Es por ahora solo una especulación, pero tiene todo el sentido del mundo. Este año tampoco habrá Presupuestos Generales por dos razones: ERC y el coronavirus. La primera es estrictamente política, ligada a las dificultades de los republicanos para votar a favor de las cuentas en medio de la campaña electoral en Cataluña cuando la hostilidad de JxCat hacia ellos es máxima. Parece ser que tanto el PNV como ERC trasladaron a principios de marzo al Gobierno la petición de no presentar los Presupuestos para este año y esperar a los de 2021, que se aprobarían en otoño con el panorama catalán ya clarificado. En la Moncloa dudan, porque prorrogar nuevamente las últimas cuentas de Cristóbal Montero es tanto un fracaso político como una seria limitación para un Gobierno de coalición con muchos proyectos en la cartera. Pero Pedro Sánchez tiene claro que no va a presentar al Congreso un proyecto de ley tan relevante sin la seguridad de que salga adelante. Una derrota parlamentaria le situaría en un grave aprieto.

La segunda razón para aplazar los Presupuestos es aún más poderosa y se ha precipitado estos días en los que toda la atención se ha trasladado a la crisis del coronavirus. Lo que está siendo letal es la tremenda sacudida económica desatada por esa pandemia planetaria. No tiene ningún sentido presentar unas cuentas que no van poder reflejar el impacto en la caída de la recaudación y tampoco un gasto extraordinario, todavía no cuantificable, para paliar los efectos del coronavirus. Desconocemos cómo va evolucionar la crisis sanitaria en España, pero sus efectos sobre la actividad de las empresas son ya muy negativos y pueden ser peores si dentro de poco no se produce un cambio de escenario. El Gobierno está preparando una batería de medidas para “fomentar” el teletrabajo, “aliviar” la carga económica de las pymes y autónomos en las cuotas de la Seguridad Social, “ayudar” a las familias que lo necesiten y “evitar” que los trabajadores afectados no agoten la prestación de desempleo, etc. Habrá que esperar a la reunión de este jueves con empresarios y sindicatos para conocer los detalles y sobre todo a las decisiones que vaya tomando el Consejo Europeo, particularmente en materia de déficit fiscal, aspecto que resulta crucial para España dado su escaso margen. Estamos solo al inicio de una sucesión de planes de choque económico en el que el papel de la Unión Europeo va a ser determinante, como ayer quedó claro tras la comparecencia de Ursula Von der Leyen. Así pues, lo sensato es dar por perdidos los Presupuestos para este año, dada la imposibilidad de hacer una previsión certera, y afrontar los de 2021 desde el realismo, mientras se van adoptando decisiones de urgencia.

La única ventaja para el Gobierno es que la situación de emergencia nacional creada por la pandemia del coronavirus, que le va a obligar a variar sus prioridades de gasto derivados del pacto suscrito entre PSOE y Unidas Podemos, puede facilitarle la tarea de aprobar tanto esos decretos-leyes económicos y fiscales como las cuentas para 2021. Estamos ante un nuevo escenario del que todavía no somos muy conscientes, que va a marcar probablemente un punto de inflexión en la historia mundial, con consecuencias económicas devastadoras, tal vez peores que en 2008, pero del que será necesario extraer lecciones sobre cómo deberíamos intentar gobernar la globalización. Tanto la grave crisis climática que se nos viene encima como ahora la pandemia del coronavirus lo hace del todo imprescindible.