El jueves pasado, en la librería de Madrid La buena vida, cerca del Palacio Real, participé con el jurista y ex eurodiputado Francisco Sosa Wagner en la presentación del último ensayo de Iñaki Ezkerra.

Sigo con la máxima curiosidad a este escritor desde que empezó a publicar unos libros de poesía excelentes y a menudo por encima del canon de la lírica española de las últimas décadas, en el que sin embargo no figura. Después centró su talento intelectual en el combate ideológico contra ETA y demás nacionalismos vascos; combate en el que participó con varios ensayos e iniciativas cívicas decisivas en la formación de la opinión pública. Estuvo en muchas trincheras y el día que se deje convencer para escribir sus memorias sobre los infames años de plomo tendremos un libro magnífico; de momento se resiste, seguramente por pereza de revivir sensaciones pavorosas y momentos tan amargos, aunque finalmente fuesen coronados por el éxito, es decir por la derrota de la banda terrorista.

Ezkerra estuvo en muchas trincheras y el día que se deje convencer para escribir sus memorias sobre los infames años de plomo tendremos un libro magnífico

El libro que presentamos en La buena vida se titula Los totalitarismos blandos y es una reflexión sobre el auge y la aparentemente imparable ascensión del populismo. Formas claras del populismo son el partido político Podemos y los movimientos nacionales catalán y vasco, además de "otros enemigos de la democracia" que comparten "reminiscencias totalitarias" obvias pero se consideran y definen a sí mismos como "los puros, los genuinos, los verdaderos demócratas".

Si esos totalitarismos son, o se presentan, como "blandos" es porque desde la Segunda Guerra Mundial Europa está vacunada contra los desfiles al paso de la oca y el culto de la violencia. Ese es el motivo por el que, por ejemplo, el golpe de Estado en el que se afanan desde hace ya años los secesionistas de nuestra región se autodefina como "la revolución de las sonrisas" (sic).

Bien está, pienso, analizar y debelar esos populismos que galopan a lomos de la "pos-verdad", ahora famosa; pero ya he escrito que alguna responsabilidad, si es que no mucha, tenemos las generaciones anteriores en la desenvoltura con que han cuajado los discursos populistas de nuevo cuño; Ezkerra lo insinúa también cuando advierte: "Si el populismo se define por ofrecer soluciones simplonas a problemas complejos, ¿quién está realmente libre, en nuestra política, de ese defecto?".

Los totalitarismos blandos es una reflexión sobre el auge y la aparentemente imparable ascensión del populismo

El libro de Ezkerra tiene entre otras la utilidad de dejar constancia en negro sobre blanco, a beneficio de inventario, de algunos datos, episodios y anécdotas especialmente reveladoras del cinismo de nuestros populismos, como por ejemplo el complaciente discurso de Pablo Iglesias, el 6 de junio de 2013, en una herriko taberna de Pamplona: "ETA se dio cuenta desde el principio de que por mucho procedimiento democrático que haya, hay determinados derechos que no se pueden ejercer en el marco de la legalidad española".

Y tiene sobre todo la virtud de incorporar un nuevo concepto para reflexionar a partir de él en la naturaleza de nuestra contemporaneidad: a la posmodernidad débil de Vattimo, al pensamiento líquido de Bauman, a la era de los simulacros de Baudrillard, a la ligereza de Lipovetsky, a las que se refiere el libro de Ezkerra, incorpora esta "blandura" del pensamiento totalitario y pseudodemocrático.

No comparto todos los análisis ni todos los puntos de vista del autor de Los totalitarismos blandos, ni todas las conclusiones; pero a quien le importen las ideas que viven en el aire que respiramos, los signos de estos tiempos, seguro que encontrará aquí estímulo para la reflexión.