El peligro amarillo se está instalando en las playas catalanas, donde los del CDR de turno, convencidos de que el espacio público es suyo, se dedican a clavar unas siniestras cruces que convierten lugares pensados para la relajación y la holganza en una especie de cementerios de las sonrisas. Cuando las playas se llenen y no se quepa, igual les da por clavar las cruces en la tripa de los turistas --o en el corazón, si proceden de Transilvania--, por insolidarios y egoístas. De momento, la cosa va generando enfrentamientos entre los guardianes de las esencias y los que consideran que una playa no es un cementerio. Corre por la red un video grabado en Llafranc en el que se observa una bronca entre un vigoroso jubilado que clava cruces y una señora que le insiste en lo de que una playa no es un cementerio. La señora amenaza con llamar a la policía y se le cachondean, pues todo el mundo sabe que los Mossos no piensan hacer nada al respecto. Ayer mismo, en Canet de Mar, pueblo del Maresme donde el arriba firmante pasó sus veraneos infantiles, hubo tangana entre partidarios y detractores de las crucecitas de marras. Se escenificó un pequeño ball de bastons y tres devotos de la cruz amarilla se llevaron, al parecer, algún que otro sopapo. Evidentemente, Puchi lanzó un mensaje desde Berlín condenando el fascismo unionista. Y desde aquí, el foto-intoxicador Jordi Borràs lanzó una de sus ya míticas alertas antifascistas.

Y es que el espacio público, según los indepes, es de su exclusivo usufructo. Ya lo anunciaron hace meses con aquel eslogan fascistón que decía "els carrers seran sempre nostres", concepto que nadie se había atrevido a utilizar desde los tiempos en que Manuel Fraga aseguraba que la calle era suya. Los indepes se han otorgado el derecho de llevar sus obsesiones al espacio común --nadie tiene nada en contra de que llenen de lazos amarillos sus domicilios, ya que no sus balcones, ¡como si quieren anudarse uno en el rabo, mientras no lo lleven al descubierto!-- y quien se atreva a intentar limpiar las calles de sus basurillas será tildado ipso facto de fascista.

Todo ello, con la complicidad de las fuerzas del orden y de algunos políticos, como el alcalde de Arenys de Munt --uno que se hace llamar Ximenis, aunque todo el mundo sospecha que su apellido original es Jiménez--, quien ya ha anunciado su intención de multar a los que se dediquen a arrancar lazos amarillos y demás elementos de decoración patrióticos. Aplausos para los que ensucian y multas para los que limpian. ¿El mundo al revés? No, lo normal en un sitio trufado de gente a la que no le entra en la cabeza que los prófugos de la justicia y los presidiarios no pueden formar parte de ningún gobierno.

Dicen los del CDR que, pese a ir encapuchados, los arranca cruces de Canet son de Ciutadans y de Falange. Igual no son ni de una cosa ni de otra. Igual solo es gente que sabe distinguir una playa de un cementerio. ¿Hicieron mal repartiendo tortazos? Desde luego. Pero me temo que este tipo de broncas se va a extender hasta que políticos y policías dejen de tomar partido descaradamente por los guardianes de las esencias y se dediquen a hacer su trabajo de una puñetera vez.