Llama la atención la falta de encuestas sobre un tema tan controvertido como el modelo lingüístico escolar catalán basado en el uso exclusivo del catalán como lengua vehicular. Ni CEO, Ni CIS, ni encuestadores privados preguntan sobre la preferencia de los catalanes en materia de lengua y escuela.

Como nada es casual en política, y menos en una cuestión tan polémica como esta, habrá que pensar que esta falta de interés por conocer la opinión de los catalanes a este respecto responde a razones políticas, concretamente a no poner en cuestión la tesis oficial de la Generalitat, los partidos nacionalistas y el PSC y los comunes. Según esta tesis oficial, no existe ningún problema, toda va viento en popa, es un modelo de éxito, los alumnos --milagro-- con dos horas a la semana de lengua castellana tienen el mismo nivel que en el resto de España, lo de algunos políticos  cuasianalfabetos en castellano es una anécdota y, salvo algún desarraigado, todo el mundo da por bueno el sistema. Según la tesis oficial, el escrache al que son sometidos los padres y los niños que piden el cumplimiento de las sentencias del Tribunal Supremo sobre el uso del castellano como lengua vehicular en un 25% de las materias carece de relevancia a la hora de desincentivar las peticiones individuales.

No obstante, sí que existe al menos una encuesta, de GAD 3, empresa líder en el ranking de encuestadoras en los últimos años por su acierto, encargada por SCC hace unos años y que ha pasado desapercibida por el poco interés mediático. Ya sabemos de que pie cojean los medios públicos y los del editorial conjunto.

La encuesta, con una muestra de 1500 personas, preguntaba: según su opinión, ¿cómo cree que debería ser la enseñanza básica en Cataluña?:

-trilingüe (igual catalán, castellano e inglés), 33,8%

-bilingüe (igual catalán que castellano), 28,2%

-la mayor parte en catalán y alguna asignatura en castellano, 19,8%

-sólo en catalán, 14,4%

-la mayor parte en castellano, 2,1%

-sólo en castellano, 1,1%

-NS/NC, 0,6%

Para los desconfiados sobre la muestra, señalar que la misma encuesta dio resultados muy parecidos a los del CEO y el CIS en preguntas como el sentimiento de pertenencia o sobre la independencia. En concreto el 52,9% se declaraba no independentista y el 44,25% independentista. Sobre el sentimiento de pertenencia, el 26,1% se declaró exclusivamente catalán y el 34,6% tan catalán como español, por resaltar lo más significativo.

Así pues, volviendo sobre la lengua en la enseñanza, cuando se pregunta a los catalanes de forma directa sobre sus preferencias, responde lo que me parece lógico: mejor que los niños y niñas aprendan en dos o tres lenguas, que en una. Y esta es una respuesta no sólo de castellanohablantes sino también de muchos catalanohablantes que consideran que el conocer correctamente el castellano --no sólo entenderlo o expresarse bien oralmente para hacerse entender más o menos-- es una riqueza cultural y una ventaja de cara al mercado laboral en Cataluña, en España y en el mundo.

Vivimos tiempos en que cualquier argumento que ponga en duda lo políticamente dominante es criminalizado. Si se critica el velo islámico por machista, como hace cualquier feminista en un país musulmán, serás acusado de racista o --misterios de la vida-- de antifeminista. Si se defiende la enseñanza trilingüe en Cataluña, eres un fascista que quiere la desaparición del catalán. Hasta la propia Generalitat ha sido cuestionada cuando ha intentado corregir, aunque fuera ligeramente, la aberración actual. En Cataluña, como ha quedado claro en el TS, los gobernantes se pliegan a los ayatolás de las redes sociales para tomar sus decisiones.

Mi lengua materna es el catalán.  Mi educación, en francés y castellano. Siempre he tenido dificultades para tener un léxico técnico en catalán y escribirlo sin faltas. Seguramente por ser mucho más torpe que la mayoría, si hago caso a la doctrina oficial en Cataluña.

No es ni ético, ni democrático, ni responde a los intereses objetivos de los catalanes, imitar a Franco pero a la inversa. El objetivo de ingeniería social es criar patriotas independentistas que identifiquen el castellano como algo ajeno y que su desconocimiento refuerce su vinculación emocional con el independentismo. Poca confianza tienen los indepes en la fortaleza de sus ideas. Si la tuvieran, recordarían que la mayoría de independencias se han hecho en la lengua de la metrópolis y que querer tener voto cautivo a base de amputar los conocimientos idiomáticos de los ciudadanos no es propio de patriotas sino de déspotas. A pesar de todo, soy optimista: el nacionalismo franquista no consiguió sus objetivos, el nacionalismo secesionista tampoco lo hará.