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Cómo vivir en más de un lugar a la vez o el auge de los escritores bolivianos

Autores como Hasbún, Colanzi o Rivero juegan con la idea de frontera y la inexistencia de patrias, pero desde la identidad y la complejidad de la lengua española

8 agosto, 2021 00:00

Cuando al escritor boliviano Rodrigo Hasbún  le preguntan sobre su experiencia migratoria, siempre piensa en su abuelo palestino, que llegó a Bolivia cuando tenía 17 años, y en cómo debió esforzarse por aprender el idioma y las costumbres, por asimilarse lo más posible y hacerse a la idea de que no iba a volver en mucho tiempo a Palestina.

“Entonces emigrar era una experiencia muy fuerte. Ahora es diferente, estamos mucho más presentes en el lugar del que nos hemos ido, más conectados, hablando con la gente de allí cada día, leyendo las noticias...  Y esa es la experiencia que a mí me interesa contar. ¿Qué significa vivir en más de un lugar a la vez, quedar suspendido entre lugares, queriendo ir y queriendo volver al mismo tiempo?”, se planteaba Hasbún en una charla online sobre literatura organizada el pasado junio por Casa América Catalunya.

Hasbún (Cochabamba, 1981) pertenece a una nueva generación de escritores bolivianos que ha logrado traspasar fronteras y hacerse un hueco en la escena literaria internacional al apelar temas tan universales como la identidad, la migración, el arraigo y la cultura, más allá de mapas y aduanas.

Recordar la infancia

“La migración es una experiencia crucial en la Bolivia de hoy en día”, insistió Hasbún, autor de  novelas como Los afectos (2015), traducida a más de diez idiomas, y  Los años invisibles (Literatura Random House, 2020), entre otras.

En Los afectos, el autor cuenta la historia de Hans Ertl, un alemán excéntrico que trabajó como camarógrafo de la cineasta Leni Riefenstahl y que tras la guerra emigró a La Paz junto a sus tres hijas y su esposa.  “A mí me importa mucho la experiencia de los personajes, su posición dentro de esos lugares, cómo va cayendo el mito del origen: ¿qué significa irse? ¿Llegar? ¿La posibilidad de irse o llegar?”, explicó Habsún, que reside en Houston, en EEUU, desde hace más de diez años.

Rodrigo Hasbún, escritor boliviano / EP

Rodrigo Hasbún, escritor boliviano / EP

Su novela más reciente, Los años invisibles, cuenta precisamente la historia de dos amigos de la adolescencia que se reúnen una noche en un bar de Houston para beber y recordar su infancia en Cochabamba, un lugar que consideran cerrado y cargado de prejuicios, al que no quieren regresar nunca más. 

“Todos mis personajes tienen la opción de reinventarse, de acomodarse a las nuevas dinámicas de un lugar desde el anonimato”, explicó el escritor boliviano.

La idea de ciudad o lugar como un ente vivo que interactúa con los personajes —los expulsa y a la vez exige que vuelvan —está también muy presente en las obras de Giovanna Rivero (Montero, 1972) otra autora boliviana afincada en EE.UU, donde llegó para estudiar escritura y  literatura hispanoamericana hace casi veinte años. Rivero es autora de varias novelas y libros de cuentos, como  98 segundos sin sombra (Caballo de Troya, 2014) Tierra fresca de su tumba, una colección de relatos fantásticos inspirada en historias migratoria de diferentes lugares, publicada en febrero de este año por la editorial Candaya.

Giovanna Riveroy la portada de su libro Tierra fresca de su tumba / CG

Giovanna Riveroy la portada de su libro Tierra fresca de su tumba / CG

“No hay patria”, dice el protagonista de uno de los cuentos, que narra la historia de un grupo de muchachos de una tribu de Canadá forzados a reconstruir su hogar lejos de su aldea natal. 

VIvir en el extranjero

“Vivir en el extranjero me ayudó a hacer caer uno de los mitos de mi infancia, la idea de que existe una bolivianiedad, definida principalmente como la falta de mar”, explicó Rivero, recordando que cuando era pequeña, cada 23 de marzo tenía que participar en un desfile cívico “en honor a ese mar fantasma que nos arrebataron los chilenos, y que debíamos recuperar. Como si fuera una especie de encargo histórico transgeneracional que debíamos conseguir a toda costa”, añadió.

Para Rivero,  identidad o nacionalidad son conceptos sinsentido. “Al crecer en un pueblo pequeño de provincias me di cuenta de las provincias no pueden retar las ideas totalitarias de país y eso me sirvió para entender que la idea de patria era un invento y que, por tanto, también podía ser reinventado por cualquiera. Mis personajes migrantes tienen esta experiencia mutante, están abiertos a cambiar la idea de patria”, comentó. 

Para Liliana Colanzi (Santa Cruz, Bolivia, 1981), autora de libros de relatos como Vacaciones permanentes (2010) , Nuestro mundo muerto (2016) y Chaco (2020), su experiencia migratoria vino muy marcada por el hecho de haber crecido en un pueblo fronterizo con Brasil, en plena selva, donde su padre, extranjero, fue trasladado por trabajo.

“Mi padre llegó a Bolivia con 17 años y su español estaba atravesado de palabras del portugués, algo que cuando era más chica me avergonzaba”, comentó la autora durante la charla. Colanzi, que reside en Ithaca, Nueva York, y trabaja como profesora de literatura en la universidad de Cornell, confiesa que una de las cosas que más le abrieron la mente como inmigrante en EEUU fueron las dificultades con el idioma:

“Esos tropiezos a la hora de expresarnos son siempre una barrera para recordarnos nuestra condición de otros, de inmigrantes, en un país al que pertenecemos y a la vez no pertenecemos del todo”, reconoció.

En Bolivia mismo, añadió, “el buen hablar, el correcto hablar, es una excusa para discriminar a campesinos que hablan con palabras del aimara, del quechua.. y por ello son objeto de burla”.

Romper las palabras

Por esta razón, Colanzi dice que su escritura “ha desordenado” su relación con las palabras: “me gusta romperlas, incorporar expresiones incorrectas, porque creo que hay una belleza en este lenguaje torcido”, dijo.

“No se puede ser purista con la lengua”, comentó Rivero. “La lengua es un viaje constante, no sabes si estás diciendo bien o mal una palabra en inglés, o si estás creando una tercera lengua, un tercer código. Y me parece interesante arrastrar este tercer código al mundo literario, a los personajes, porque ayuda a descifrar el mundo tal y como es”, añadió.

Hasbún, que en Houston se dedica a impartir clases de escritura creativa en español, cree que el ejercicio literario más interesante en estos momentos reside en valorar la gran variedad de usos que tiene el castellano en todo el mundo, y que en lugares como Houston conviven puerta a puerta: 

“Está el uso colombiano, venezolano, mexicano, boliviano..  nuestro idioma tiene una riqueza tan enorme que te obliga a tomar posición, a cuestionarlo más profundamente, y todo eso acaba desembocando en la escritura misma”, opinó Hasbún. Y concluyó: “Hasta hace unas décadas la literatura que se hacía en los países latinoamericanos se escribía con deseo de llegar a cierta neutralidad, pero ahora es más bien lo contrario, indaga en las diferencias, haciendo torcimientos y contaminaciones, sin temer a los usos locales”.