Estamos cada día más cerca de las elecciones, y en el ambiente se palpa el suspense. Aunque las encuestas siguen marcando un triple empate entre PSC, BeC y Junts, el efecto inicial de la candidatura de Xavier Trias se va desinflando, y el triunfo se lo disputan Ada Colau y Jaume Collboni. La alcaldesa, que hace medio año estaba con la soga al cuello, ha recuperado fuerza por dos factores que todavía podrían llevarla a ser la primera en votos. Por un lado, el factor Yolanda Díaz como revitalizante y unificador de un espacio político que había quedado muy maltrecho por las formas malhumoradas y sectarias de los Iglesias, Montero, Belarra y Echenique. La carismática vicepresidenta va a jugar fuerte por Colau porque conservar la alcaldía de Barcelona, algo improbable hace unos meses, sería el mejor regalo para el proyecto de Sumar, también de cara a la guerra de posiciones que Díaz mantiene con Podemos. 

El segundo factor es el emocional, el terreno preferido por los populismos, donde Colau es maestra. La encarnación del factor emocional en esta campaña se llama superillas porque, veamos, ¿quién puede estar en contra de convertir las calles en tranquilos paseos llenos de verde donde los niños puedan jugar y la presencia del coche desaparezca? La superilla se plantea como una disyuntiva, casi sobre el bien o el mal, y aquí la alcaldesa juega con las cartas marcadas porque el rechazo exige disponer de una visión estratégica y requiere una explicación más sosegada. Lo fácil es estar emocionalmente a favor. A priori no hay casi nadie que no desee vivir en una calle solo para peatones con mucho verde, que evoque la sensación de estar en un pueblo, tan diferente de lo que hoy es el distrito central de la metrópolis. Y, sin embargo, el proyecto de los ejes verdes supone una ruptura radical sobre la función del Eixample, un golpe a la trama Cerdà y a su eficiencia para regular la movilidad. Para el genial ingeniero que, a mediados del siglo XIX, diseñó esa cuadrícula, cuando aún no había coches de motor, la conectividad es un requisito primordial de la Barcelona moderna. Peatonalizar el Eixample como si fuera un casco histórico, donde no se produce nada, va en contra de muchas actividades económicas que necesitan como el aire para respirar de esa movilidad.

Las llamadas superillas van a generar nuevos desequilibrios entre calles, tanto en el valor de los inmuebles, como en cuanto a la viabilidad de algunos negocios, cuando precisamente una de las mayores virtudes del Eixample es su igualdad y simetría. No hay detrás ningún estudio de impacto, se desconoce qué afectaciones va a tener, se ha hecho bajo la consigna de expulsar a los vehículos privados del espacio público. La pacificación del tránsito y la peatonalización parcial de muchas zonas de la ciudad se venía haciendo de forma gradual y equilibrada desde hace más de cuatro décadas. Ahora, sin embargo, se ejecuta con una propuesta radical que privilegia de forma caprichosa unos ejes en detrimento de otras vías que van a tener que soportar mayor afluencia de vehículos, más atascos, como ya está sucediendo, con el consiguiente empeoramiento de la calidad del aire. Tampoco va a suponer un aumento significativo del verde urbano porque no caben más árboles en unas calles que ya tenían la tradicional hilera de plataneros a ambos lados. Lo lógico es seguir recuperando interiores de manzana como pequeños parques y ahora como refugios climáticos. Eso sí, con las superillas gana la restauración y sus terrazas, lo cual va a convertir calles como Consell de Cent en otros paseos de monocultivo, como Enric Granados. Más gentrificación y turistificación, y menos actividad económica productiva proyectada hacia la metrópolis.

La foto de las superillas es bonita, apela a las emociones, a los buenos deseos, evoca el sueño de vivir en un pueblo, pero destroza la función estratégica del Eixample y genera nuevas desigualdades. La prueba es que será imposible seguir extendiendo el modelo superillas hasta convertir todo el distrito central en un área peatonal sin que la movilidad y la economía de la ciudad colapsasen. Emoción o estrategia, de eso van estas elecciones.