Igual es que solo me trato con frívolos, pero no conozco a nadie al que la dicotomía monarquía-república le quite el sueño. Personalmente, me da lo mismo una testa coronada que un presidente con banda tricolor, pero tengo claro, eso sí, que no voy a mover un dedo para contribuir al advenimiento de la república; por más que ese asunto obsesione a Gerardo Pisarello, primer teniente de alcalde de mi querida ciudad, que se resiste a colocar en el salón de plenos del ayuntamiento el preceptivo retrato del actual monarca, tras haber hecho desaparecer el busto del anterior.

La señora Llanos de Luna le ha llamado al orden, pero él ha reaccionado diciéndole que no es nadie para intervenir en la decoración municipal. Afirmación matizable: vamos a ver, Gerardo, la delegada del gobierno en Cataluña tiene su peso, probablemente superior al de un trepa argentino, catalanizado a toda prisa en pos del medro personal. Además, la ley está de su parte, pues obliga a colgar el retrato del Rey en dependencias oficiales. Ya sé que esa ley te la pasas por el arco de triunfo, pero vete haciendo a la idea de que Felipe VI acabará en tu querido salón de plenos.

Los republicanos profesionales son así. ¿Para qué perder el tiempo con aburridos problemas municipales cuando te lo puedes pasar pipa revisando el nomenclátor de la ciudad en vistas a eliminar referencias borbónicas? En esa línea iba María José Lecha, notable lumbrera de la CUP, cuando propuso dedicarle una calle a Buenaventura Durruti, célebre serial killer con coartada anarquista. El republicanismo, además, es compatible con el soberanismo, que también ayuda a medrar, ¿verdad, Gerardo? Por eso sonreías comprensivo en el balcón mientras Bosch colgaba la estelada y tratabas de impedir que Fernández Díaz exhibiera la bandera española, lo que te granjeó el crudo tuit de Girauta, "Saca tus sucias manos de mi bandera".

No sé si Pisarello es peronista. Como hombre de izquierdas no debería serlo, por más que el general dejara un confuso legado ideológico que va de la extrema derecha a la extrema izquierda, pero igual sí es fan de Palito Ortega, que llegó a gobernador de la provincia de Tucumán, cuna de figuras tan señeras como él mismo o la monja Caram. Igual si le dejamos colgar un retrato del creador de 'La chevecha' y 'La felicidad, ja, ja', se aviene a acoger a Felipe VI y evitamos tener que pasar a mayores. Hablando se entiende la gente y nunca se alaba lo suficiente la voluntad de diálogo.