En situaciones límite, liberada la psique de sus mecanismos represores, tiende a surgir la personalidad más propia, a menudo divergente, de las personas. Así, en plena pandemia, vemos cómo emerge desde la generosidad del sanitario dispuesto a infectarse, al egoísmo del ciudadano que le rechaza en su edificio; desde la preocupación del buen empresario por la suerte de sus empleados, a la miseria del usurero que huele a enriquecimiento y sueña con comprar inmuebles y empresas a precio de derribo. Lo mismo viene a suceder con nuestros líderes políticos pues, pese a estar ya acostumbrados a verles desatados en sus escenificaciones postureras, es en este contexto que, sin atadura o pudor alguno, surgen sus instintos más propios.

Esta previa, es para compartir con mis lectores que, siguiendo a dos líderes políticos tan destacados como Quim Torra y Cayetana Álvarez de Todelo, observo que sus coincidencias son enormes. De leer sus intervenciones, sin saber previamente a quien corresponden, uno dudaría en atribuirlas al Presidente de la Generalitat o a la portavoz parlamentaria del Partido Popular. En cuanto a las poses, estas sí divergen, pues la pulsión narcisista de la portavoz popular nada tiene que ver con el talante poco sofisticado del líder independentista. En concreto, me refiero a tres rasgos muy relevantes que, enfrentados a la crisis sanitaria, ambos comparten.

De una parte, cuando los muertos diarios aún se cuentan por centenares y los ciudadanos seguimos encerrados, no dudan en señalar al otro como responsable de los fallecidos, con un cierto disimulo por parte de Torra, y con una escenificación contundente por parte de Álvarez de Toledo. Una dinámica acusatoria que no se aprecia en países de nuestro entorno, igual de golpeados por el Covid-19.

A su vez, ambos no esconden su convencimiento de que, de estar en el poder, Torra al frente de una Cataluña independiente y Álvarez presidiendo el gobierno de España, la crisis sanitaria hubiera conllevado unos efectos menores. Una consideración curiosa pues, en el caso del primero, si uno atiende a lo que ha dicho y hecho la Generalitat desde que el virus arraigó en Italia, se observa la misma desorientación y confusión que se ha dado, no sólo en España, sino en la mayor parte de los países occidentales, algunos de ellos de mayor riqueza que la nuestra, como es el caso de Reino Unido, EEUU, Francia o Bélgica.

En el caso de la líder popular, le recordaría su tradicional admiración por el Reino Unido, donde tuvo la oportunidad de estudiar en la elitista Oxford. No hubiera estado mal que, antes de responsabilizar de los muertos a la izquierda, hubiera prestado atención a lo que iba sucediendo en en el mundo anglosajón. Conociendo ya del desastre en Italia y España, sus líderes conservadores, Boris Johnson y Donald Trump, en un alarde de supremacía, ningunearon el riesgo sanitario y, hoy, se hallan tan afectados como nosotros. También le recomendaría que observara como en dichos países, la oposición no señala al gobierno como responsable de los muertos.

Finalmente, la actuación de ambos va más allá de la de un líder político. Su actitud recuerda a la del profeta que anuncia el posible advenimiento de un mundo nuevo y gozoso. Torra transmite el convencimiento de una Cataluña que, liberada del yugo español, sería ejemplo de bienestar y justicia, mientras que Álvarez de Toledo emerge como la persona destinada a despertar a los españoles de su minoría de edad, a forzarles a tomar las riendas de su destino. Una consideración que, necesariamente, conlleva el considerar a la mayoría de españoles como incapacitados.

Ya para acabar, ante tanta coincidencia, yo les sugeriría que, una vez recobrada la normalidad, se reúnan, mejor una cena, y profundicen en lo mucho que les une. Vete a saber si, recordando el final de Casablanca, no estaríamos ante el inicio de una gran amistad.