Que las dos máximas autoridades de la Cataluña catalana sean Pere Aragonès y Laura Borràs no es algo de lo que debamos congratularnos, pero se agradecería que intentaran despedir el año sin añadir al insulto la afrenta para los desafectos al régimen. En vez de eso, insisten en sus cosas, como si fuesen las de todos. El president se ha marcado un discurso navideño tan insulso e inane como el de Felipe VI, pero, en vez de limitarse a seguir el ejemplo real y pedirnos que seamos buenos y nos portemos bien, ha optado por salirnos con unas supuestas alternativas a la mesa de diálogo con el Gobierno español que todos sabemos cuáles son y cómo acaban: en el talego o en el maletero de un coche con destino a Flandes. El fantasma del referéndum goza de buena salud entre nuestros dirigentes, y hasta el consejero Giró, ese peasso de banquero antisistema, decía hace unos días que la consulta liberadora está más cerca de lo que pensamos. Para acabarlo de arreglar, Aragonès enunció sus quimeras en un colegio de Santa Coloma pionero en la aplicación de la inmersión lingüística, demostrando una vez más que él predica para los suyos y a los demás, que nos zurzan (Salvador Illa le ha recordado oportunamente que ese diálogo que reclama a España podría ponerlo en práctica dentro de Cataluña, donde no convoca la mesa de partidos ni que lo maten, pero lo más seguro es que el comentario le haya entrado por una oreja y le haya salido por la otra). La elección del decorado, por cierto, ha sido como si el Rey hubiese grabado su mensaje navideño en la escuela donde más porrazos se repartieron cuando el referéndum de risa de hace unos años. Menos mal que no ha tenido el cinismo de insistir en lo de que él aspira a ser el presidente de todos los catalanes.

Laura Borràs, por su parte, ha optado por despedir el año de una manera involuntariamente cómica, con esa supuesta medallita que le ha enviado su buen amigo Joe Biden y que, según las malas lenguas, la ha comprado en una web que vende objetos relacionados con la Casa Blanca, pero que no tiene la menor relación con ella (cualquiera puede hacerse con la insignia previo pago de la modesta suma de 24 dólares con 95 centavos). Si Biden no manda ni un tarjetón al Parlamento español, resulta bastante inverosímil que envíe un regalito a un parlamento regional, pero si a Laura le hace ilusión creer que el presidente de los Estados Unidos la tiene en cuenta, ¿para qué amargarle la fiesta? Total, ya estamos acostumbrados a sus trapisondas desde que le soltaba dinero público a un amigote cuando estaba al frente del ILC, así que la cosa no nos coge por sorpresa. En cualquier caso, yo diría que se ha quedado corta. ¿Qué le costaba enseñarnos alguna foto trucada en la que se le viera con Biden en los jardines de la Casa Blanca o en Disneylandia? Para el año que viene, le recomiendo una caja de ostras de Arcachon enviada personalmente por Emmanuel Macron y otra foto chunga en la que se vea a ambos paseando abrazados por los Champs Elysées o visitando el parque temático de Astérix y Obélix.

En la línea de Borràs, no quisiera olvidarme del tuit del ayuntamiento en el que se daba por fusilado a Francesc Macià, que murió de apendicitis (¿se habrá colado en ca la Colau algún miembro del Institut Nova Història?). La contribución de Ada Colau a la peor despedida posible del año por parte de nuestras autoridades es de tono menor, pero va en la línea adecuada: se trata de entrar en el nuevo año de la peor manera posible, llevando por bandera la pesadez, la engañifa y la metedura de pata respectivamente. Y es que, realmente, con ese presidente de la Chene, esa presidenta del Parlament y esa alcaldesa de Barcelona, ¿qué más podemos pedir? Si es que nos quejamos de vicio.