Después de dos semanas de interrogatorios a los acusados en el Tribunal Supremo por diversos delitos en relación al procés, algunos medios de comunicación, sobre todo separatistas pero también otros que apuestan por una sentencia lo más leve posible, ya han concluido que la Fiscalía no está pudiendo demostrar la rebelión y tampoco la sedición, delito por el que sí acusa la Abogacía del Estado junto a la malversación. Sorprende encontrarse con afirmaciones rotundas y taxativas, tanto en artículos de prensa, radio o en redes sociales, cuando el juicio no ha hecho más que empezar y todavía no se ha entrado en el examen de las pruebas testificales, documentales y periciales. Los interrogatorios tienen un valor relativo, excepto que se reconozcan los delitos, porque los acusados pueden mentir y no están obligados a responder a las preguntas de las acusaciones, como se ha visto en los casos de Oriol Junqueras y Raül Romeva, que solo han querido hacerlo a las cuestiones planteadas por su abogado Andreu Van den Eynde.

Es cierto que la oralidad de los representantes del ministerio Fiscal y la Abogacía ha sido en general gris, con excesivos titubeos, reflejando por ejemplo una falta de familiaridad con las redes sociales, e incluso cometiendo algunos errores factuales sobre la cronología y confundiendo algunos nombres, lo que resulta llamativo en una causa tan importante y bajo un foco mediático tan escrutador. Es cierto que lo sucedido a lo largo del procés ha sido en extremo cacofónico, con una sucesión de declaraciones y resoluciones, impugnaciones y suspensiones, con muchos protagonistas y un sinfín de plataformas e iniciativas de las que es fácil perder la cuenta. Con todo, da la impresión de que hay un déficit de interiorización de la cronología por parte de los fiscales, que a veces no han acertado a diferenciar en sus preguntas lo esencial de lo accesorio o anecdótico.

Los acusados, en general bien aconsejados por sus abogados, han aprovechado para hacer teatro y lanzar alegatos acusatorios contra el Estado, enfatizando el carácter político, pacífico y simbólico de sus actos, sin trascendencia jurídica, como nuevamente insistió ayer Carme Forcadell. Nunca nos acostumbraremos lo suficiente al hecho de que al separatismo no le importa la contradicción lógica y es capaz de afirmar a una cosa y la contraria a la vez. En este sentido, Junqueras está hoy mucho más cerca de Carles Puigdemont que del resto de los acusados, incluyendo los de su propio partido. Recordemos que el líder de ERC declaró la semana pasada en el juicio que “el resultado de la votación del 1 de octubre fue abrumadoramente a favor de la independencia”, y que la voluntad de diálogo consistía en “cómo lo implementábamos”. También el expresident lamentó anteayer en una entrevista en la BBC haber suspendido la DUI pero, añadió en tono de aviso, que “la declaración está ahí”. Esta coincidencia en la radicalidad tal vez sea porque ambos siguen rivalizando por el liderazgo del movimiento independentista. Mientras casi todos los acusados diluyen los hechos de septiembre y octubre de 2017 en una manifestación política sin carácter concluyente, Junqueras y Puigdemont mantienen que ya se votó la secesión y no renuncian a materializarla en algún momento. Exactamente lo mismo que cree Quim Torra, aunque no tenga más remedio que seguir pleiteando por un referéndum pactado con el Estado bajo el argumento falaz de que el 80% de los catalanes quiere votar la autodeterminación.

Ante el juicio, los medios y los analistas soberanistas se precipitan, antes y ahora. Hace unas semanas afirmaban que la sentencia estaba escrita de antemano y lo fiaban todo a Estrasburgo. Se equivocan porque el TEDH no va a juzgar de nuevo el proceso, y es evidente que el presidente de la sala Manuel Marchena iba a estar particularmente atento a que se cumpliesen todas las garantías como estamos viendo. También se precipitan ahora cuando ya dan por hecho que la rebelión no se podrá demostrar porque “la violencia no aparece por ninguna parte”, concluyen a la vista de los interrogatorios. Tal vez, ya veremos. Pero también es evidente que el procés no fue tan pacífico como afirman. Había un plan para desbordar al Estado en la calle y lograr la secesión de hecho, aunque finalmente los líderes independentistas no materializasen sus promesas de ir hasta el final y todo acabase en una especie de fake DUI que ahora hasta TV3 reconoce. En definitiva, es muy pronto para anticipar resultados, falta mucho juicio por delante y lo importante empieza ahora.