1. El miércoles pasado, la primera ministra del Reino Unido, Liz Truss, declaraba en la portada de los periódicos:

Soy una luchadora. ¡No pienso dimitir!

Sí, señores, lo decía con mucha convicción. Y al día siguiente, jueves, dimitió. Sería una mezquindad sacar la conclusión típica de “no te puedes fiar de la palabra de los políticos”. No se ha desmentido Lizz por su propia voluntad.

Hoy prometes resistir, y mañana te rindes. Así es la vida, Liz. Por el camino –como empieza a ser tradición en la permanente crisis política del Reino Unido desde que los británicos decidieron “retomar el control”—, soltaste un poco de lastre, sacrificando a ese ministro de Economía cuya inoportuna receta para reactivar la vida económica –reducir en 60.000 millones de euros los impuestos de los contribuyentes más acaudalados, para ayudarles a crear empleo, y disparar el gasto público— casi lleva al país a la bancarrota. Luego otra ministra dimitió al estilo juez Pedraz (“chao, ya hablaremos un día de estos”). Luego prometiste enmendarte y… pero estos paños calientes de poco han valido, el personal estaba muy irritado, tiene poca correa, y has tenido que renunciar a los 45 días de jurar el cargo. ¡Mecachis!

(Hay motivos para sospechar que esta señora Truss puede estar gafada. Recuérdese que, recién designada, fue a presentar sus respetos a Isabel II, en visita protocolaria que dio pie a aquella foto icónica en el castillo de Balmoral, donde se ve a la anciana reina de pie, sonriente, una ancianita muy aseada y pulcra y bien peinada en medio de un magnífico salón, tendiéndole la mano a Truss, ominosamente vestida de negro. ¡Ahora bien, a los dos días la reina falleció! Isabel tenía a la sazón 96 años, o sea que hubiera podido morir en cualquier otro día de los 35.040 días que vivió. ¡Pero tuvo que hacerlo precisamente tras estrecharle la mano a la enlutada señora Truss! Hágase el cálculo de probabilidades: arroja un resultado casi infinitesimal, 1/35.040. Insisto, esa mujer es gafe).

2.  Vivimos tiempos acelerados. En Italia peligra el flamante Gobierno Meloni, y peligra por las declaraciones impromptu de ese cavaliere Berlusconi (¡menudo caballero!) del que parece que los italianos no quieren o no son capaces de librarse. Teniendo en cuenta la delicada situación de Europa en estos momentos, el comentario de Berlusconi jactándose de la tierna amistad que le une al señor Putin quizá hubiera sido mejor dejarlo para mejor ocasión. Pero ya sabemos que Italia, por más que presuma de finezza y de sutileza política maquiavélica, es un país disparatado. ¡Con lo fácil que le hubiera sido a cualquier juez meter en chirona a Berlusconi (y tirar la llave de su celda a un pozo) hace 10 u 11 años, por corrupción de menores, cuando trascendió que se acostaba con la joven e inocente Ruby robacorazones (alias de la marroquí de 16 años Karima El Maghoud). Por cierto, ¿qué habrá sido de Ruby? ¡Otra flor de un día, me temo!

3. Todo esto nos recuerda aquella canción, That’s life (Así es la vida), que bordaba Frank Sinatra:

That’s life,
That's what all the people say
You're ridin' high in april

and shot down in may
But I know I'm gonna change that tune
When I'm back on top, back on top in june

O sea: “Así es la vida, eso es lo que la gente dice: vuelas alto en abril, y en mayo te echan abajo. Pero yo estoy seguro de que esta cantinela la voy a desmentir, cuando vuelva a la cima, a la cima otra vez, en junio”.

Qué magnífica lección de entusiasmo, desafío y perseverancia proclama esta bonita canción. ¡No hay que deprimirse! El futuro no está escrito y desde aquí muy calurosamente le deseamos lo mejor a Liz Truss, a Berlusconi, a Meloni y a demás melones.