No sé si sigue en pie aquel acuerdo franco-español según el cual nos devolvíamos a nuestros respectivos mangantes si trataban de buscar refugio en el país vecino, pero la visita hace unos pocos días de unos gendarmes a Prada de Conflent para averiguar si se esperaba la visita de Carles Puigdemont permite intuir que igual ese acuerdo se mantiene inalterable y el presidente más legítimo de tos els que es fan i es desfan corre el riesgo de acabar esposado y entregado a la Guardia Civil si se le ocurre acudir a las sesiones de la célebre Universitat Catalana d´Estiu que se celebra cada año en esa localidad de la Catalunya Nord (también conocida como el sur de Francia). Por si acaso, a Puchi no se le espera en Prada y da la impresión de que va a tener que pasar sus largas vacaciones estivales en la Casa de la República y en la amena compañía del pianista Comín y el rapero Valtonyc. Y aunque todos sabemos que su vida laboral es prácticamente indistinguible de sus períodos de ocio, yo creo que el hombre hubiese agradecido poder darse un garbeo por Prada y recibir los parabienes de todos esos estudiantes patrióticos cuya estancia, según hemos descubierto recientemente, les sale prácticamente gratis porque la Generalitat los subvenciona generosamente con nuestro dinero (¿el de quien, si no?).

Si lee en Internet la prensa catalana desde su sillón favorito del palacete de Waterloo, tampoco se va a llevar demasiadas alegrías. Según una reciente encuesta, el número de independentistas entre la juventud ha bajado considerablemente desde el último recuento (unos seis puntos), mientras sube el número de personas que tienen el castellano como lengua habitual y el de los que ya se apañan con una autonomía y no se pirran precisamente por la independencia. Imagino a Puchi leyendo estas terribles noticias y preguntándose para qué se tomó la molestia de declarar una independencia de ocho segundos y meterse en el maletero de un coche para evitar las consecuencias de semejante desahogo. Por poco sensible que sea, la melancolía debe estar haciendo mella en él, pues es la lógica consecuencia de los esfuerzos inútiles, como todo el mundo sabe.

Mientras él se aburre como una seta en Waterloo, los jóvenes se descuelgan de la independencia y la gente no se apea del castellano. Dada su situación, no creo ni que tenga derecho a acoger a cuatro o cinco afganos que les echen una mano a Matamala y a Valtonyc a la hora de pasar la fregona por la Casa de la República y limpiar los platos que se acumulan en el fregadero. No cuesta nada, pues, imaginar a un hombre preguntándose para qué ha servido la reconquista de la Cataluña catalana en general y la suya en particular (o sea, la legal y la ilegal), un hombre que se aburre mortalmente en una casa demasiado grande cuyo alquiler cada mes cuesta más pagar porque la Caja de Resistencia se va vaciando de manera acelerada y no se rellena a la velocidad de antaño, cuando abundaban los patriotas dispuestos a quitarse los mejillones de la boca para dárselos al presidente semi mártir. En su situación actual, hasta una vueltecita por Prada habría sido bien recibida, pero la ominosa aparición de los gendarmes seguro que habrá movido a Gonzalo Boye a aconsejarle que no se acerque por Francia, pues no va a colar la teoría de que en realidad se halla en la Cataluña Norte.

Y mientras tanto, en Amer, los xuxos pudriéndose en el escaparate de la pastelería familiar. Si es que no se los zampa todos Cotarelo, claro, lo que también podría ser. Y no por gula, sino por patriotismo, que quede claro.