Pintan bastos para Laura Borràs y sus secuaces en el partido que dirige Jordi Turull con mano de hierro en guante de seda. Dicen de él que no es hombre dado a las ejecuciones, prefiriendo que los que han caído en desgracia se vayan muriendo de asco lentamente, y eso es lo que parece estar pasando con la banda Borràs, que está siendo diezmada paulatinamente en los últimos tiempos.
Primero cayó Cristina Casol, tras denunciar un supuesto acoso por parte de unos compañeros del partido a los que no identificó (extraña iniciativa que hasta ahora solo se había dado en la CUP). Hace unos días se dio de baja de sus deberes políticos Jaume Alonso-Cuevillas, quien no ha sido especialmente llorado por la mayoría de Junts, donde se afirma que, total, el leguleyo no daba un palo al agua y practicaba por sistema el absentismo laboral (que costaba verle por el Parlament, vamos), por lo que les parece muy bien que vuelva a hacer de abogado.
A Borràs le quedan sus fieles Aurora Madaula (que también está dando la chapa con un supuesto acoso a cargo de gente que tampoco identifica), Francesc de Dalmases (que es a su Laura lo que Robin a Batman) y Ester Vallès (de la que, lo reconozco, no había oído hablar en mi vida). De todos ellos, da la impresión de que Madaula va a ser la primera en ser fulminada discretamente por Tururull en cuanto se recupere de sus recientes parraques.
Hace tiempo que en Junts hay dos corrientes, la de los aturullados (muy dados a las declaraciones rimbombantes de cara a la galería que no se corresponden con el pragmatismo que practican, una manera de actuar muy parecida a la de ERC: todos saben que la independencia ni está ni se la espera y se conforman con cortar el bacalao en el terruño, pero tienen que conservar la confianza de sus hooligans a fuerza de machadas verbales y farfollas varias) y la de los borrascosos (devotos de la unilateralidad y convencidos de que Cataluña ya es independiente, pero solo falta por resolver algún que otro fleco, como implementar dicha independencia, que es como si yo dijera que tengo un yate y que solo me falta una futesa como comprarlo).
Laura Borràs empezó a hundirse cuando se conocieron sus trapisondas al frente de la ILC (Institució de les Lletres Catalanes) para beneficiar económicamente a un amiguete llamado Isaías y conocido coloquialmente, me pregunto por qué, como el camello de Convergencia. En Junts se dieron cuenta rápidamente de que, en contra de lo que sostenía Borràs, la justicia no la perseguía por independentista, sino por presunta mangante. Y eso la convirtió ipso facto en un ídolo con los pies de barro, en una lideresa con una grave tara moral que la excluía de una posible amnistía. O sea, que, tarde o temprano, habría que deshacerse de ella y de su pandilla basura, que es lo que está sucediendo ahora mismo, aunque de forma discreta y sin alharacas.
Es evidente que Alonso-Cuevillas se ha coscado rápidamente de la situación y ha optado por no plantar cara y desaparecer por el escotillón: volverá a ejercer de abogado a tiempo total, de la misma manera que se hizo independentista después de haber militado de joven en la extrema derecha española (un amigo que hizo la carrera con él lo recuerda con pulserita rojigualda en la muñeca, hablando siempre en castellano e identificándose como Jaime, no Jaume), demostrando una vez más que, pase lo que pase, él siempre consigue flotar como un corcho.
Convenientemente eliminada Aurora Madaula, algo que ocurrirá más temprano que tarde, a la Geganta del pi solo le quedará su sidekick oficial, Francesc de Dalmases, quien, a su vez pasará a mejor vida en cuanto su jefa sea convocada a juicio, momento ideal para que Tururull se libre de ella. Cuando eso suceda, ¿qué futuro político se puede prever para la banda Borràs? Como no se apunten a la lista cívica de Dolors Feliu (no se sabe si esa iniciativa fructificará porque tampoco se sabe si la señora Feliu sobrevivirá a las próximas elecciones de la ANC), no sé yo dónde se van a meter. De hecho, la única que cuenta con una alternativa razonable es la propia Laura Borràs, que para algo es funcionaria del Estado (opresor) y puede reincorporarse a la docencia universitaria. Ya me la imagino en el aula con su fiel Dalmases sentado en la sillita de al lado, de donde solo se levantaría para pasar el borrador por la pizarra o poner en marcha el power point de turno. Sic transit gloria lazi.