Jo no sóc 9N
¡Ya está bien! Venimos soportando la usurpación de nuestra identidad más de 35 años. El fraude lo inauguró Jordi Pujol desde que decidió reducir la representación de Cataluña en el Congreso de los Diputados a la “minoría catalana”. Por lo que se ve, el resto de diputados del resto de formaciones políticas catalanas en el Congreso no eran catalanes ni representaban a Cataluña. Para los que se caen ahora de la parra, la jugada viene desde las primeras cortes de 1977.
¿Es que el 27S no dejó claro que había más de la mitad de Cataluña que no era el 9N? Entonces, ¿por qué una parte de Cataluña se empeña en apropiársela por entero?
Y ahí seguimos. Ara titulaba en portada "Tots som 9N" y la cartelería de la alcaldada machacaba "Jo també sóc Mas". Eran los últimos eslóganes de la factoría nacionalista para acompañar a los imputados ante los juzgados. Pues no, "Jo no sóc 9N!" ¿O es que el 27S no dejó claro que había más de la mitad de Cataluña que no era el 9N? Entonces, ¿por qué una parte de Cataluña se empeña en apropiársela por entero?
YO NO SOY 9-N, ni quiero desobedecer las leyes de mi país, ni prevaricar, ni malversar los fondos públicos, ni usurpar las funciones administrativas y políticas que no son de mi competencia. Por eso no estoy imputado, por eso ningún juez me ha llamado a declarar. Ni a mí, ni a la inmensa mayoría de ciudadanos. Porque yo quiero respetar la separación de poderes, porque quiero educar a mis hijos en el respeto al Estado de Derecho y a la Constitución que lo fundamenta.
Ya está bien de usurpar mi identidad y mis derechos. Sed lo que queráis, pero no habléis en mi nombre, respetad a quienes no somos vosotros. ¿Qué os habéis creído, los dueños de Cataluña? ¿Quina és aquesta gent tant ufana i tant superba, que es incapaz de concebir otra mirada sobre Cataluña que la suya?
¿Quina és aquesta gent tant ufana i tant superba, que es incapaz de concebir otra mirada sobre Cataluña que la suya?
No sólo no soy vosotros, tampoco quiero seduciros. Las reglas democráticas me obligan a respetaros, no a quereros, como nadie me puede obligar a querer a quién me excluye, desprecia mis símbolos, a mi país, prohíbe mi lengua, y me desprecia, simplemente porque soy español. Estoy de la palabra seducción hasta el gorro. ¿Hemos de seducir a nuestro maltratador para convercerle de que no nos maltrate, o hemos de denunciarlo? ¿Hasta cuándo seguiréis actuando como víctimas cuando ejercéis cada día como verdugos? ¿Quién multa a los ciudadanos de Cataluña por rotular en castellano? ¿Quién impide estudiar en su lengua materna a quién? ¿Quién cumple las leyes que nos hemos dado entre todos, y quiénes las incumplen? ¿Por qué os consideráis mejores, si basáis vuestra fuerza en el desprecio a los demás?
Ese narcisismo, más propio de niños consentidos y malcriados que de ciudadanos adultos y responsables, supone que el resto de mortales estamos para contemplar sus gracias y ocurrencias. Jamás se pone en el lugar del otro, los demás están para contemplar sus ocurrencias, y respetárselas. ¿En nombre de qué? Ni se te ocurra exigirle corresponsabilidad, tienen la piel muy fina; enseguida te etiquetan y te facturan fuera del rebaño.
¿En nombre de qué, repito? Pues por lo que parece ser, en nombre de la democracia. O eso es lo que dicen. ¡Mándale güevos! ¿cómo nos hemos dejado engañar tanto?
¿En qué consiste la democracia para el procés? En acogerse a las leyes que le conviene en cada momento y en patearlas cuando no conviene a sus fines
Lo dice acertadamente Jordi Carrillo en 'Perdimos el 27S: el plebiscito permanente', cuando se lamenta de que no se impidiera la interpretación plebiscitaria de las elecciones del 27S: "Si esto no se llevó a cabo es sin duda por la habilidad del soberanismo en hacer pasar por fascista reaccionario a quien defiende un Estado democrático de Derecho y por demócrata al golpista".
Y es que la democracia para el nacionalismo suele ser lo contrario de lo que en realidad es. ¿En qué consiste la democracia para el procés? En acogerse a las leyes que le conviene en cada momento y en patearlas cuando no conviene a sus fines.
'15-O: judici a un poble', así titulaba Carles Ribera en El Punt Avui el mismo día que cuatrocientos alcaldes y cientos de independentistas acompañaban a Artur Mas a los juzgados. Vuelta la burra al trigo. ¿Quién es Carles Ribera para hablar en nombre de todo el pueblo de Cataluña?
El tocomocho lo inauguró Jordi Pujol en 1984 el día de su investidura como presidente de la Generalidad para librarse de la querella que el Fiscal General del Estado había cursado contra él y 24 ex dirigentes de Banca Catalana. Alegando que era una querella contra el pueblo de Cataluña, congregó a miles de seguidores en la Plaza de San Jaime, y desde el balcón de la Generalidad, los conjuró con dramatismo a resistir a los enemigos de Cataluña: "El Gobierno central ha hecho una jugada indigna, en adelante, de ética y moral hablaremos nosotros. No ellos". Ya teníamos un enemigo exterior para echarle las culpas de nuestros males y arremolinar al rebaño tras el gran timonel en dirección a Ítaca.
¡No es un juicio al pueblo!, ni lo ha sido nunca, sino una imputación a representantes políticos que están minando los fundamentos de la democracia
De aquella gran farsa, surgieron 30 años de impunidad del 3% y las bases emocionales para crear falangismo del somriure. Ahora, los palanganeros del régimen repiten la jugada sin ruborizarse. No nos aturdirán a todos: ¡NO ES UN JUICIO AL PUEBLO!, ni lo ha sido nunca, sino una imputación a representantes políticos que están minando los fundamentos de la democracia.
No son mejores que Tejero, aunque ellos crean que son su antítesis. Tejero desafió las leyes del Estado de Derecho, intentó arrogarse la legitimidad del Estado. Artur Mas y compañía están haciendo lo mismo, aunque con más felonía: pretenden cargar al Estado de Derecho la responsabilidad de la muerte de la democracia, en nombre del derecho a decidir lo que solo puede decidir todo el pueblo español. Sin ningún pudor. El coordinador general de CDC, Josep Rull, apostó el jueves pasado por no acatar una eventual inhabilitación del presidente de la Generalidad: "Llevan al presidente Mas ante un tribunal con la intención de inhabilitarle. Ante este hecho tenemos el derecho y el deber de ignorar cualquier decisión en este sentido".
¿Se imaginan qué uno o más mandos del Ejército hubieran asegurado eso mismo ante la posible condena a Tejero? Josep Rull no es un cualquiera, es un diputado de un parlamento del Estado, alguien que ha jurado cumplir y hacer cumplir la Constitución, y sin embargo tiene la desfachatez de amenazar con no cumplirla. Nada que no sugiriera el jefe antes. ¿Saben lo que es la democracia, o simplemente se están rebelando contra ella? La respuesta la desveló el mismo Rull en el argumento que siguió a la amenaza: "No es suficiente con ser un tribunal o una ley para ser legítimos. Hay que estar al servicio de la democracia. El único depositario de la soberanía nacional en Cataluña es el pueblo de Cataluña".
¿Cómo es posible que el número dos del partido de Artur Mas se permita dar esa coz a la doctrina de cualquier Estado de Derecho?
¿Cómo es posible que el número dos del partido de Artur Mas se permita dar esa coz a la doctrina de cualquier Estado de Derecho?
Aunque sienta vergüenza ajena, he de señalar las partes más groseras de la coz. En términos formales, parte de una tesis falsa, rigurosamente falsa, más allá de lo que ideológicamente piense cada cual: la soberanía nacional de Cataluña no reside en el pueblo de Cataluña, sino en el pueblo español. Segundo, la homologación de la legitimidad de los Tribunales de justicia y de la ley depende de si están amparados en un Estado de Derecho o no, no en la subjetividad nacionalista del Sr. Rull o de dos millones de ciudadanos como el diputado Rull. Y tercero, no hay democracia, si no hay un marco legal que la regule. Tanto es así, que si en el futuro Cataluña fuera un Estado independiente, su democracia estaría regulada por los mismos principios de derecho que regulan ahora mismo el propio Estado de Derecho que quieren socavar, y por tanto, sujeta a la ley, a unas normas de funcionamiento universales.
A este proceder temerario, lo ha calificado Jiménez Villarejo de “desafío antidemocrático del Presidente Mas”, en el que afirma: “Calificar las citaciones de 'juicio político' y 'anomalía democrática' representa, sin paliativos, tachar al Tribunal de prevaricador en cuanto se atribuye a sus decisiones una motivación y finalidad espuria, de inspiración política, y por tanto incumpliendo el deber que debe presidir cualquiera de sus decisiones, 'el sometimiento a la Constitución y al imperio de la Ley'. Y, lo que es aún más grave, dichas descalificaciones no se sustentan en argumento alguno. Es, objetivamente, una acusación vejatoria y mucho más si procede de dirigentes políticos que utilizan torcidamente su legitimidad democrática para defender sus intereses personales y ampararse en la impunidad. Ellos sí que constituyen una 'casta' política. Y ello, para descalificar a un Poder Judicial que saben, más allá de un comunicado, que habrá de soportar, eso sí con dignidad, su ultraje ante la opinión pública. Es la quiebra de nuestra democracia practicada por líderes como el president Mas que así hacen olvidar a sus ciegos seguidores que su partido, CDC, está pendiente de un juicio por el expolio del Palau de la Música, que penden juicios contra el que fuera dirigente de su partido Oriol Pujol y contra casi toda su familia, especialmente el ex president defraudador y otros muchos procesos, todos por corrupción. Líder de un partido que durante 2013, año de inicio del proceso soberanista, debía a la Banca nueve millones de euros. En plena crisis y en una sociedad desigual, empobrecida y abandonada a su suerte”.
El pasado 30 de Mayo traté de explicar estas evidencias en el artículo '¿Por qué lo llaman democracia cuando quieren decir 'por mis cojones'?'. Habrá que repetir, linkar lo obvio una, dos, mil veces si es necesario. Es intolerable que los representantes políticos nacionalistas estén argumentando principios que violan la doctrina de la democracia, en su nombre. No sólo engañan, no solo legitiman comportamientos protofascistas en la población más fanatizada y desinformada, sino que están envenenado con comportamientos mentales supremacistas a generaciones de jóvenes que en el futuro pudieran abandonar este falangismo del sonriure con el que nos quieren vender burra vieja por nueva, por un falangismo donde el límite de sus sueños sólo los podrá poner una violencia mayor.
Por eso, lo que realmente aterra, es la condescendencia, la complicidad, la irresponsabilidad de la sociedad catalana ilustrada ante semejantes exabruptos. Es una cuestión de higiene. De tanta supremacía catalanista, cada día se parecen más a esos españolazos que la transición enterró con nuestra Constitución.
Jo no sóc 9-N. Veremos cuántos podrán decirlo cuando el incendio controlado ya no lo dirija la casta dirigente responsable de esta pesadilla, y sus cachorros quieran llevar adelante, a las bravas, lo que las leyes, incluso sus propias leyes, les prohíban.
Mientras nos amenazan esas inquietudes, lean este link sobre otro “Jo també sóc Pepe Rubianes” del 2006 (como el link interno del objeto del artículo ha sido eliminado por TV3, lo recupero en este otro). De tantos polvos como aquellos, estos lodos.