Gracias a una investigación del diario Ara, convenientemente entorpecida por la administración autonómica, hemos descubierto que en el parlamentillo rige un chollo soberbio para sus funcionarios que atiende por el eufemismo de “licencia por edad” y que permite a sus beneficiarios cobrar sin trabajar unos sueldos muy espléndidos que oscilan entre los 4.000 y los 10.000 euros al mes, chollo al que podías acogerte si tenías más de sesenta años y llevabas más de quince haciendo como que servías a la patria desde su principal institución política. Te caían los sesenta palos, pedías la bendita “licencia por edad” y seguías chupando del bote sin dar golpe hasta que te llegara la jubilación fetén a los sesenta y cinco (o a los sesenta y siete). Planazo.

Ante el (relativo) escándalo (aquí ya estamos todos curados de espantos) propiciado por la investigación del Ara, Laura Borràs ha salido a decir que igual hay que revisar el chollo en cuestión, aunque nos ha pedido que entendamos que la cosa arranca en 2008, cuando, según ella, el contexto era muy diferente al actual. ¿En qué consistía la diferencia? Hasta ahí no han llegado las explicaciones de la Geganta del Pi, quien considera que debemos darnos por satisfechos con sus promesas de poner coto al despilfarro, que no incluyen medidas retroactivas porque es imposible (tampoco explica los motivos de dicha imposibilidad). Así pues, nada deben temer los veintiún afortunados que disfrutan actualmente de la dicha, vedada para el común de los mortales, de vivir sin trabajar, quienes podrán seguir recibiendo unos sueldos que, en algunos casos, superan los de conseller y hasta se acercan al de president de la Generalitat. ¡Será por dinero!

Hace tiempo que la prodigiosa autoestima de la clase política catalana da qué pensar. Es evidente que se trata de gente que se valora mucho a sí misma, aunque la población no siempre comparte su punto de vista. En Cataluña, los consejeros regionales cobran más que los ministros nacionales, y el presidente del Gobierno español suele cobrar la mitad que quien preside la pomposa gestoría local que conocemos como Generalitat. Nuestros expresidentes, aunque hayan durado poco en el cargo, se jubilan con una pensión sensacional, disfrutan de una oficina personal para cultivar su pensamiento profundo, tienen a su disposición secretarios y ayudantes y coche oficial con chófer, ¡y ni siquiera se les obliga a dejar de incordiar!: no hay más que ver a Quim Torra, que no deja de dar la chapa desde el palacete gerundense que le hemos cedido para... ¿Para qué? Lo ignoro, pero es como si hubiera un plus de catalanidad que permite a nuestros políticos montárselo mucho mejor que a los del resto de España. Será que nos sobra el dinero y no nos hemos dado cuenta.

Juraría que la independencia es tan solo el lema aparente de nuestros políticos lazis, y que el real es la desfachatez. La práctica del si cuela, cuela es constante. Mientras Laura Borràs dice que va a tomar cartas en el asunto para poner un poco de orden en lo de la “licencia por edad”, Joan Ignasi Elena asegura que, en lo que a él respecta, antes muerto que amparar la corrupción, y justifica (o lo intenta, con resultados no muy afortunados) el destierro del intendente Rodríguez a Rubí o la plaza de analista sin agentes a sus órdenes que le acaba de ofrecer al mayor Trapero (al que ya imagino en su nuevo despachito, más solo que la una, haciendo sudokus y redactando informes que no leerá ni el señor Elena ni nadie).

Estamos en manos de una gente que tiene una jeta que se la pisa y que intenta constantemente tomarnos por idiotas. Elena sabe que lo suyo ha sido una purga supervisada por el beato Junqueras. Borràs sabe que el contexto de 2008 era exactamente el mismo que el de 2022 (o peor: la caída de Lehman Brothers inauguraba una crisis económica fenomenal). Ambos saben que solo les creen los responsables de ciertos diarios digitales que viven de la sopa boba gubernamental. Mentir y manipular viene con el sueldo y, además, su desfachatez no suele recibir castigo alguno. Van a su bola y cuando los pillan lo niegan todo o lo retuercen de la manera que más les conviene, conscientes de que la mayoría parlamentaria les permitirá ignorar las quejas de la oposición. Ya lo saben: la “licencia por edad” tenía toda la lógica del mundo en 2008, cuando ustedes empezaban a pasar hambre, y la comisaría de Rubí es un gran destino (y tú, a analizar, Trapero). Y ya puestos, no sé a qué esperamos para aceptar pulpo como animal de compañía.