Albert Rivera da un paso al frente. Su bufete entra en Génova 13 para preparar un recurso al Constitucional contra la Ley catalana de alquileres que establece limitaciones a las rentas de los contratos de alquiler. El despacho de Rivera parte de un hecho constatado: el Consejo de Garantías Estatutarias de la Generalitat de Cataluña ya consideró en su día que excedía de las competencias atribuidas al Parlamento autonómico conforme a la Constitución y el Estatuto. Nada más cruzar Rivera la puerta de la sede del partido conservador ya se habló de un puesto vacante en la dirección del partido. Rivera y sus socios del bufete Martínez-Echevarría & Rivera también aportarán ideas sobre el desgaste del castellano que supone la nueva Ley de Educación de la ministra Celaá y la situación de la enseñanza concertada que garantiza el derecho de los padres a la educación de los hijos. En resumen, Celaá quiere derogar el reglamento de la Ley Wert (Lomce) y el PP calienta motores a través de Rivera.

“Los niños no son propiedad de los padres”, dice la ministra afrancesada y laica, mientras a Rivera se le afilan los colmillos. Este señor dilapidó el espacio de centro; abortó el renacimiento liberal tantas veces esperado en España y que tanta falta nos hace. Y ahora vuelve al redil del PP para ir calentando motores, donde ya se ha situado José Manuel Villegas, ex secretario general de Cs. El expresidente de Ciudadanos alienta a Pablo Casado para que haga las paces con Vox después de su enfrentamiento en el Congreso con motivo de la moción presentada por la extrema derecha; y por su parte, el PP espera que el partido extremista cierre filas en sus lares. La derecha renovada quiere alejar a Santiago Abascal de la white trash y rednecks (basura blanca), base natural del target conservador en las prédicas exitosas que ha dado Steve Bannon por España, después del you’re fired, que le asestó Trump.

La intención del ya nuevo tándem Casado-Rivera es unir a la oposición definitivamente; reconstruir el momento Aznar. Y el pretexto serán los Presupuestos Generales de 2021: más impuestos, más pobreza, más déficit, recuperación económica lenta y dolorosa. Un aislado sondeo de La Razón, aparecido el pasado lunes día 9, ratifica esta versión, otorgándole al bloque de la derecha el 45% de intención de voto, frente al 41% para la coalición que aupó a Sánchez. El sondeo reescribe así el win win de la moción, entre PSOE y el mundo nacionalista, cuando se cumple justo un año de las elecciones del 10N.

¿Y al otro lado? ¿Se modifica la correlación entre las fuerzas que darán soporte a los Presupuestos? Sí; se modifica desde el momento en que Arrimadas se ha sentado a negociar las cuentas públicas de 2021 con la ministra Montero y el secretario de Estado de Derechos Sociales, Nacho Álvarez (Podemos). Desde que Pablo Iglesias dijera aquello de "que no cuenten con nosotros si entra Ciudadanos", el tiempo ha volado. Hoy, Arrimadas presume ya de estar alcanzando un posible pacto en los Presupuestos, sin afear el gesto a la derecha ni recibir la repulsa de Unidas Podemos.

Rivera por la derecha, levantando nuevos estandartes (Ley de Alquileres o Ley Celaá, solo de aperitivo) y Arrimadas por la izquierda pactando las cuentas con Sánchez establecen una peculiar pinza tácita sobre el mapa catalán. Si finalmente Arrimadas acepta los Presupuestos de Montero, podrá presentar sus nuevas credenciales en Cataluña tratando de galvanizar un frente constitucionalista junto al PSC. Tendrá argumentos para interponerse en el potencial pacto de los socialistas con ERC y ocupar el lugar del partido de Junqueras. Rivera y Arrimadas no van unidos; son dos polos que se alejan cada día, pero que ahora confluyen por separado en ambos bloques, movidos no por sus voluntades sino por las leyes tectónicas de la política. La batalla puede presentarse así, a pesar de que Ciudadanos le haya impuesto al Gobierno que modifique la Ley Celaá y que se comprometa a no apoyar un referéndum en Cataluña. Estas dos últimas exigencias son la concesión obligada al ala dura del partido, pero ambas imposiciones pueden ser relativizados de aquí a final de año, cuando Arrimadas saque su as de la manga: haber votado las cuentan que le aseguran la legislatura al PSOE, con tres años por delante. No hay mejor medicina para decantar a Miquel Iceta, un hombre de Estado emboscado en su cantón.

Ciudadanos no pinta nada en el Congreso, pero utiliza hábilmente sus magros 10 escaños para proyectar su influencia en Cataluña. La pinza tácita, Rivera-Arrimadas, no funcionará nunca desde la lógica. Pero se interpone Sun Tzu; el milenario autor de El arte de la guerra le habla muy claro a Inés Arrimadas: si mi enemigo (PSC) se hace enemigo de mi enemigo (PP) se convierte en mi amigo.

 

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