Si creen ustedes que la ley del 'solo sí es sí' es una chapuza, esperen a ver como se desarrolla la ley Trans. Cuando empiecen a ver los efectos que provoca ésta, la del 'sí es sí' les va a parecer el código de Hammurabi. Todo lo que pasa por las manos de Irene Montero termina de forma patética, miren a Pablo Iglesias, que ha acabado de tertuliano radiofónico, sin coleta, y sin universidad que le admita como no sea para ejercer de bedel. O esta mujer es gafe o es completamente necia. Y yo no creo en los gafes.
Si ahora el PSOE parece estarse pensando lo de la ley Trans, no es porque hayan valorado sus pros y sus contras, sino porque saben que ha puesto sus zarpas encima el ministerio de Irene Montero, que es como el del Tiempo pero con todas las puertas conduciendo al mismo lugar: la desgracia más absoluta, el caos, el horror. Irene Montero sirve para lo que sirve, que es bien poca cosa, como por ejemplo llenar un hueco en el consejo de ministros y en el banco azul del Parlamento.
Lo malo fue cuando se creyó que estaba ahí por algún mérito y se empeñó en ejercer, ahí están sus campañas, sus declaraciones, sus movilizaciones y su forma de hablar para demostrar que una mujer metida en política puede ser tan majadera como un hombre metido en política. Bien pensado, tal vez la principal función de un ministerio llamado de Igualdad sea precisamente esa, demostrar que hombres y mujeres pueden ser igual de tontos y de perjudiciales para los ciudadanos. Si es así, se entiende que Pedro Sánchez la mantenga al frente de dicho ministerio, nadie mejor que Irene Montero para que no quepan dudas al respecto.
Tanto da que psicólogos y psiquiatras de prestigio alerten contra la chapuza de la ley Trans, también eminentes juristas advirtieron de lo que supondría la del 'sí es sí' y ya sabemos el caso que se les hizo. Si algo caracteriza a los más estúpidos entre los estúpidos es su absoluto convencimiento de estar en posesión de la verdad y de que los estúpidos son todos los que le llevan la contraria. Sucederá de nuevo lo que advierten los expertos, y de nuevo la ministra culpará a los medios de comunicación y a los que saben más que ella, en este caso los psiquiatras en lugar de los jueces.
No deja de ser curioso que una señorita que a pesar de su evidente inteligencia pajaril fue aupada al poder por sus presuntos méritos feministas, se esté convirtiendo en la principal enemiga del feminismo. Qué digo del feminismo, de las mujeres en general. Ni el militante más machista de Vox metido a político, habría sido capaz de causar tanto daño a las mujeres como la ministra de Igualdad.
No es extraño que las feministas auténticas, las que saben que su lucha va en serio y los objetivos se alcanzan trabajando y no mediante payasadas, empiecen a estar hasta el moño de la que iba a ser su ministra, que cuando no favorece la excarcelación de violadores, facilita que se considere una mujer más cualquier tipo de pelo en el pecho, si como tal se siente al levantarse de buena mañana. Con aliadas de este tipo en el gobierno, a las mujeres no les hacen falta machistas en su entorno para sentirse intimidadas.
La ministra Montero no va a dimitir, alguien le habrá soplado que eso es signo de debilidad, peor todavía, signo de dignidad. «Aquí estoy y aquí me quedo», debe de decirles a sus escasos fieles, parafraseando a MacMahon, el viejo presidente francés. Un presidente, por cierto, que visitando en un hospital a enfermos de fiebres tifoideas, dejó para la posteridad una sentencia que, ésta sí, sería perfectamente atribuible a Irene Montero en el caso de que alguna vez visitara hospitales: «O se muere uno de estas fiebres o, si sobrevive, se queda uno idiota. Lo sé bien porque las he sufrido»