El presidente de la Dinamarca del Sur ha emprendido un viaje a la Dinamarca del Norte, donde aprovechará para inaugurar la embajada número doce de su país y experimentará la dicha de tratarse con sus iguales, pues ya se sabe que los daneses, seamos del norte o del sur, somos prácticamente idénticos: no hay más que observar el cabello rubio y los ojos azules de Puigdemont y Junqueras para comprobarlo (los políticos españoles, por el contrario, son todos feos y renegridos).

Puede que, moralmente hablando, los daneses del sur seamos un tres por ciento menos éticos que los daneses del norte, pero eso es culpa de nuestros corruptos y desagradables vecinos, y la cosa se solucionará en cuanto nos libremos de ellos, lo cual es inminente, como todo el mundo sabe. Puede que algún español resentido considere que poner al frente de la embajada en Dinamarca del Norte a la hermana de un célebre futbolista separatista suena a corruptela, nepotismo y agradecimiento por los servicios prestados al ínclito Guardiola, pero todo danés del sur sabe que eso es pura intoxicación españolista: si la hermana del futbolista vive como Dios en la Dinamarca del Norte es porque es la persona más cualificada para el cargo.

Van pasando los días y aquí solo se gesticula, pero nadie firma un papel de esos que te acaban llevando a juicio por sedición

Antes de emprender el viaje, el presidente ha dicho que la Dinamarca del Sur necesitará un ejército, pero ya se le han rebotado las chicas de la CUP, que, aunque se extasían con los militares bolivarianos, consideran que los daneses del sur no necesitamos unas fuerzas armadas. Tampoco están contentas las cupaires de la pachorra con que el presidente de la Dinamarca del Sur se está tomando la desconexión de los muertos de hambre de más allá del Ebro. Y es que van pasando los días y aquí solo se gesticula, pero nadie firma un papel de esos que te acaban llevando a juicio por sedición.

Nadie sabe cuánto durará la galbana del presidente de la Dinamarca del Sur, pero se nos está echando el tiempo encima y solo falta un mes para ese referéndum que aún no se ha convocado. Discutir a estas alturas si los daneses del sur queremos un ejército o no lo queremos es de un optimismo admirable, pues Mariano Rajoy, si estima en algo su presidencia, va a tener que hacer algo para impedir el referéndum, aunque ello contravenga su tendencia natural a la desidia y la vagancia, pero así son los procesistas del mediterráneo danés.

A este paso, el referéndum se llevará a cabo en la clandestinidad: todos recibiremos un sms informándonos de dónde está nuestro colegio electoral, y se nos aconsejará que acudamos a él envueltos en una gabardina con el cuello levantado, para no despertar sospechas. En lo referente a la astucia, es bien sabido que no hay quien supere a los daneses del sur.