Tengo la impresión de que el gesto de Pablo Iglesias de renunciar a la vicepresidencia del gobierno para presentarse a las próximas elecciones de la comunidad de Madrid nos ha cogido a todos por sorpresa y con el paso cambiado. ¿Dejar su cargo doble de vicepresidente y jefe oficioso de la oposición para estrellarse contra las urnas a principios de mayo? No parece una decisión muy inteligente si tenemos en cuenta que Pabloide tiene unas posibilidades escasas, por no decir nulas, de convertirse en el próximo presidente de la comunidad de Madrid. Con el asco que inspira a la derecha (y a un notable sector de la izquierda), su sola presencia en las candidaturas apunta a que hasta los abstencionistas vocacionales se lanzarán a votar a cualquiera que no sea él. Para un tipo que aspiraba a asaltar los cielos, francamente, calentar el banquillo de la oposición durante cuatro años en un parlamento regional no parece un objetivo muy envidiable.
¿Por qué lo ha hecho? Aquí se cruzan varias teorías al respecto: que quería que se presentase la parienta, renunciando a su pinturero ministerio de Igualdad, y que ésta le dijo que ni hablar; que en Podemos va creciendo la animadversión hacia un líder capaz de comparar a Puchi con los exiliados republicanos y de ponerse de parte de Rusia cuando la tangana entre Borrell y Lavrov; que Pablo se ha dado cuenta de que su papel en el gobierno es insostenible porque no se le hace el caso que cree merecer y que de baranda en jefe de Madrid le irá mejor que de segundo de abordo español; que se ha vuelto loco del todo y cree que puede ganar las elecciones regionales aglutinando a toda la izquierda fetén, aunque, de momento, su antiguo compadre Íñigo Errejón ya le ha dicho que no cuente con Más Madrid, que no se largó de Podemos para ahora hacer de segundón cuando cuenta con más diputados que su antiguo jefe…
Según Isabel Díaz Ayuso --qué adecuado resulta en este caso el acrónimo IDA--, España le debe una por haber desalojado de la Moncloa a Pablo Iglesias. Si non e vero, e ben trovato, que dicen los italianos. Y hay que reconocer que los golpes de ingenio de IDA --surgidos, yo diría, de Miguel Ángel Rodríguez, alias MAR, quien, según Ignacio Vidal-Folch es el equivalente de Ayuso a Chucky, el muñeco diabólico que habita en él-- funcionan bastante bien (recordemos cuando le dijo a Irene Montero que no aceptaba lecciones de feminismo de una mujer que, para medrar, había recurrido al infalible sistema de acostarse con el jefe: puro MAR). Yo no sé si España se lo agradece, pero yo sí. Ya puestos, le pediría a IDA --o a sea, a MAR-- que me explicara su versión de la espantada vicepresidencial de Pabloide, pues me cuesta creerme la del sicofante Echenique, quien asegura que lo del jefe es sacrificio del bueno para salvar a Madrid de la amenaza del fascismo.
De momento, no he encontrado una explicación razonable a la decisión de Iglesias. Las encuestas favorecen a Ayuso y Ayuso se muere de ganas de pactar con Vox. En ese sentido, se agradecería que la izquierda se constituyera en una alternativa razonable, pero el problema de Iglesias es que no hay en él nada de razonable, siendo, como es, un sujeto viejuno, anclado en los años 30 y en el comunismo bolivariano más tronado y con una idea de la lealtad política a sus socios de gobierno francamente discutible. Pero tendría que haberla. Lo contrario, si lo que vemos es lo que hay, arroja una imagen deplorable del amigo Pablo: la imagen de un megalómano convencido de que Madrid le ama cuando es, probablemente, la ciudad española en la que más manía se le tiene.
Vamos a ver, a mí me parece estupendo perderlo de vista y que se apolille en su escaño de la comunidad de Madrid, pero un tipo tan ambicioso tiene que haber visto algo que le convenga en su aparentemente absurda decisión. A no ser que sea mucho más tonto de lo que parece y crea en su posible victoria, lo que también podría ser.