A la incoherencia la llaman complementariedad. Eso es lo que ha hecho la portavoz del Govern, Patrícia Plaja, para explicar por qué, según la Generalitat, no es una incoherencia que mientras el president, Pere Aragonès, asiste a la cumbre hispano-francesa del 19 de enero en Barcelona, su partido, del que es coordinador general (número dos), se manifieste contra la reunión.

“Son dos actos complementarios”, dijo el martes Plaja. “El independentismo tiene que estar en todas partes, no regalar espacios”, añadió, precisando que el Govern como tal no participará en la manifestación, aunque la entiende y la respeta. La otra portavoz de ERC, la del partido, Marta Vilalta, hizo unas declaraciones parecidas. “Es coherente poder estar en todos los espacios y no dejar ninguna silla vacía”, afirmó, al tiempo que negaba que hubiera contradicción alguna.

Pero la contradicción y la incoherencia existen porque las ve todo el mundo menos las portavoces de ERC, que parece que nos quieran tomar por tontos. La incoherencia es tal que otras fuentes del partido se han ocupado de destacar que la protesta republicana es “en positivo” y que no se trata de rechazar la celebración de la cumbre, sino de reivindicar el referéndum de autodeterminación en una cita internacional.

Pero resulta que la mayoría de los convocantes, el Consell de la República de Carles Puigdemont, Junts per Catalunya y la ANC, no se manifestarán para pedir un referéndum, que consideran que ya se hizo el 1 de octubre de 2017, con lo cual la pretendida recuperación de la unidad independentista es solo transitoria e instrumental, sin que en el fondo hayan variado las enormes diferencias existentes entre los principales partidos.

En lo único que coinciden los convocantes es en el rechazo a las declaraciones del ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, en las que  presentó la cumbre como un acto de certificación de que el procés estaba muerto. Nada muy distinto de lo que viene repitiendo el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, aunque Bolaños cometió un error al vincular tan directamente la cumbre al final del procés.

Antes incluso de las declaraciones que Plaja y ERC han calificado de “provocación”, Waterloo tocó primero el pito de la movilización porque no se podía tolerar que los dos Estados que supuestamente oprimen a Cataluña se reunieran en Barcelona. Josep Lluís Alay, estrecho colaborador de Puigdemont, llegó a calificar la cita como la “enésima versión del Tratado de los Pirineos”, de 1659, que significó para Cataluña la pérdida de las comarcas del Norte, que quedaron bajo soberanía francesa.

Después se añadieron Junts, la ANC, Òmnium Cultural y ERC, que no se ha querido descolgar de la movilización, como sí ocurrió en la última Diada, pese a tener que enfrentarse a la contradicción de manifestarse contra una cumbre en la que participará, como debe ser, el presidente de la Generalitat. Pero Aragonès tampoco necesita justificar su presencia, como ha hecho, para defender los intereses catalanes y las buenas relaciones con Francia.

La cuestión es que el agravio nunca falta. ¿Qué hubiera dicho ERC si la Moncloa no hubiera invitado a Aragonès a la cumbre? ¿No hubiera sido mayor la afrenta de celebrar en Barcelona una reunión entre Pedro Sánchez y Emmanuel Macron sin invitar al presidente de la Generalitat?

El agravio de ahora son unas desafortunadas declaraciones de Bolaños en las que dijo, por otra parte, lo que muchos –incluso entre los independentistas— piensan, pero callan. El procés tal como se conocía hasta ahora ha acabado y no podrá quejarse ERC de que Sánchez no haya cumplido con una parte sustancial de sus exigencias, con la derogación del delito de sedición y la reforma del de malversación, lo que ya beneficia a los dirigentes independentistas y puede perjudicar muy seriamente al presidente del Gobierno.

Que el procés haya acabado no quiere decir que el independentismo haya desaparecido ni vaya a hacerlo. Pero, frente a quienes pronostican que la próxima cesión de Sánchez será el referéndum acordado que reclama ERC como la nueva fase del procés, el Gobierno español, aunque siga en el poder Sánchez, no va a autorizar nunca un referéndum de autodeterminación.