El independentismo es una olla de grillos, todos emitiendo sus sonidos agudos y monótonos al mismo tiempo, pero el que más grita siempre es Carles Puigdemont. La semana se abrió con el recurso del expresident al Tribunal Constitucional (TC) contra la Mesa del Parlament y se cierra con la constitución de la Crida Nacional, un partido que dice no ser un partido y que pretende buscar la unidad del independentismo por el sencillo y contradictorio procedimiento de crear una nueva organización que se suma a la ya existentes. Entre medio, se han librado nuevas batallas por la alcaldía de Barcelona y cara a las elecciones municipales y europeas de mayo, y en todas aparece la larga mano del “exiliado de Waterloo”.

El lunes se conocía que Puigdemont había recurrido al TC porque entiende que la Mesa del Parlament, de mayoría secesionista, vulneró su derecho a acceder en condiciones de igualdad a cargos públicos cuando se decidió, tras meses de desacuerdo y parálisis del Parlament, que los diputados suspendidos por el juez Pablo Llarena delegaran su voto en otros compañeros de grupo parlamentario para mantener la mayoría. ERC cumplió el acuerdo, pero Junts per Catalunya (JxCat) no lo hizo y cuatro diputados no delegaron el voto por lo que el independentismo perdió la mayoría en la Cámara. Ahora, Puigdemont afirma en su recurso que “la actuación de la Mesa es una decisión arbitraria, sin base jurídica y sin motivación válida alguna” y la impugna ante el tribunal que en septiembre había considerado “deslegitimado, desprestigiado y politizado hasta niveles impropios” y “conchabado con el Gobierno”. El mismo tribunal al que, según la resolución aprobada en el Parlament el 9 de noviembre del 2015, nunca había que obedecer y de cuyos requerimientos se había burlado Puigdemont en abril del 2017 fotografiándose con ellos en el Palau de la Generalitat.

Aunque JxCat alega que se trata de una cuestión técnica para poder acudir al Tribunal de Estrasburgo --innecesaria porque los suspendidos ya habían recurrido en amparo--, ERC interpreta que es un episodio más de la guerra que Puigdemont libra contra los republicanos, a los que no perdona que el presidente del Parlament, Roger Torrent, no desobedeciera al TC y aplazara la sesión del 30 de enero del 2018 en la que el fugado a Bélgica debía ser investido a distancia. El recurso coincide además con nuevos movimientos de JxCat para intentar de nuevo la investidura telemática de Puigdemont. Incluso el expresident ha declarado que estaría dispuesto a volver para ser investido, afirmación que no se cree nadie dados los antecedentes. ERC alega además que no fue informada del recurso, como aseguran los seguidores de Puigdemont en la Mesa del Parlament.

Entre tanto, a media semana se conoció que Joaquim Forn, preso en Lledoners, había aceptado encabezar la candidatura posconvergente a la alcaldía de Barcelona. Pero se desconoce aún si esa candidatura será del PDeCAT o de la Crida porque las relaciones entre ambas formaciones siguen siendo muy tensas. Forn será el número uno, pero seguirá previsiblemente en prisión por lo que en realidad la cabeza de cartel será la número dos, seguramente Elsa Artadi, representante de la Crida, pues no en vano rompió el carnet del PDeCAT antes de las últimas elecciones del 21-D. Quien ganó las primarias del PDeCAT, Neus Munté, también se integrará en la lista, pero no la encabezará, demostrando una vez más para qué sirven las primarias.

Los puigdemontistas han aprovechado la decisión de Forn para presionar de nuevo a ERC con el objetivo de formar una candidatura de todo el independentismo para no perder la alcaldía de Barcelona. Ernest Maragall y Esquerra, sin embargo, siguen resistiéndose con el argumento de que separados suman más votos. Las presiones alcanzan también a la lista para las europeas en las que ERC va con el Bloque Nacionalista Galego (BNG) y Bildu, y en las que ni siquiera es probable una candidatura del PDeCAT (aliado ahora al PNV) con la Crida.  

Y para preparar la sesión constituyente de la Crida, ayer sábado, la ANC difundió el jueves un vídeo en el que se mencionan todos los incumplimientos del independentismo y del Govern “autonomista” desde el 21-D (investir a Puigdemont, “restituir el Govern legítimo”, aprobar las 16 leyes suspendidas por el TC, poner en marcha la Hacienda catalana y crear la “asamblea de electos”) en línea con la amenaza hecha el 22 de diciembre de que si Quim Torra no cumplía sería “sustituido”.

Registrada como partido en el Ministerio del Interior desde el 8 de enero, la Crida se constituyó con la incógnita de sus futuras relaciones con el PDeCAT. Dos terceras partes del partido neoconvergente quieren mantener su identidad y no admiten la doble militancia en el PDeCAT y la Crida, que tendrá a Puigdemont como presidente fundador, a Jordi Sànchez como presidente y a Toni Morral como secretario general, los dos últimos, curiosamente, procedentes de Iniciativa per Catalunya.

La Crida no menciona la unilateralidad en su ponencia política, escrita por Sànchez, y aboga por la no violencia y la movilización cívica, pero no renuncia a la desobediencia si el “diálogo” no permite ejercer el derecho de autodeterminación. Apuesta asimismo porque una hipotética Cataluña independiente sea “un socio comprometido y fiable” de la Unión Europea. Bonitos propósitos cuatro días después de que Puigdemont declarara al diario ruso Komsomólskaya Pravda que la actitud europea ante la situación de Cataluña “es una vergüenza y la completa destrucción de la autoridad moral de la UE”.