Ilustración de Gary Larson

Ilustración de Gary Larson

Artes

El delirante mundo de Gary Larson

Gary Larson es un national treasure norteamericano de alcance muy minoritario fuera de su país. Y algo parecido puede decirse de otro tesoro nacional, esta vez británico, Glenn Baxter, del que hablaremos en el próximo capítulo.

11 diciembre, 2023 00:00

Cuando ya era conocido en su país natal, Estados Unidos, Gary Larson (Tacoma, Washington, 1950) fue invitado a una cena en la que le tocó sentarse junto a uno de sus ídolos de toda la vida, Chas Addams, creador de la inolvidable familia Addams. Puede que otro hubiese aprovechado la ocasión para manifestarle su admiración y decirle cuánto lo había influido, pero Larson, presa de un súbito ataque de timidez, fue incapaz de articular palabra alguna y no le dijo nada a Addams, quien debió quedarse con la impresión de que aquel sujeto era mucho más raro que él (Larson lo lamentó toda su vida, pero ya no había forma de volver atrás).

Su padre, Vern, vendía coches de segunda mano; su madre, Doris, ejercía de secretaria; su hermano, Dan, disfrutaba atormentándolo a causa de su temor a los monstruos en general y se pasó la infancia asustándolo de las más variadas maneras. Obsesionado desde niño por la ciencia y el reino animal, nuestro hombre estudió biología y, mientras trabajaba en una tienda de discos en la que se aburría mortalmente, dibujó sus primeros chistes, que ya podían considerarse lo que siempre fueron: comics condensados en una sola imagen con un texto al pie que completaba o explicaba la ilustración, centrada siempre en temas, digamos, extravagantes abordados como si fuesen lo más normal del mundo. Bajo el título de Nature's way (Así es la naturaleza), Larson hizo sus pinitos en dos diarios de Seattle (Pacific search y Seattle Times) antes de encontrar el título definitivo para su curiosa visión del mundo (humano, animal o, más frecuentemente, una tan disparatada como en el fondo cabal visión de la existencia), The far side (La zona lejana). Pese a lo extravagante de su propuesta (o quizás gracias a eso), The far side llegó a alcanzar una gran popularidad inesperada en Estados Unidos, como ya había sucedido con su adorado Chas Addams o, posteriormente, con las tristes aventuras de Charlie Brown o series de televisión como Seinfeld, productos que, en principio, no parecían contar con los ingredientes necesarios para convertirse en fenómenos de masas. La Asociación Nacional Norteamericana de Dibujantes de Comics premió a Larson cinco veces (en 1989, 1990, 1991, 1993 y 1995). En España se le ha ignorado totalmente, salvo una breve época en que el diario El País publicó The far side en su suplemento dominical (entre septiembre del 96 y julio del 97). Quienes no lo conozcan, pueden seguir mi ejemplo y comprarse los cinco volúmenes antológicos publicados en Estados Unidos entre 1984 y 1995 o entrar en su web (www.thefarside.com). ¿Qué es lo que encontrarán si optan por hacerme caso? Pues, básicamente, un mundo delirante construido a partir de la versión más surrealista y desquiciada posible de la cotidianidad humana, que a menudo se expresa a través de animales antropomorfos.

Encontramos un ejemplo clásico de la visión Larson de las cosas en uno de sus primeros chistes: la parienta de un chimpancé lo pilla con un pelo rubio en el cuerpo y le pregunta si no le estará poniendo cuernos con Jane Goodall, célebre primatóloga. El gag cabreó a mucha gente, pero no a la señora Goodall, que lo encontró graciosísimo, logrando que el autor cediera los beneficios de las camisetas editadas con ese chiste en el pecho a una entidad de defensa de los simios patrocinada por ella (la reacción de la comunidad cuadrumana no mostró tanto fair play: durante una visita a un parque de Tanzania, Larson fue atacado y mordido por un chimpancé llamado Frodo).

En las historias de Larson aparecen muchos animales, pero también seres humanos ridículos, extraños y a menudo entrañables que no siempre tienen forma humana (abundan los bichos con nombre de persona, así como los trogloditas que acuden a fiestas sociales -en una de ellas, le recuerdan a un invitado desnudo que ya no estamos en el pleistoceno y que ya no se va por ahí en pelotas-, las familias disfuncionales que no son conscientes de serlo, los científicos que se meten en camisas de once varas o los niños góticos inspirados en el propio Larson y su hermano cuando eran pequeños. El mundo de Larson es raro, absurdo, desquiciado e hilarante. No ofrece un retrato muy optimista de la condición humana (la canónica y la antropoide), pero jamás resulta deprimente ni pretende alienar al lector con visiones de la realidad que no comprende (puede que le resulten extrañas y excéntricas, pero siempre pueden ser entendidas por cualquiera con dos dedos de frente y un sentido del humor ligeramente retorcido). The far side es un atlas alternativo de la conducta humana de una comicidad irresistible, pero parece formar parte de ese material ilustrado que resiste mal los cambios de hábitat (como ya fue el caso de Chas Addams), limitándose éste a los países de habla inglesa.

Gary Larson podría haber hecho como Charles Schulz y tirarse con The far side hasta el fin de sus días, pero no fue así: la serie se publicó entre 1979 y 1995, reeditándose constantemente a partir de entonces y generando un dineral junto al preceptivo merchandising. Nunca hubo explicaciones claras del autor acerca de la decisión de (semi) matar a su gallina de los huevos de oro, pero no parece lamentarla desde su situación de humorista jubilado que espera tranquilamente a la Parca en compañía de su mujer, la arqueóloga Toni Carmichael, con la que se casó en 1981.

Aunque el hombre está muy contento con The far side, aún lo está más con su peculiar contribución a la ciencia y al estudio de los insectos: uno recién descubierto fue bautizado como Strigiphilus garylarsonis, mientras que una nueva mariposa ecuatoriana recibió el nombre de Serratolerga larsoni. Mente peculiar donde las haya, Larson nunca ha dado muchas explicaciones sobre su peculiar visión de la existencia, pero puede que no sean necesarias, pues se deduce ampliamente de sus viñetas y sus textos, en los que el mundo y la actividad humana (a veces con forma animal) reciben un suave tratamiento de choque que nos hace reír mientras nos hace pensar.

Gary Larson es un national treasure norteamericano de alcance muy minoritario fuera de su país. Y algo parecido puede decirse de otro tesoro nacional, esta vez británico, Glenn Baxter, del que hablaremos en el próximo capítulo.