con la idea de que no mantiene una posición firme. ¿Cree que acierta con esa estrategia de oír llover y esperar?
--Pedro Sánchez se ha dado cuenta de una cosa que no supo ver Mariano Rajoy. Sánchez ha visto que esa defensa no desaparecerá. Quien lo crea se equivoca de forma grave. Ahora bien, cuando lo miras con cierto detalle, lo que se comprueba es que no es un movimiento hegemónico. Hay un núcleo ideológico, en el que se encuentra gente dispuesta a cualquier cosa. Pero muchos ya no lo ven tan claro. Y otra parte se ha convertido a la causa por razones instrumentales. Es un mensaje que viene a decir: yo quiero la independencia porque es la manera que tenemos para que España nos haga caso. ¿Pero qué pasa si te hacen caso? Lo que se plantea desde el Gobierno es hablar de todo aquello que sea necesario, salvo del referéndum de autodeterminación. De reconocimiento, de financiación, de Cataluña como nación y de un trato justo. Y en ese campo hay mucho por recorrer.
--¿La ley de lenguas, para reconocer mejor la pluralidad lingüística de España, puede acercar posiciones, como estudia el Gobierno?
--Sí, porque se trata de una cuestión simbólica. Pero han pasado ya seis años, se ha ido gastando el tiempo, y Pedro Sánchez tiene como mucho sólo dos años. Y el movimiento subirá la apuesta. Pero, pese a todo, la manera de gestionar este asunto, por parte de Sánchez, es más inteligente que la de Rajoy. El expresidente del Gobierno no compartía un espacio con el soberanismo, y eso permitía una retroalimentación mutua. El PP y el independentismo no competían por un mismo espacio. Pero Sánchez ha entendido que el PP lo que ha querido hacer, desde el recurso del Estatut, es reventar las posibilidades de que el PSOE ganara las elecciones, eliminando un electorado que los socialistas necesitan en Cataluña para poder llegar a la Moncloa. Y Sánchez necesita ahora recuperar ese espacio. La paradoja es que Sánchez y el independentismo se han dado cuenta de que pueden compartir parte de un mismo electorado. Si mantienen la dureza de sus posiciones, fundamentalmente por parte de Puigdemont, será difícil que mantengan o puedan incidir en un electorado que puede dudar, que no es hegemónico.
--Entonces, en el seno del separatismo, ¿qué ocurre?
--Hay dos posiciones claras, la de Puigdemont y la de Junqueras. El primero quiere mantener la excepcionalidad y quiere seguir con la tensión. Pero Junqueras desea una senda de normalidad a medio plazo. Ya hemos probado la excepcionalidad, viene a decir, y se ha visto que ha ido mal. Esa es la batalla interna.