Aunque los independentistas intenten ofrecer un perfil monolítico --Puigdemont presidente, ¡sí o sí!--, es evidente que empieza a haber disidencias internas. ¿O es que no hemos entendido el comentario de Joan Tardà acerca de que nadie es imprescindible, claramente dedicado al hombre de Bruselas? Tardà apunta a lo que él y cualquier indepe con dos dedos de frente debería tener clarísimo: que de lo que se trata ahora es de ocupar el poder en la Generalitat. Para llegar a ese fin, Puchi será todo lo legítimo que quieran, pero es un prófugo de la justicia que si regresa a España acaba en el trullo. Seguro que él se siente capaz de dirigir Cataluña desde Estremera, como se veía capaz de hacer lo propio desde Bruselas, pero su demencial caudillismo, caso de imponerse, solo logrará alargar el tira y afloja con el Estado y retrasar la retirada del 155, con todo lo que eso implica a la hora de recuperar la autonomía; es decir, el poder, la capacidad de manejar dinero y repartir cargos y prebendas. Lo más práctico --que es hacia donde apunta discretamente Tardà-- es dar a Puchi por amortizado, poner a otro en su lugar y, hala, a controlar la situación, a mandar, a seguir tocando las narices con cierta prudencia --no vayamos a acabar todos en el talego-- y a seguir intentando que Cataluña sea como quieren que sea en vez de como es.

Frente al sector práctico del soberanismo se alza el sector épico, empeñado en investir a Pugdemont como sea. Y frente a ambos sectores tenemos a la CUP, cuyo contacto con la realidad es tan oblicuo que cree vivir ya en la república catalana y anuncia que todo lo que no sea implementarla será convenientemente boicoteado por sus cuatro diputados. Como puede observarse, a medida que nos alejamos del sector práctico del independentismo, el cerrilismo va en aumento, desembocando en la chaladura.

Da la impresión de que, si de Puigdemont depende, iremos a otras elecciones, y a otras, y a las que hagan falta hasta que le retiren los cargos y le dejen entrar en el Parlament bajo palio

¿En qué sector podemos situar a Puigdemont? Yo diría que en ninguno que no sea el suyo propio. El hombre se ha venido arriba --olvidando que solo era un periodista subvencionado que había llegado a alcalde de Girona hasta el día en que el Astut lo eligió para que le guardara la silla, como a él lo había señalado Pujol para que se la guardara a su hijo Oriol, alias el Niño de la ITV--, se considera el padre de la patria y el caudillo providencial y solo piensa en su gloria. Si quisiera tanto a Cataluña como dice, se haría a un lado para que los suyos pudieran empezar a gobernar. Pero da la impresión de que, si de él depende, iremos a otras elecciones, y a otras, y a las que hagan falta hasta que le retiren los cargos y le dejen entrar en el Parlament bajo palio. Todo parece indicar que el hombre se lo está pasando bomba.

PD: Esto se ha escrito el lunes para que ustedes lo lean hoy. Igual queda desfasado porque Puchi se ha lanzado en paracaídas sobre la Ciutadella, se ha hecho fuerte en el inviolable Parlament y ha anunciado su intención de quedarse a vivir en él, como Assange en la embajada ecuatoriana en Londres.