Hace unos días, Catalunya Ràdio entrevistó a una perra. Lo hizo por persona interpuesta, Pere Aragonès, que ejerció de traductor catalán-perruno, y cabe decir que se le da mucho mejor este trabajo que el de president. Este hombre tiene la vida resuelta en cuanto deje su actual empleo, no como Laura Borràs, que una vez la hayan inhabilitado, la pobre no va a tener donde caerse muerta.

Como la perra del president no ostenta todavía ningún cargo en el Govern, nadie puede acusar a Catalunya Ràdio de masajear al poder, así que enviaron a una intrépida reportera a hablar con los dos, Aragonès y Neula –este es el nombre de la chucha—, dejando claro quién era la protagonista. Las preguntas son un curso acelerado de periodismo del bueno.

--President, ¿usted cree que Neula es consciente de que su dueño ostenta el cargo más importante de Cataluña? (aquí Neula movió ostensiblemente la cola, lo cual significa que sí, que para ella es todo un honor ser la perra de un presidente, “muchos políticos han tenido perras a su disposición, pero eso era otra cosa, yo lo soy de verdad”, pareció añadir).

Me quedé con la duda de si los chuchos están siempre al corriente de la profesión de sus dueños, sean mecánicos, camareros o enfermeras, o si eso sucede solo con el cargo de presidente. Tal vez los presidentes desprenden un aura invisible para los humanos que solo los canes son capaces de percibir, como sucede con algunos sonidos ultrasónicos. Pero sigamos con la entrevista, sigamos.

--¿Usted le confiesa a Neula si eso de ser presidente compensa o no? (gruñido de la perra, que significa “me gustaría que estuviera más en casa”, o así por lo menos lo tradujo Aragonès, que parece saber del tema).

En fin, así fue avanzando esa auténtica cima del periodismo, sin que le lograra arrancar a Neula ni una respuesta que no fuera de lenguaje no verbal –moviendo la cola, sacando la lengua, moviéndose inquieta—, lo cual en un programa de radio es un engorro. Quizás el fallo fuese que en ningún momento la periodista habló directamente a Neula, ni siquiera le acercó el micro después de cada pregunta, se dirigía a Aragonès, que allí no pintaba nada. No se comprende la razón. Si una periodista puede llegar a creer que la chucha está al corriente de la profesión de su dueño, no sé por qué no puede creerla capaz de hablar.

Para que la entrevista se estudiara en las facultades de periodismo de todo el orbe, solo faltaron preguntas de más actualidad, del tipo: “President, consulta con Neula los problemas políticos de Cataluña? ¿Obedece usted a rajatabla a Neula, o prefiere consensuar mediante una ración extra de Royal Canin? ¿Qué mensaje le dio Neula para Pedro Sánchez?”.

No es que la chica que entrevistó a Neula sea mala periodista, simplemente le faltó un adulto en su vida, en el momento adecuado, para explicarle que las películas de Disney no son reales, y que los animales no solo no están muy al corriente de cómo se ganan la vida sus dueños –les basta con que les pongan el plato diario de comida, por ellos como si lo han conseguido atracando bancos—, sino que, para mayor sorpresa, no son capaces de comprender las preguntas de los periodistas, mucho menos de responderlas. Si la intrépida reportera no me cree, no tiene más que ir con el micrófono al zoo y probar, verá cómo ni una sola de las especies allá reunidas le responde a pregunta alguna, por sencilla que sea. Otra cosa es que sepan a qué se dedican profesionalmente quienes les tiran cacahuetes –si es que eso se hace todavía— y sean capaces de distinguir a los políticos, que eso igual sí.

--Mira, ese que está ahí arriba es el subsecretario de Economía de la Generalitat –comentan un par de mandriles mientras siguen a lo suyo, que es masturbarse sin cesar—.