Hace 20 años ETA asesinó a Ernest Lluch. Aquella tarde, el director de El Vallès tenía que dar una conferencia a los políticos, empresarios, hombres de la cultura. Y luego, asistir a una cena de gala en el Hotel Ciutat de Granollers, que era el acto social más importante de la comarca. No hablé de otra cosa que del asesinato. Lluch era una víctima y un hombre de paz.

Hace 50 años se celebró el denominado Proceso de Burgos. Yo era un adolescente de 13 años cuando condenaron a la cúpula de ETA por haber asesinado a dos miembros de la policía armada. Ese proceso mitificó en el País Vasco a la banda terrorista, y en toda España sedujo a la mayoría de las izquierdas --no a todas-- porque esos gudaris combatían la dictadura. El tribunal militar sentenció pena de muerte, pero el Jefe del Estado lo conmutó a cárcel por la mediación del Pablo VI. Estuvieron presos siete años, hasta la amnistía política de 1977 de Adolfo Suárez, que hizo tabla rasa a todo lo anterior. España camisa blanca de mi esperanza, como cantaba Ana Belén en la canción escrita por Víctor Manuel.

En 1975, cuando empecé periodismo en la UAB, ya me había inoculado el virus de la política, como le pasó a toda mi generación comprometida, y quise conocer el origen de ETA, que había nacido a finales de los años 50. Eran jóvenes del PNV hastiados por la inoperancia de sus mayores, que temían que el franquismo acabaría con el sueño de independencia vasco, y leí el pensamiento del padre político del fundador del PNV, Sabino Arana.

Arana había estudiado Derecho en la Universidad de Barcelona y se relacionó con los estudiantes nacionalistas catalanes. Los catalanistas a finales del siglo XIX eran hijos de burgueses, como Sabino.

En aquella Barcelona de la CNT, ese nombre fue bautizado por los anarquistas estadounidenses. No había comunistas, y pocos socialistas. La CNT mandaba en la Barcelona de los años 20, y por eso el capitán general de Cataluña, el general Primo de Rivera, dio el golpe de Estado de 1923, que toda la burguesía local aplaudió. Aquella Barcelona era violenta: los anarquistas mataban a los empresarios, y éstos mataban a los lideres de los trabajadores a través del llamado sindicato libre, como le pasó al célebre Noi del Sucre.

Descubrí que el fundador de PNV era racista, porque para ser militante nacionalista vasco había que tener cuatro apellidos vascos: de ahí la irónica película de los ocho apellidos. Según Sabino, con dos no se podía ser militante, sino sólo simpatizante. Eso ya se cambió, pero está en la génesis de su partido. Es el pecado original del PNV.