Hoy el PSOE está hundido, así que mejor intentar reflotarlo en julio. El domingo solo ganó un socialista: el manchego Emiliano García-Page. Lo consiguió siendo el barón más crítico con Sánchez, manteniéndose en el constitucionalismo, criticando extraños pactos y leyes a favor de independentistas o podemitas. El domingo, el PSOE se quedó KO. Eso pasa por creerse las encuestas del CIS de Tezanos. A pesar de sus muchas promesas de estabilidad, de llegar hasta diciembre, Sánchez convoca elecciones en un día festivo con España desmovilizada en la playa. Es raro, la izquierda siempre había hecho bandera de que el abstencionismo favorece a la derecha. Es una convocatoria a la desesperada.
La socialdemocracia se ha estampado contra el deseo mayoritario de los españoles de permanecer unidos, de respetar las lenguas maternas, de acatar leyes y de huir de las ocurrencias de la izquierda radical. Los acuerdos con el independentismo y el infantilismo podemita han teñido la península ibérica y sus archipiélagos de azul. Los pactos de Sánchez han sido un error. También en Cataluña. Y esto es difícil de arreglar (y olvidar) en dos meses.
Ir contra la realidad, pensar que todo vale, se ha convertido en un talento valorado dentro de la izquierda moderada española, de un PSOE obligado a pactarlo todo con activistas y líderes antisistema para seguir en el poder. El PSC ha ganado en votos en Cataluña, pero en Barcelona Jaume Collboni ha quedado por detrás del exconvergente Xavier Trias. Tanto el uno como el otro prometieron que sólo gobernarían si ganaban. El previsto triple empate con Ada Colau es la cruda realidad.
Aunque la política tiene bastante de aritmética (gobierna quien suma), son ya muchos los electores que desconfían de las matemáticas puras. No es de extrañar, después de varios años de pactos que han pretendido defender lo incomprensible, incluso que en Cataluña no se cumpla la Constitución o que el castellano se discrimine en la escuela y se aparte en la Universidad. “Así, no”, le ha dicho España al PSOE.
El independentismo que gobierna en solitario la Generalitat (el de ERC) se ha estampado contra el hartazgo de unos (los constitucionalistas) y el airado desencanto de otros (los patriotas). Y, aunque algunos se empeñen en olvidarlo, en creer que los catalanes pertenecemos a un mundo mejor, el PP ha subido en las cuatro provincias catalanas y Vox estará presente en todas ellas; de dos regidores municipales ha pasado a 124.
El PP ha doblado en Barcelona (ya tiene cuatro regidores) y Vox ha entrado con dos, aunque ningún sondeo local se atrevió a incluir al partido de Santiago Abascal. También en el área metropolitana, en el cinturón rojo, la derecha ha cosechado sonadas victorias (Xavier Albiol, en Badalona, y Manu Reyes, en Castelldefels) e importantes avances en diversas localidades.
A los catalanes biempensantes, acostumbrados a rehuir el debate y a aguantar el independentismo en silencio, les gusta pensar que Cataluña is different. No lo es. En España, en Europa, el populismo de derechas crece frente al populismo de izquierdas. No somos diferentes ni únicos. Y, me temo que si el eslogan de Sánchez para el 23 de julio se centra en el manido “que viene el lobo”, la derrota está asegurada.
La convocatoria veraniega deja los pactos en el aire. Ya no vale nada de lo dicho. El castañazo de ERC es de los que hacen época. La candidatura de Ernest Maragall ha perdido la mitad de los votos y de los escaños, de 10 a 5 diputados. Un castigo por pactar con Sánchez. ¿Ha sido Pedro castigado por pactar con ERC? También.
Podemos se está desintegrando y aún no sabemos qué es Sumar; ni siquiera se han presentado a los comicios. Colau, hay que reconocerlo, es una excepción. La hasta ahora alcaldesa de Barcelona entiende a su base electoral, gobierna para ella, y sus votantes le son fieles.
Lo tiene difícil el PSC, porque Trias es nacionalista e independentista, además de una persona conservadora. Para no ser acusado de ser de derechas, Collboni ofrece (de entrada) un pacto al “progresismo” de Barcelona. ¿De qué progreso estamos hablando en una ciudad que lleva más de una década viendo cómo se van las empresas?
Vamos a ver ofertas de todo tipo en las próximas semanas. Todos los cálculos pre y poselectorales se pueden tirar a la basura. Ahora la pregunta es: ¿qué necesita Sánchez para ganar las inminentes generales? 60 días antes de votar, ¿volverá a apoyar a los independentistas en Navarra? ¿Se atreverá a formar un tripartito con los vencidos republicanos de Junqueras y con la criticada alcaldesa?
Bailando con todos, acabas bailando con lobos. Se puede gobernar, pero no dirigir con un rumbo un país, una comunidad, una ciudad. Bailando con lobos se acaba convocando elecciones a la desesperada.