A tres días del primer partido de España en el Mundial de fútbol, el Real Madrid emite un comunicado en el que anuncia que ha llegado a un acuerdo con Julen Lopetegui para que el seleccionador entrene al equipo blanco en las tres próximas temporadas. Lopetegui había renovado hasta el 2020 su contrato de seleccionador hacia tres semanas. Cinco minutos antes, el acuerdo había sido comunicado por teléfono al presidente de la Federación Española, Luis Rubiales, quien se siente traicionado y destituye fulminantemente al día siguiente a Lopetegui por su “deslealtad”. Fernando Hierro, director deportivo de la Federación, se hizo cargo del equipo, que debutó el viernes ante Portugal con un empate a tres.

Estos son los hechos fríos de una convulsión sin precedentes porque, aunque el Madrid cita otros casos parecidos para justificar su actitud, nunca se había producido el fichaje y la destitución de un seleccionador a 48 horas del primer partido de un Mundial. Corre por internet un meme con una portada falsa del diario Marca con un gran titular junto a una foto de Lopetegui: “Traición a España” y el subtítulo: “El Barça paga la cláusula de Lopetegui y Rubiales lo rescinde”. Otros subtítulos son: “Los antiespañoles boicotean el Mundial”, “Los independentistas catalanes dejan sin seleccionador a España a un día para comenzar el Mundial”, “Tebas: ¡Es un ataque a todos los españoles!” y “Florentino Pérez: Nosotros no lo hubiéramos hecho porque somos un club señor y defendemos a España”.

La broma, que refleja perfectamente lo que hubiera ocurrido si el traidor hubiese sido el Barça, prosiguió la misma tarde del jueves con una conferencia de prensa en el palco de honor del Bernabéu de Florentino Pérez y Lopetegui, con motivo de la presentación pública del nuevo entrenador. La comparecencia no tuvo ninguna gracia porque, encima de no respetar el contrato de Lopetegui, Florentino se permitió presentarlo ese mismo día, atacar al presidente de la Federación y, un segundo después de decir que él no practicaba el victimismo, hacerse la víctima asegurando que todas las críticas respondían a una campaña contra el Real Madrid.

En la conferencia de prensa no faltó de nada: aplausos y abucheos a los periodistas y periodistas que antes de preguntar dan la bienvenida al nuevo entrenador como si formaran parte del club. Incluso Lopetegui, que había declarado que Messi era el mejor jugador de la historia, se vio en la necesidad de decir que el mejor del mundo es Cristiano Ronaldo, afirmación que parece ya una cláusula de obligado cumplimiento para firmar con el Madrid. Florentino no solo no pidió disculpas, sino que justificó la publicidad dada al acuerdo en la transparencia. "Es un acuerdo al que llegamos en el ejercicio de las libertades de ambas partes, para trabajar juntos después del Mundial y respetando la cláusula. Pensamos, además, hacerlo público por una muestra de transparencia. Quienes mezclan este acuerdo con supuestos actos de falta de lealtad, tienen un sentido patrimonial de las personas e instituciones, felizmente superado en la España del siglo XXI", dijo. “Fue una absurda reacción de orgullo mal entendido”, remató refiriéndose a Rubiales. 

Florentino, con tantos asesores que tiene, se ve que no ha leído al filósofo alemán de origen coreano Byung-Chul Han, quien, en La sociedad de la transparencia, escribe: “Las cosas se tornan transparentes cuando se despojan de su singularidad y se expresan completamente en la dimensión del precio. El dinero, que todo lo hace comparable con todo, suprime cualquier rasgo de lo inconmensurable, cualquier singularidad de las cosas. La sociedad de la transparencia es un infierno de lo igual.”

Apoyarse en la transparencia para justificar el acuerdo, cuando Lopetegui se había ocupado ya de comentarlo con los jugadores para evitar la posible marcha atrás, es una de las falacias a las que tan aficionado es el “ser superior”. Más bien parece que el anuncio precipitado obedece a que el Madrid no podía esperar a un eventual fracaso de la selección en el Mundial, lo que dejaría en mal lugar el fichaje ante los aficionados, y, al contrario, quería apostar por apuntarse un posible éxito porque ni Florentino ni Lopetegui esperaban la reacción fulminante de Rubiales, pese a que al presidente no le quedaba otra alternativa.

Todo este episodio demuestra por una parte la desvergüenza de Florentino Pérez, un presidente muy poderoso rodeado de personajes que lo halagan y una prensa que lo teme, con alguna excepción, y que es capaz de actuar sin ningún miramiento ni siquiera cuando está en juego la imagen de esa España con la que se llenan la boca cada día.

El insólito incidente expresa también la singularidad del mundo del fútbol, un negocio mundial en el que no se respetan prácticamente nunca los contratos firmados, en el que se da por supuesto que si un jugador quiere cambiar de club e incumplir su compromiso lo hará sin que nadie se escandalice, en el que se pagan cantidades exorbitantes por futbolistas que son muchas veces meras promesas que no han demostrado nada, un mundo que no solo se rige por leyes especiales al margen de la legislación de los países, sino que la FIFA puede castigar y expulsar de las competiciones a clubs o federaciones si recurren a las leyes ordinarias para resolver un pleito. Un mundo, en fin, que los políticos utilizan para mejorar su imagen y sacar provecho de la inmensa repercusión que tienen los acontecimientos deportivos, envueltos infinidad de veces en el fervor nacionalista.