Glen Baxter: el contexto está sobrevalorado
La irresistible la mezcla de una ilustración presuntamente seria y realista con un texto desquiciado, ridículo o intempestivo dota a la escena representada de un tono incongruente
17 diciembre, 2023 23:48Noticias relacionadas
Un vaquero plantado ante un lienzo en blanco. Bajo la ilustración -correcta, elegante, incluso seria, como si perteneciera a un libro antiguo- puede leerse: “Era el primer encontronazo de Tom con el modernismo”. Dos caballeros medievales contemplan, a la luz de una vela y con expresión pasmada, un diminuto objeto circular situado sobre una mesa. Texto inferior: “Era la pizza más pequeña que habían visto jamás”. Otro vaquero camina sosteniéndose la muñeca, como si acabara de ser herido de bala. Texto: “Vance vivía con un miedo constante a perder el reloj…”. Una señora robusta echa abajo la puerta de una cabaña de madera, ante la mirada asustada de los dos hombres que hay en el interior. Texto: “Era la señora Crabtree y no estaba para bromas”. Y así sucesivamente.
De este modo transcurren las cosas en el peculiar universo gráfico del inglés Glen Baxter (Leeds, 1944), maestro del humor absurdo e incongruente que goza de gran predicamento en el mundo cultural anglosajón y de muy poco fuera de él, como podría atestiguar su editor en España, Jorge Herralde, quien intentó popularizarlo en nuestro país dos veces y sin ningún éxito. La primera vez fue en el 2006 con el libro El rayo inminente: alguna buena crítica y ventas casi nulas (el álbum está actualmente descatalogado). La segunda tuvo lugar en el 2017 con Casi todo Baxter, que contaba con sendos prólogos de Joaquín Reyes y Jordi Costa (para que el lector intuyera por donde iban los tiros), pero cosechó el mismo resultado que su predecesor. Ahí terminaron los esfuerzos del pobre Herralde por introducir al dibujante británico (conocido por el alias, tan absurdo como sus viñetas, de Coronel Baxter), que él mismo definió como “el campeón mundial del humor impasible”.
Glen Baxter no es un dibujante de cómics strictu sensu, pero cada una de sus viñetas cuenta una historia completa. A su manera. La ilustración y el texto explicativo nunca tienen nada que ver, lo cual incrementa la sensación de feliz estupor de quien se enfrenta a su peculiar obra, que hunde sus raíces, según propia afirmación, en la infancia, cuando, siendo un crío tímido y algo tartamudo, su padre lo envió a comprar un botón a una tienda cercana. Nervioso y algo aterrorizado, el pequeño Glen se tiró todo el trayecto preparando su frase: “Por favor, necesito un botón”. Cuando entró en la tienda, se la espetó orgulloso al dependiente, quien le informó de que se había equivocado de negocio y había entrado en una tienda de muebles. Del incidente sacó la siguiente conclusión: “La frase era la correcta, pero el contexto no. Eso es lo que he hecho el resto de mi vida con mis dibujos”.
Los dibujos de Glen Baxter han aparecido en revistas como The New Yorker o Vanity Fair, y han sido expuestos en diversas galerías de arte de Gran Bretaña y los Estados Unidos. El hombre ha publicado un montón de libros que se han vendido muy bien en el mercado anglosajón, pero fuera de éste sigue siendo un secreto disfrutado por unos pocos, como el que suscribe, que los ha ido comprando en inglés a lo largo de los años (como los de Gary Larson, con el que tiene algunos puntos de contacto, aunque el norteamericano tiende más a lo hilarante que el británico, quien prefiere mantenerse en una extraña tierra de nadie que lo mismo puede hacer mucha gracia que ninguna). Entrar en sus pequeñas historias es hacerlo en un mundo alternativo en el que nada tiene la menor lógica, pero, tal vez por eso, resulta apasionante. Personalmente, encuentro irresistible la mezcla de una ilustración presuntamente seria y realista con un texto desquiciado, ridículo y/o intempestivo que dota a la escena representada de un tono incongruente que recuerda a veces al de algunos sueños que nunca llegamos a comprender, pero que nos han resultado entretenidos o intrigantes.
En las historias del coronel Baxter abundan los vaqueros, los gánsteres, los exploradores o los escolares, situados todos en su entorno habitual, que deja de serlo en cuanto leemos el texto que acompaña a cada viñeta. Hay algo muy majareta en las propuestas del coronel Baxter, algo que hace pensar que tal vez no está del todo en sus cabales, pero les aseguro que al natural -me lo presentó Herralde durante la inútil presentación barcelonesa de Casi todo Baxter- es un señor de lo más normal (aparentemente) y dotado de una amena conversación. Su dibujo, deliberadamente anticuado y de un trabajado realismo, se da de patadas con lo que escribe, que es una colección de brillantes salidas de pata de banco en la línea de cuando intentó adquirir un botón en una tienda de muebles.