Ignoro qué tiene Laura Borràs contra su propio partido, JuntsxCatalunya y contra el independentismo en general, pero la guerra que ha desatado contra ambos movimientos -si no son lo mismo- es sin piedad, no parece que vaya a detenerse hasta haberlos liquidado por completo a los dos. Tal vez cobre de los fondos reservados del estado, si es así, hay que reconocer que pocas veces estos fondos habrán sido utilizados con mejor criterio. Si se trata de destruir al independentismo desde dentro, Laura Borràs se gana los garbanzos, y eso que, a tenor de su corpachón, debe de comerlos a capazos.

Durante un par de semanas estuvo en cartel la comedia de su no-dimisión y su posterior expulsión de la presidencia del Parlament, con sus momentos hilarantes como su discurso de despedida, que recordó a las mejores películas del añorado Louis de Funes. Eso, sin olvidar que pese a ser ya una ex, siguió utilizando la cuenta oficial de Twitter y fue a inaugurar una feria, no recuerdo si de la avellana, de la almendra o del higo chumbo, tanto da, algunos capazos se zamparía por si acaso aquel día no llegaban los garbanzos del CNI. Laura Borràs es como la exesposa que no se quiere enterar del fracaso de su matrimonio y te obliga a cambiar la cerradura, para no llegar a casa y encontrártela en el sofá, mirando a tele, como si nada hubiera pasado. A pesar de ser dicha comedia un clásico mil veces versionado, cumplió con su cometido y acabó por desencantar a miles de independentistas que hasta entonces habían creído que estaban liderados por alguien que, si bien siempre habían sabido que tenía pocas luces, poseía por lo menos un asomo de dignidad. No la poseía.

La guerra no había hecho sino empezar, el independentismo debía quedar reducido a cenizas, como Dresde en 1945. Ahí fue donde Laura Borràs demostró que el CNI acertó de pleno con su -presunto, claro está, igual que sus tejemanejes cuando dirigía el ILC- fichaje, acudiendo como una diva a un acto donde solo el dolor debía estar presente. Sonriendo alegremente como si allí se estuviera celebrando una victoria del Barça, o mejor aún, un nuevo contrato concedido a su amigo Isaías, dejó clara a los catalanes -independentistas o no- su catadura moral. Por si acaso quedaba alguno que albergaba todavía alguna duda, fue después a saludar a quienes segundos antes habían increpado e insultado a los familiares de las víctimas. Le faltó solo firmarles autógrafos y hacerse selfis con ellos, y lo habría hecho si hubiera sido necesario, pero ya no hacía falta, la misión había culminado con éxito: JuntsxCatalunya y el independentismo habían quedado como miserables a los ojos del mundo. Ella también, y además especialmente, pero eso lo daba por bien empleado si había servido para hundir a los suyos.

Al parecer, incluso en Junts se han dado cuenta de que Laura Borràs es un lastre, y menudo lastre, así que pretenden apartarla discretamente de la primera línea, que se acercan elecciones municipales y hay mucho dinero en juego. No les arriendo la ganancia, a la pobre gente de Junts. Si para sacarla de su despacho de la universidad fueron necesarios los vigilantes de seguridad y para desalojarla del Parlament hubo que hacerlo a empujones de todos los partidos -y ni así se dio por aludida-, conseguir que deje de dirigir el partido político cuando es lo único que le queda, se antoja labor para una empresa de derribos y demoliciones, tan competente por lo menos como ella misma derribando y demoliendo lo que quedaba del independentismo. No va a ser fácil apartarla de ahí, y menos teniendo en cuenta que los servicios de inteligencia españoles no van a reparar en medios para mantenerla como líder del independentismo.