Del total de entrevistas que TV3 hizo por temas relacionados con la pandemia entre marzo y junio, 140 fueron al gobierno de Cataluña y cuatro al gobierno de España. Incluso Òmnium y la ANC tuvieron más entrevistas para hablar del Covid-19 (seis en total) que los representantes del gobierno del Estado que en ese momento tenían en sus manos algunas de las decisiones más trascendentales. Es lo que constata el último informe del Consell de l’Audiovisual de Catalunya, el CAC, sobre el tratamiento informativo de TV3 durante la pandemia.
El informe se centra en la cobertura informativa comprendida entre el 13 de marzo y el 30 de junio y revela que Pilar Rahola fue la colaboradora con más tiempo de palabra en los espacios de opinión relacionados con el Covid-19. Con 37 apariciones, su presencia en pantalla superó las ocho horas. No debería ser una sorpresa. El último informe sobre pluralismo político del CAC ya constataba que Rahola era la única colaboradora que contaba con cuatro horas de palabra en unos espacios de opinión diseñados a su medida, sin réplica ni contrapeso. Un formato difícil de justificar en una televisión pública que debería garantizar la neutralidad y el equilibrio informativo.
Hace mucho tiempo que nuestra televisión pública ha atravesado muchas líneas rojas. Basta dar un repaso a la hemeroteca durante los meses más duros de la pandemia para encontrar a diario ejemplos de cómo se abrazó un relato que no cansaba de repetir que todas las decisiones que se tomaban desde el gobierno central iban en contra de los intereses de Cataluña al mismo tiempo que se exhibía muy poca capacidad para criticar o cuestionar las actuaciones del gobierno catalán.
¿Cuál es la contribución de Pilar Rahola a la cobertura informativa de una emergencia sanitaria?¿Y a la televisión pública de Cataluña?¿Qué aporta una persona que es incapaz de dar sus puntos de vista sin descalificar, sin interrumpir a gritos si tiene una persona enfrente?¿Cuánto se le paga por esto? Son preguntas que nunca tienen respuesta por parte de la dirección de la CCMA. Su presidenta, Núria Llorach, califica sus exabruptos de “simple vehemencia”. Una reacción similar a la que tiene cuando se le pregunta por los insultos que algunos de los rostros más conocidos de TV3 exhiben dentro y fuera de antena. Hace unos días veíamos cómo el presentador del programa Està passant de TV3, Toni Soler, se despedía deseando que los jueces y políticos que él consideraba culpables de que hubieran políticos presos se atragantaran con el turrón. El programa APM despedía el año brindando para que Rajoy y Rosalía tuvieran un accidente mortal en helicóptero.
¿Qué pasaría si en vez de poner en la diana a las personas que no abrazan la independencia se deseara a los políticos presos que se atragantaran con el turrón?¿O que se cayeran de un helicóptero?¿Seguiría el presentador o la presentadora en antena como si no pasara nada? Creo que sabemos la respuesta.
El informe del CAC en sus más de 200 páginas no analiza la neutralidad política, la imparcialidad y el equilibrio de voces en la cobertura de la pandemia, a pesar que esto es algo inherente a la misión de servicio de una televisión pública y que el CAC debería salvaguardar. Lo subraya la consellera Carme Figueras en su voto particular que recuerda la importancia de valorar unos contenidos que deben dirigirse al conjunto de la ciudadanía, vote lo que vote, algo que ahora mismo no ocurre.
Cataluña necesita un cambio por muchas razones, pero una de ellas es recuperar unos medios de comunicación públicos de calidad, que se dirijan a toda la ciudadanía sin hacer sentir a la mitad de la población que es extranjera en su tierra. Necesitamos un cambio para que nunca más nuestra televisión pública esté al servicio de los que buscan dividirnos y enfrentarnos.