Más allá de un somero resumen, no me entretendré en desgranar los datos numéricos de unos resultados que todos tenemos muy presentes. La fotografía que las elecciones catalanas nos deja es muy clara... Una victoria pírrica de Salvador Illa y del PSC, que empata en escaños con ERC aunque supera en votos a los republicanos; el sorpasso, largo tiempo anhelado, de Pere Aragonès y Oriol Junqueras a Laura Borràs y Carles Puigdemont; el tremendo hundimiento, más allá de lo previsible, del centro liberal que representa Ciudadanos, formación obligada, ahora mismo, a reinventarse o a desaparecer del mapa; la irrupción de Vox en el hemiciclo catalán, superando con creces todas las expectativas; el significativo traspiés de un PP en horas bajas, al que de poco le ha servido contar con un dignísimo Alejandro Fernández; la resistencia de los comunes de Jéssica Albiach, que pese a perder 132.000 votos capea el temporal; la desaparición del mapa del PDECat de Artur Mas, y, finalmente, el crecimiento de una CUP que por arte de birlibirloque duplica diputados.

Esa es la fotografía del 14F. Una imagen tremendamente distorsionada de la sociedad catalana debido a un desplome histórico en la participación. Ya sea por el temor a la pandemia, por estar sufriendo los estragos de la crisis, o por hartazgo y pérdida de confianza en la política, casi la mitad del censo hizo dejación de su derecho al voto el pasado día 14. Que nadie se lleve a engaño: la abstención ha sido la gran vencedora en estas elecciones. De ahí la paradoja de que el PSC haya obtenido 33 escaños con 651.027 votos, mientras que en 2017, con 606.659, tan solo obtuvo 17 actas. Lo mismo ha pasado con todas las formaciones en liza. Ya saben: a escasa participación el precio del escaño en votos cae en picado. La distorsión más notable es la referida al voto independentista. El combinado integrado por ERC, JxCat y la CUP ha perdido, con respecto a los anteriores comicios, casi 740.000 sufragios, y sin embargo pasa de los 70 a los 74 diputados. Pardiez, cáspita y también repámpanos...

Pero lo importante ahora mismo es intentar comprender qué va a pasar, quién presidirá la Generalitat, qué pactos son factibles, y cuál acabará por materializarse finalmente. Las dos opciones más viables, a nivel numérico, son, como ya saben, o bien un triunvirato integrado por Illa (PSC), Aragonès (ERC) y Albiach (ECP) o bien una coalición --pata negra, 100% bellota catalana-- nacionalista, conformada por Pere Aragonès, Laura Borràs y Dolors Sabater.

La primera opción es prácticamente inviable por muchísimas razones. A las pocas horas de conocerse los resultados, Roger Torrent, Presidente del Parlament de Cataluña, desestimó esta posibilidad: "Es imposible que nosotros lleguemos a un acuerdo con el PSC que ha aplaudido el 155. Está en las antípodas de lo que representamos ideológicamente". Sumen a eso el pacto suscrito en plena campaña por todas las formaciones independentistas y de izquierdas, estableciendo un vergonzoso y antidemocrático cordón sanitario por el que se comprometían a no pactar, fuera cual fuera el resultado de los comicios, con el PSC. A Salvador Illa ni pan, ni agua, ni sal. La inquina que el independentismo profesa a los socialistas por haber sido parte activa en la aplicación del artículo 155 es desmedida y durará hasta el fin de los tiempos. Recuerden sus consignas recurrentes: "ni olvido ni perdón" y "ho tornarem a fer".

El problema es que pese a la indiscutible victoria del PSC, es ERC la que tiene la sartén por el mango. A diferencia de Inés Arrimadas, Illa cumplirá con su promesa de presentarse a la investidura, aunque de poco le servirá. En la comparecencia de la noche electoral, tanto Junqueras como Aragonès lo dejaron muy claro: «Tras ochenta años ERC volverá a presidir la Generalitat». Y los dos, dirigiéndose a Pedro Sánchez, le conminaron sin ambages a volver a la mesa de negociación, porque ahora, sin dilación, toca indultar a los "presos políticos"; reconocer a Cataluña como nación y pactar un referéndum de autodeterminación. En resumen: "Pedro Sánchez, sit and talk", que te vas a enterar de lo que vale un peine.

Si para el PSC ya es difícil alcanzar pactos en lo numérico, la Fiscalía ha arrojado un jarro de agua helada sobre cualquier hipotética negociación con el mundo independentista, al impugnar el tercer grado de semilibertad que la Generalitat concedió a los nueve presos del procés. Desde el bloque nacionalista la jugada se interpreta como una maniobra de Pedro Sánchez a la hora de forzar la negociación ---así lo ha manifestado Jordi Sànchez, Secretario General de JxCat--, por lo que de muy poco servirán otras ofertas que desde Madrid se puedan poner sobre el tapete, referidas a reparto de fondos de la UE, competencias o infraestructuras. Seguro que veremos asomar, a medio plazo, una "consulta no vinculante" o una propuesta futura de "Estado Ibérico Confederal". Échenle imaginación. Con Pedro al timón todo me parece plausible, por mucho que la portavoz Adriana Lastra anuncie que el jueves 18 votarán en contra de la moción en la que ERC pide formalmente al Gobierno un referéndum de autodeterminación para Cataluña.

Tampoco Sánchez debe esperar nada del nuevo Govern catalán. Preguntado por la continuidad del apoyo que ERC brinda al Gobierno central, Pere Aragonès contestó sin titubear ante las cámaras de TVE que la estabilidad del Gobierno de España, durante el tiempo en que aún puedan permanecer aquí, "no les concierne en absoluto". Toma del frasco. Si el independentismo vuelve a las andadas, por sus fueros, les auguro, amigos, una crisis de Gobierno en toda regla que hará saltar al actual gabinete presidencial por los aires. Con un Pablo Iglesias, amigo de abertzales y separatistas, como vicepresidente, no habrá quien active un 155 como Dios manda. 

ERC, en definitiva, tiene el camino trillado para presidir la Generalitat y formar Govern de coalición con JxCat y la CUP; incluso con ECP, en su deseo de "vía amplia", si Jéssica Albiach decidiera levantar su veto a irse de copas con la ultraderecha totalitaria de Carles Puigdemont, que solo sueña con una nueva DUI y con volver a armar la marimorena a las primeras de cambio.

Así son las cosas. Ese irredento 26% o 27% del censo electoral catalán --¡una quinta parte de la población de Cataluña!-- nos obligará a vivir, inmersos en la peor crisis económica, social y sanitaria, una nueva y estéril legislatura presidida por el enfrentamiento, la fractura, la ilegalidad, el desmán y el rodillo. Si nada se (les) tuerce --¡ojalá!-- pasaremos cuatro años más soportando, día tras día, la única película que son capaces de filmar y proyectar: "El Procés (II), El retorno del Jedi Barretinero". Si ya hemos disfrutado durante diez años del glorioso cretinismo de Darth "Astut" Vader, Darth “Arrauxat” Vader, y Darth “Ximplet” Vader, ahora lo pasaremos en grande con Darth “El Nen” Vader.

Bienvenidos al infierno galáctico catalán. Sean felices aunque para ello deban recurrir al exilio interior.