May Borraz, autora de 'El último cuento' / MB

May Borraz, autora de 'El último cuento' / MB

Pensamiento

May Borraz: "El PP no es franquista, pero alimenta el franquismo"

La autora de 'El último cuento' señala que España "se merece y se debe a sí misma" el desarrollo de la Ley de Memoria Histórica

1 agosto, 2021 00:00

May Borraz, nacida en Barcelona hace 55 años, licenciada en Filología inglesa, escritora de guías de viaje, llevaba tiempo con el proyecto. Tras cinco años de investigaciones, de numerosas entrevistas a familiares y expertos, ha podido conocer la verdad. Su abuelo fue torturado y asesinado de forma salvaje, aunque oficialmente a la familia se les dijo que se había suicidado. Y pudo hallarlo al lado del cementerio de Andorra (Teruel), el pueblo de toda la familia, donde vivían. En ese pueblo se produjeron barbaridades, como en muchos otros, justo después de la Guerra Civil. El Somatén, los que apoyaban al bando franquista, pasaron cuentas a los que habían defendido la República. Y Sebastián Blasco fue asesinado. Borraz, 80 años después, al lado de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), ha podido hallar el cuerpo de su abuelo y ha reconstruido la historia, plasmada en El último cuento (Calipso), cuyos beneficios se destinarán a la asociación.

Borraz tiene claro lo sucedido y pide un esfuerzo para que en España se destinen más recursos y se entienda lo que supone no saber qué ocurrió con tantos abuelos y abuelas, asesinados y enterrados en cunetas, fosas comunes o en cualquier parte. Su relato emociona. Se asesinó de forma impune, con el concurso o la complicidad –en su caso— de la Guardia Civil, se condenó y se humilló a muchas mujeres, que se quedaron viudas y con niños y niñas a su cargo. Y estas callaron durante toda su vida. Con su investigación, Borraz ha recuperado a su abuelo y su madre ha podido recuperar a su padre, cuyos huesos, antes de enterrarlo junto a la que fuera su mujer, inhumada en Barcelona, mantiene junto al piano de su casa cubiertos con una bandera republicana. Le hubiera gustado que el PP se sumara a la Ley de Memoria Histórica. Y sentencia: “El PP no es franquista, pero alimenta el franquismo”.

--Pregunta: ¿Fue Mariano Rajoy quien la llevó a escribir 'El último cuento'? ¿Por qué?

--Respuesta: Hay muchos otros factores, claro, pero Rajoy me animó mucho cuando señaló en una entrevista en la televisión, en tono de burla, que no se había gastado ni un euro en la Ley de Memoria Histórica, que había aprobado el anterior Gobierno. Y es que duele mucho que te ninguneen, que te olviden. Pero cuando se mofan duele mucho más. El tono de burla me afectó. Una cosa es decir que se hace borrón y cuenta nueva y otra es mofarse.

--¿Por qué el PP no quiere entrar en esa cuestión, con la idea de que se abren heridas?

--Supongo que porque ya les ha ido bien de esa manera. Yo entiendo y gran parte de mi generación que la Transición fue un momento muy difícil. Y que han pasado los años. Pero, precisamente, el tiempo transcurrido no puede dejar cosas tapadas y falseadas.

--¿Considera que la Transición, la forma en la que se abordó, justifica ahora las críticas que se han lanzado desde distintos sectores de la izquierda?

--No es que se hicieran mal las cosas. No quiero ponerme en la piel de sus protagonistas. Se hizo de la mejor manera posible. Pero que ahora no se puedan revisar ciertas cuestiones, después de haber alcanzado la plena democracia, me parece grave.

--¿Entonces?

--Creo que España se debe y se merece esa revisión.

--¿Encontró impedimentos para su investigación sobre dónde estaba enterrado su abuelo y sobre qué sucedió realmente?

--No, la verdad. Pensé que tendría muchos, pero solo me quedó por hablar con una o dos personas y fue por cuestiones ajenas a la investigación. Encontré interlocutores abiertos y encantados de poder hablar, porque nunca lo habían hecho. En realidad han tenido una oportunidad para hacerlo.

May Borraz, autora de 'El último cuento' / MB

May Borraz, autora de 'El último cuento' / MB

--Su reconciliación familiar, con la familia de su abuelo, ¿entiende que es también la reconciliación nacional, de muchas familias en España?

--Es difícil decirlo. En mi caso sí ha sido así. No me he reconciliado, en todo caso, con los asesinos de mi abuelo, porque están muertos y no sé cómo iría con sus familiares. Pero he aprendido algo que me parece muy importante y es que todos tienen sus circunstancias. Son gente abocada a realizar determinados actos por circunstancias y me he reconciliado con esa parte de la familia. En todo caso, cada uno con su conciencia. Yo con el hallazgo de mi abuelo me doy por satisfecha. Luego, es difícil entrar en el terreno emocional de cada uno.

--¿Considera que el proyecto de Ley de Memoria Histórica del Gobierno completa la anterior, o presenta carencias, a su juicio?

--Es mejor que nada, pero tiene carencias y flecos. Ojalá se pueda aplicar, porque ya se señala que será de desarrollo lento. Pero creo que no se recoge una de las cosas fundamentales y que no se prohíbe la Fundación Francisco Franco, ni la apología del franquismo a no ser que haya humillación hacia las víctimas. Y no veo la diferencia. Hacer apología del franquismo es humillar a todas sus víctimas. No se ha hecho como en Alemania. No lo acabo de entender.

--En el País Vasco se aplicarán multas por esa apología.

--Sí, también sucede en Valencia, pero me parecen anécdotas. No se ha hecho lo que se debería.

--Tal vez no se hace porque se entiende que el caso no puede asemejarse al de Alemania, porque en España hubo muchos franquismos y, de alguna forma, logró legitimidad en una parte destacada de la sociedad porque duró 40 años. ¿Lo cree así?

--Si lo que quieren hacer es una apología del franquismo de los 70, lo encuentro una barbaridad. Es todo el franquismo lo que se debe condenar. Hitler fue votado, no lo olvidemos. Franco, no. Y me parece aberrante que se hagan diferencias, si es que se hacen, entre matar a 20 personas en los 70 o matar a 200 en los 50. Me produce una gran carcajada. Lo que pasa es que ha arraigado como algo normal. Y es una aberración histórica. Un estado democrático no puede estar basado en esa barbarie.

Portada del libro de May Borraz 

Portada del libro de May Borraz 

--¿Cómo valora la reacción del actual PP de Pablo Casado, cuando no afea la interpretación de que en 1936 no hubo, en realidad, un golpe de estado? ¿Pierde el PP una oportunidad al no sumarse con entusiasmo a esa Ley de Memoria Histórica?

--El PP no es franquista, pero alimenta el franquismo. Mama del nacionalcatolicismo. Y es una pena no tener una derecha moderna y democrática. Siempre va en contra de todo lo que haga un Gobierno progresista. Creo que, si el PSOE propusiera una cruz más grande en el Valle de los Caídos, el PP estaría en contra. Solo por ir a la contra. El PP debería representar una derecha moderna, que hace limpieza de su pasado. Pero cae siempre, una y otra vez, en lo mismo. Pierde, realmente, una oportunidad.

--¿Debería estar de acuerdo en aumentar las partidas económicas para las exhumaciones?

--Claro, es una cuestión de derechos humanos, no es de izquierdas o de derechas. Lo ha señalado la ONU.

--Pero ¿no es reabrir heridas otra vez, como señala el PP?

--El que tiene una herida es que está abierta. Si la herida está abierta habrá que limpiarla antes de cerrarla, e impedir que aparezca la pus. Ahora, también creo que hay un cierto miedo por otras cuestiones. Yo no reivindicaba otra cosa que la posibilidad de recuperar a mi abuelo, con la idea de que quedara claro que no se había suicidado, como se había declarado de forma oficial. Pero hay otras cosas. La hija del alcalde republicano de Mérida me explicó, a raíz del libro, que el parador de Mérida está construido sobre la fábrica de chocolate que poseía su padre. Es decir, hay bienes por recuperar. A lo mejor se tiene miedo de que se conozca que algunas fortunas se hicieron más grandes o se lograron a partir de los bienes de otros. Y luego, hay cosas muy poco comprensibles. ¿Cómo puede ser que el nieto de Queipo de Llano tenga un título nobiliario? ¿A qué jugamos?

La autora de 'El último cuento', May Borraz / MB

La autora de 'El último cuento', May Borraz / MB

--¿Qué cree, por tanto, que debería aceptar la derecha española para que España complete su proceso como democracia avanzada?

--Que admita su pasado turbio. Los alemanes lo han hecho. Que admitan, por decirlo en un lenguaje de niña, si quiere, que fueron malos. Sí, había gente buena entre esa derecha, como lo había, se decía, entre los rojos. Pero la derecha española debe aceptarlo y asumirlo. Y cargar con ese peso.

--¿No desea la izquierda insistir en esa guerra cultural para marcar diferencias políticas con la derecha como pasa en muchos otros países, con la izquierda centrada en cuestiones más culturales que económicas? ¿O considera que se trata, simplemente, de restablecer en un país que se llama España algunas lagunas, como en su caso saber dónde estaba su abuelo y que pasó con él?

--Lo segundo, sin ninguna duda. Es un caso concreto, en España, que se debe poder superar.

--En todo caso, ¿se debería incorporar lo que plantea la derecha, y hablar de todo, de Paracuellos, de las Checas, de la persecución religiosa?

--Claro, por supuesto. Que se destape toda la verdad, de los dos bandos.

--¿Se debe poner en un plano de igualdad?

--Lo que ocurre es que es cierto que se hizo daño en los dos bandos. Pero uno lo perpetuó. Y negar eso, negar que se reprimió y se asesinó una vez ya se había acabado la guerra, a los familiares o partidarios de la República, es lo que no es tolerable. Es como decir ahora que el mallorquín o el ibicenco no es catalán, como ha dicho Pablo Casado. Es una realidad paralela, en la que viven. Lo malo es que si la repites, te la crees. Y acabas pensando que el turolense o el menorquín son lenguas propias.

--¿En qué medida, en su caso, pesa más su poso ideológico o la voluntad de recuperar a un abuelo desaparecido?

--En mi caso las dos cosas van de la mano. Se lo iba diciendo a mi abuela, ¡cómo no voy a ser roja si estoy a tu lado! Es una cuestión latente. Es personal, pero aflora la cuestión política. Se mezclan las dos cosas.

--¿Había hablado de ello durante la adolescencia, en el seno de la familia?

--Surgía de vez en cuando. El no saber qué había pasado era muy fastidiado. Mi madre negaba que hubiera podido ser un suicidio. Y mi tía mayor se trastornó mucho. Tenía 13 años cuando su padre murió. Y se pasó toda su vida con la idea de restituir la figura de su padre. Yo pensaba de joven que no tenía sentido gastar dinero en desenterrar muertos, pero fui convenciéndome de que hay dinero para todo, y que era una cuestión fundamental saber qué había pasado.

--¿Considera que, de alguna forma, lo que ha pasado en España no deja de ser lógico? Tras una Transición difícil, con una generación centrada en recuperar la democracia y en modernizar la economía, el nieto o la nieta levantan la mano y piden que se ahonde más en lo que ocurrió.

--Me parece que sí, absolutamente. Lo he dicho en el libro, en referencia a mi madre y mi abuela. Ellas callaron. Pero nosotros, criados en democracia, no lo podemos hacer. Tenemos las herramientas al alcance y las debemos utilizar. Me parece del todo lógico.

--¿Entiende las reticencias dentro de la propia izquierda, en el PSOE, entre los dirigentes más veteranos y los actuales dirigentes? ¿Se puede entender las críticas de Felipe González a Zapatero o a Sánchez por querer ‘abrir esas heridas’?

--Es también una cuestión de egos. Los que participaron en la Transición tienen un ego descomunal. Felipe González tiene un ego descomunal. Están tan orgullosos de lo que hicieron, consideran que es la obra de sus vidas, que piensan que cualquiera que los critique está equivocado. Se han quedado momificados en la Transición. Y se debe decir que no todo es gracias a ellos. Que muchos hemos trabajado también mucho. Que lo hicieron como lo hicieron, y que, efectivamente, fue bastante bien.

--¿Qué dicen sus hijos y su madre?

--Mis hijos están muy contentos y orgullosos. Han seguido muy de cerca toda la investigación. Pero mi madre está que se sale. Ha recuperado a su padre. Y se ha querido quedar con los huesos, hasta que podamos enterrar al abuelo junto a la abuela, que está enterrada en Barcelona. Mi madre lo tiene en casa, encima del piano, cubierto con la bandera republicana.