La expresión “Ya te lo dije” suele contrariar enormemente a quien la recibe, pero acostumbra a llenar de satisfacción a quien la emite, que ve así confirmados sus peores presagios ante algo que se veía venir. En estos momentos, cualquier ciudadano de la Europa continental podría espetarle “Ya te lo dije” al primer ministro británico, Boris Johnson, por haber seguido los consejos de su siniestro asesor Dominic Cummings y emperrarse en abandonar la UE, aunque fuese dando un portazo: supermercados desabastecidos, falta de combustible en las gasolineras, ni un transportista español ni un fontanero polaco a la vista…Canten conmigo: Oh, Britannia, Britannia rules the waves…

El Brexit es actualmente el proverbial elefante en la habitación que los ingleses se empeñan en no ver. Los tories, por la cuenta que les trae. Los laboristas, no se sabe muy bien por qué (a no ser que hayan leído el hipotético manual del PSC Cómo hacer oposición sin hacerla realmente), puede que porque el señor Starmer todavía está muy ocupado deshaciéndose de los partidarios de aquel simpático estalinista que fue Jeremy Corbyn --un tonto a las tres, en la línea de grandes cerebros de la izquierda europea contemporánea como Iglesias o Mélenchon--, que no movió un dedo en su momento para oponerse a los delirios victorianos de la derechona de su país porque la UE se le antojaba una reunión de mercachifles (bueno, no ibas del todo desencaminado, Jerry, pero eso es lo que hay, camarada) y no una comunión entre pueblos hermanos y progresistas (el hombre era lo más parecido a Ken Loach que tenían en el partido).

En cualquier caso, la situación actual es de traca: mientras Johnson no cita el Brexit ni que lo maten ante sus primeras y molestas consecuencias, Starmer se entretiene eliminando rojos en su congresillo de Brighton, pero tampoco menta la bicha, puede que para que no le recuerden la pusilánime actitud al respecto de su antecesor. Mientras el gobierno mira hacia otro lado y se resiste a asumir las consecuencias de sus actos pueriles, la oposición se resiste a abordar el tema medular del conflicto y opta por reivindicar la figura de Tony Blair, del que más le valdría olvidarse al señor Starmer, que parece ser un socialdemócrata de manual empeñado en que el viejo o nuevo laborismo vuelva a pintar algo en la política local.

Tampoco entre la gente de a pie se registra una especial enmienda a la totalidad, cuando el Reino Unido en pleno debería estar señalando con el dedo a Boris Johnson y diciéndole “¡Ya te lo dijimos, mamarracho!”. Vemos por la tele a gente que hace cola para repostar o contempla pasmada los estantes vacíos del Tesco de su barrio y no relaciona lo que le sucede con la abrupta salida de su país de la Unión Europea, como si la gasolina y las cosas de comer hubiesen sido robadas por los marcianos durante una operación relámpago que ha pasado inadvertida.

Los españoles solemos quejarnos de ser unos calzonazos con los que hace lo que quiere el gobierno de turno, pero yo diría que los británicos nos superan en ese aspecto. Antes que bajarse del burro (y no me refiero en este caso al bueno de Boris), prefieren adoptar un elegante tono fatalista y algo flippant en vez de reconocer los errores de un significativo tanto por ciento de su electorado. A lo sumo, hay quien sugiere que el gobierno podría haber previsto que podía pasar algo como lo que está pasando y haber tomado medidas al respecto (pero el gobierno no se aclara ni a la hora de decidir si hay que echar mano de los militares para conducir los camiones de abastecimiento o no). Y a diferencia de España, donde el partido en el poder tiene para la oposición la culpa hasta de que llueva, en el Reino Unido, los laboristas son incapaces hasta de pronunciar la demoledora frase “Ya te lo dije”.

Salvo cuatro sospechosos de ser unos vendepatrias con el cerebro reblandecido por el abuso de foie gras y vinos de la Borgoña o de la Rioja, todo el mundo insiste en no ver el elefante en la habitación. Eso sí que es un hecho diferencial y no lo de los catalanes procesistas. Si Johnson sale ileso de este desastre, creo que los laboristas harían bien en buscarle un sustituto a Keir Starmer: si éste no ve que las consecuencias del Brexit son su pasaporte a la presidencia del gobierno es que padece una miopía tan grave como la de Corbyn. Ni mejor ni peor: diferente.