Llevamos días pendientes de la hormona masculina por excelencia, la testosterona. Es la culpable, según algunos científicos, de la mayor agresividad del macho, de la teórica propensión de los hombres a la lucha y al mando en cualquier plaza. La causa de hablar de esa hormona ha sido el “aquí estoy yo” de Pablo Iglesias, que dejó la vicepresidencia del Gobierno de España para salvar a la Comunidad de Madrid de la derecha y unir a la izquierda bajo su liderazgo. Como mínimo, muy pretencioso. Se mereció esa respuesta de “las mujeres estamos cansadas de hacer el trabajo sucio”, con el que Mónica García, número uno de Más Madrid en la autonomía, dejó claro que no iba a aceptar ser sustituida. Y que Pablo se uniera con otros/otras.
Acusar a una hormona del ego masculino no es justo. Las mujeres también tenemos testosterona. Y, personalmente, he visto a señoras más que dispuestas a no dejarse ningunear en partidos, empresas y bancos, a quitarse los puñales y seguir luchando. Incluso las hay que no dudan en anunciar elecciones de un día para otro al grito sobrecogedor de “comunismo o libertad”, como Isabel Díaz Ayuso. ¿Que el lema no se le ocurrió a ella? Eso qué más da. La presidenta de la Comunidad de Madrid lo suelta con más convicción que Pablo Casado.
Esa hormona, que los hombres producen mayoritariamente en los testículos y las mujeres en los ovarios, fluctúa a lo largo de la vida y de las circunstancias. En general, los varones tienen niveles entre un 20% y un 40% por encima de los de las féminas. Una producción escasa de andrógenos provoca problemas en ambos sexos: baja la libido, disminuye el ánimo, empeora la memoria, provoca la caída del pelo y reduce la masa muscular, entre otras cosas. Puede que el líder de Podemos no se corte la coleta, como Sansón, por miedo a perder fuerza ante tanto filisteo. Quizá su hiper activismo político tenga que ver con elevados niveles de testosterona, pero me atrevo a creer que su último salto al ruedo está más relacionado con el miedo a perder peso en el actual Gobierno.
Los resultados en Madrid están por ver, pero ha quedado meridianamente claro que la nueva hornada de mujeres de izquierdas o de derechas no están por la labor de ser sustituidas, colocadas o ninguneadas. Nadia Calviño, titular de Asuntos Económicos, ha mostrado tener suficiente testosterona para impedir que Podemos le adelante en la curva y le arrebate la segunda vicepresidencia. Yolanda Díaz, la comunista de carnet propuesta por Iglesias para tomar su relevo, es inteligente, además de negociadora, y ha aceptado con una sonrisa la vicepresidencia tercera, que compaginará con el Ministerio de Trabajo.
A las mujeres se nos habla más de la importancia de las hormonas femeninas, de los estrógenos. Ellos son responsables del crecimiento mamario, del inicio de la menstruación y del ensanchamiento de las caderas. Los estrógenos nos preparan para la fecundación y el parto, misión que, durante siglos y con excepciones notables, fue nuestra única función en la vida. Por lo que he averiguado, en un test rápido, muchas personas creen que la testosterona y sus excesos es cosa de hombres. No es cierto. La verdad es que el ansia de poder puede llevar a cualquier sexo o género (ustedes sabrán) a cometer errores.
La vanidad de algunas y algunos no tiene límite. La de Albert Rivera provocó unas elecciones innecesarias y llevó a su partido a la situación en que hoy se encuentra. Inés Arrimadas se ha llevado un buen chasco con la moción de censura en Murcia, pero Rivera perdió la posibilidad de gobernar España. Hay diferencias. El exlíder de Ciudadanos, a pesar de haberse dejado 47 de sus 57 escaños en su errónea estrategia, preside un instituto dedicado al liderazgo. Por el contrario, su sucesora, Arrimadas, parece dedicada en cuerpo y alma a trabajar y salvar los pocos muebles que dejó su antecesor.
Una vez dimitido, Iglesias sigue queriendo estar en misa y repicando, en la autonomía de Madrid y en el Ejecutivo español. “No nos van a doblegar”, ha asegurado sobre la futura ley de la vivienda. Quiere estar aquí y allá para demostrar al resto del mundo lo que es ser de izquierdas. Dígasele testosterona si se quiere, pero no, su nombre real se llama ego y ansia de poder.