La escritora Carme Riera / LUIS MIGUEL AÑÓN

La escritora Carme Riera / LUIS MIGUEL AÑÓN

Letras

Carme Riera: “Balcells puso en órbita a Barcelona y ahora la ciudad le da la espalda”

La escritora y académica reivindica el legado cultural de la mítica agente literaria de los grandes autores españoles y latinoamericanos en una biografía editada por Debate

14 marzo, 2022 00:10

“Yo quise mucho a Carmen. Fui su primera escritora catalana, fuimos vecinas y mantuvimos una relación muy fluida. Por eso me costó escribir este libro, pero quise hacerlo porque es una gran satisfacción ayudar a que su nombre sea conocido y reconocido”. Carme Riera ha dedicado cinco años a la escritura de Carmen Balcells, traficante de palabras (Debate), una exhaustiva biografía de la más importante agente literaria en lengua española. La mamá grande”, como la llamaban García Márquez y Vargas Llosa, fue una mujer que se preocupaba de cualquier detalle relacionado con la vida de sus autores con tal de que su única preocupación fuera escribir. Para algunos, como Luis Goytisolo, terminó siendo agobiante por su constante intromisión; para otros fue providencial. Balcells fue una precursora, abrió caminos y se convirtió en un referente. “Gracias a ella, ahora todos los que nos dedicamos a escribir vivimos mejor”.

–¿Escribir la biografía de Balcells ha supuesto enfrentarse a una persona o a un mito?

–Es indudable: Carmen Balcells es un mito. Prácticamente de la nada fue capaz de montar una de las agencias literarias más importantes de España y del resto del mundo. Y convirtió Barcelona en el epicentro de la literatura en español. Alguien que hace todo esto, ¿cómo no va a ser un mito? Ella fue consciente de esto, sobre todo con el paso de los años. En 2000, cuando le dan la Medalla al Mérito Artístico, decide, tras años de silencio, comenzar a hablar. 

–Se cuentan muchas leyendas sobre ella. Por ejemplo que, durante una discusión, Antonia Kerrigan tiró la máquina de escribir por la ventana. ¿Tuvo que desechar muchas a la hora de escribir?

–Los mitos llevan siempre a su alrededor leyendas. Al escribir el libro he intentado ver cuáles eran reales y cuales no, si bien en algunos casos me fue imposible saberlo. Lo que se cuenta de Antonia Kerrigan es falso. Lo que hizo fue tirar un mazo de papeles al suelo, pero ya está. Fíjate como funcionan las leyendas: se decía que Antonia había tirado la máquina de escribir en la plaza Calvo Sotelo, actual Francesc Macià, cuando la agencia no da a la plaza, sino que está en la Avenida Diagonal. 

Carme Riera, en la biblioteca de Penguin Random House  / LUIS MIGUEL AÑÓN (LETRA)

–¿Ha descubierto algo de Carmen Balcells que desconocía?

–Muchas cosas. Creía que su interés por lo esotérico era un mero pasatiempo divertido y, sin embargo, no era así. Para ella era una cuestión seria. Tenía a una persona que hacía cartas astrales y le aconsejaba cómo actuar. Ella, por ejemplo, prefería firmar los contratos los días 7 o 27, porque creía que le traían buena suerte. Esta creencia se basaba en una serie de predicciones que le enviaban desde Italia y de las que se fiaba completamente. Tampoco conocía todos los detalles de su relación con Castro. 

–Esa relación fue criticada por otros autores de la agencia, como Vargas Llosa. 

–Carmen trató de decirle ciertas cosas a Castro, pero no podía. Sin embargo, sí se las podía decir García Márquez. Mucha gente criticó su relación amistosa con Castro, pero gracias a ella muchos presos políticos pudieron salir de la cárcel. A veces vale la pena tragar quina para hacer cosas. Es verdad que su influencia sobre Castro llevó a García Márquez a sentirse dios, pero es que, cuando puedes salvar la vida de alguien, lo eres. Y García Márquez salvó más de una vida gracias a esta relación.

–Balcells solía preguntarle a la gente si era de buena familia. ¿Cuán importante era el estatus social para ella? ¿Le pesaba que la gauche divine la considerase una joven de pueblo?

–Ella decía que no había tenido un padre notario ni un padre que le hubiera montado una editorial. En principio se sintió rechazada por la sociedad barcelonesa, aunque a partir de un momento dado fue invitada ilustre en los saraos barceloneses. Pero los inicios fueron duros. Era una mujer que venía de la nada. Provenía de Santa Fe, un pueblecito cerca de Cervera. Vino a Barcelona para cursar estudios comerciales y, por azar, se convirtió en agente literaria. En la mejor agente del mundo hispánico. Esto la convirtió en un ser extraordinario. Cuando ella llega a Barcelona, la gauche divine todavía no existe. Ella no era alguien que frecuentara Bocaccio. Quien sí se relacionaba con este grupo era Magdalena Oliver, su principal colaboradora durante muchos años. Carmen no tenía una vida social particular ni se relacionaba con los vips de Barcelona. A ella le interesaban los autores, pero siempre tuvo mucha fascinación por el poder. Le encantaba compartir mesa con Anthony Quinn. Solía decir que lo que marcaba la diferencia era que algunos viajan en aviones privados y otros en vuelos comerciales. Le atraía la gente de buena familia, culta, que vistiera bien.

Carmen Balcells, traficante de palabras el nuevo libro de Carme Riera / LUIS MIGUEL AÑÓN (LETRA)

–¿Gracias a su amistad con José María Aznar pudo modificar la legislación fiscal sobre los derechos de autor?

–En alguna ocasión dijo que habría sido maravilloso que el PP hubiera seguido en el Gobierno porque se habrían logrado más conquistas para los autores. A través de Marina Castaño conoció a Ana Botella, a quien le explicó lo que significaba ser autor: cobrar un mísero 10% de cada libro, salvo las ediciones de bolsillo, por las que se obtiene un 5%. Esta biografía se venderá a 22,90 euros. A mí me tocarán 2,20 euros, con los cuales además tengo que pagar a mi agente –un 10%– y a Hacienda. 

–¿Su atención a los autores latinoamericanos provocó recelo entre los españoles?

–Sí, es algo que se dijo, como también se dijo que los autores latinoamericanos quitaban protagonismo a los españoles, relegados a un segundo plano. Nunca fue así, y la prueba es que ella se interesó de inmediato por Juan Marsé y, posteriormente, por Eduardo Mendoza o José Luis Sampedro. Sentía predilección por una serie de autores de aquí que también sentía por García Márquez, Vargas Llosa y otros latinoamericanos, como José Donoso, Nélida Piñón o Carlos Fuentes. El hecho de que estos autores vinieran con frecuencia a Barcelona hizo que la ciudad se convirtiera en el lugar de encuentro de estas dos literaturas. Carmen Balcells puso a Barcelona en la órbita literaria.

–¿Se podría decir que fue la responsable del boom?

–Es muy curioso que no se empezara a hablar de ella en relación con el boom hasta el año 2000. Hasta entonces no se había hablado. Lo único que hizo fue trabajar en silencio. Por eso no se la consideraba protagonista de nada. Desde que ella comienza a hablar se la relaciona con el boom. Se podría decir que fue una de sus creadoras porque logró colocar a autores que venían de América en las listas de superventas europeas.

–¿El hecho de estudiar comercio influyó para que viera el mundo del libro como una industria en la que lo importante era vender?

–Por supuesto. Carmen se definía a sí misma como una traficante de palabras. Dirigía una sociedad mercantil y se ocupaba de los números para que los autores pudiéramos ocuparnos de las letras. Gracias a ella los escritores ya no tuvimos que hablar de dinero con los editores y la relaciones fueron mejores. Era una mujer muy inteligente que conocía a sus autores y, como buena lectora, también conocía los textos. 

Carme Riera   LUIS MIGUEL AÑÓN (LETRA) 17

–¿Es verdad que le dijo a Rosa Regàs después de ganar el Planeta eso de que “Ya puedes escribir un buen libro”?

–Esa es la típica boutade de Carmen. Yo diría que no había leído la novela de Rosa y lo dijo por decir, porque Rosa es una buena escritora. 

–¿Cuán importante era su gusto literario a la hora de seleccionar a los autores para su agencia?

–Ella tenía una agencia literaria, no un agencia de libros. Las veces en las que se le coló algún autor no literario admitía haber metido la pata y dejaba de representarlo. Su criterio de selección era literario.

–Usted dedica un capítulo a los editores. Por ejemplo, Esther Tusquets, que, pese a terminar muy mal con ella, ensalza su generosidad.

–Y tenía razón. Carmen podía ser tiránica, decir cosas inconvenientes o afirmar que no daba recomendaciones, sino órdenes. Al mismo tiempo podía ser de una generosidad enorme. No podías decirle que algo te gustaba: te lo regalaba de inmediato. Enviaba flores maravillosas, aunque no fuera en una fecha concreta. Un 26 de julio, día Santa Ana, me envió un ramo con una tarjeta: “Quizás te llames Ana”. Sabía perfectamente que yo me llamaba Carmen porque el día de mi santo me enviaba flores. Echo mucho de menos sus flores y, seguramente, también lo haga el florista Prats.

–Jorge Herralde y Mario Muchnik tenían otra opinión.

–Son editores con visiones completamente opuestas. Hablé con Mario por teléfono cuando escribí el libro. Él tiene un recuerdo agradable de Carmen, pese a las diferencias y a que tuvo que enfrentarse con ella más de una vez. Algo parecido pasa con Ricardo Rodrigo: también conserva un buen recuerdo. Herralde tuvo sus más y sus menos con ella. Carmen se quejaba de Herralde y éste se sigue quejando de Carmen. De todas formas, es un hecho que no hubo ningún editor, ni siquiera Rafael Borràs, que tanto la ridiculiza, que no piense que fue una triunfadora y que hizo lo que pudo por sus autores. Nadie puede dudar de que Carmen fue un genio. 

Primer plano de Carme Riera, en la redacción de Penguin Random House  / LUIS MIGUEL AÑÓN (LETRA)

–Hoy todas las grandes agentes son mujeres. 

–No sé porque razón, pero este es un oficio de mujeres. Carmen creó escuela. No es casualidad que dos de las grandes agentes de este país, Antonia Kerrigan y Silvia Bastos, empezaran trabajando en su agencia. 

–¿Cómo era la relación de Balcells con las agentes que vinieron después?

–Su relación no tenía que ser muy fluida. De hecho, cuando le dan la Medalla de Oro a las Bellas Artes solo una persona de una de las agencias la felicita. En una entrevista le preguntan qué consejos daría a un joven agente y ella contesta: “Ninguno”. Carmen venía de un tiempo en el que ella era la única agente. Imagino que veía en todas las demás agencias competencia. Le molestó mucho que Antonia Kerrigan montara su propia agencia. Y debo decir que, a pesar de las peleas y los conflictos, cuando la entrevisté, Antonia me dijo que todo lo que ella había aprendido se lo debía a Carmen. 

–¿Ella aprendió trabajando con Vintilia Horia y Carlos Barral? 

–Cuando estaba en ACER, la agencia de Vintila Horia, tuvo relación con Seix Barral, porque era la editorial puntera en España, la única capaz de importar y traducir libros del extranjero y avalar a autores que entonces empezaban, como García Hortelano o Vargas Llosa. Ahí nace su amistad con Barral. Cuando ve que no puede comprar la agencia ACER porque no tiene el dinero que Horia le pedía, se da cuenta de que lo que sí puede hacer es convertirse en agente literaria porque conoce los mecanismos del mundo de la edición. Conversa con Barral, tienen tratos, pero ve que terminará estando de lado de la editorial y no de los autores, que es a quienes quiere ayudar. 

Carme Riera, entrevistada por Ana María Iglesias / LUIS MIGUEL AÑÓN (LETRA)

–Hablemos de cómo se implicaba en la vida de sus autores.

–Tenía una intuición enorme y sabía de qué pie cojeábamos todos. Sabía cómo actuar en cada momento. Cuando vinieron a Barcelona García Márquez y Vargas Llosa, Carmen se ocupaba de todo. Y cuando digo de todo, es de todo: si necesitaban una nevera nueva o si se les rompía la calefacción, lo solucionaba. Solía decir que las cosas de intendencia las bordaba y era así. Carmen pensaba en las cosas que podían necesitar sus autores y sus colaboradores. Mendoza cuenta que en una ocasión que se encontraba sin transporte en las Ramblas, junto a Vázquez Montalbán, llamó a Carmen y les envió un taxi. 

–¿Consiguió mantenerse al margen de las discusiones entre sus autores?

–Tenía una enorme mano izquierda y sabía callar. No era chismosa. No contaba cosas de unos autores a otros. Tuvo muy claro que se obtienen más cosas callando que hablando. Y esta fue su norma, al menos hasta el año 2000.

–¿Qué ocurrió para que comenzara a hablar?

–Decidió que había terminado su carrera como agente y que ya no dirigiría más la agencia porque se iba a dedicar a otras cosas. Escuchó un consejo que solía dar José Manuel Lara: “Jamás hay que ponerse a malas con un periodista porque hay que usarlos para obtener repercusión”. Dicho y hecho. Carmen necesitaba dinero. En Santa Fe compró unas casas que organizó como pequeños apartamentos. Quería vender la agencia. Necesitaba la ayuda de los periodistas y la propaganda que le podían hacer. Así que comenzó a dar entrevistas y a aparecer en los medios… ¡Incluso apareció en Cuéntame como pasó! Ella, que había huido de lo mediático, se convirtió en mediática.

Retrato de Carme Riera, en la biblioteca de Penguin Random House  / LUIS MIGUEL AÑÓN (LETRA)

–¿Fue entonces cuando le dijo a Andrew Wylie, el agente norteamericano, que o se llevaba a todos los autores o a ninguno?

–Este gesto es una demostración de la generosidad de Carmen. Ella tuvo esta oferta, pero no consideró que fuera correcta con autores que ella defendió con uñas y dientes. 

–¿Todos eran iguales para ella?

–Si repasas los autores más importantes de este país verás que casi todos están relacionados con Carmen. Cela, que consiguió el Nobel; Eduardo Mendoza, Marsé, Max Aub, Vázquez Montalbán, Rosa Montero, Miguel Delibes, Rosa Chacel, Jesús Ferrero… Todos son de distintas generaciones, pero que tienen gran importancia en el campo literario. Evidentemente, hay autores que dan más dinero que otros, pero esto a ella no le importaba. Recuerdo que cuando Jesús Ferrero, que por entonces no vendía mucho, decidió marcharse a Madrid Carmen le montó una fiesta increíble. Siempre decía que vender un libro de García Márquez le costaba cinco minutos, mientras que vender los libros de otros autores resultaba más complicado. Pero, si le gustaba un autor, hacía lo imposible para que una editorial lo publicara, aunque una cosa es publicar y otra vender. Ella solía decir: “En el fondo he fracasado, porque ni siquiera los autores consagrados tienen el mismo grado de aceptación que un futbolista”. Y tenía razón. Antes los escritores eran un símbolo de sus países. Ahora estamos de retirada. 

Retrato de Carme Riera, en la redacción de Penguin Random House  / LUIS MIGUEL AÑÓN (LETRA)

–Los Nobel merecen un capítulo aparte. ¿Requieren un trabajo al margen de lo literario. 

–Ella trabajó cada uno de los Nobel que tuvo en la agencia. Tras obtenerlo, Vargas Llosa le dijo: “Ya sabía que podías comprarlo todo, pero no imaginaba que tan deprisa. Carmen envió bombones a todos los que trabajaban en la Academia Sueca: “De esta manera no se olvidarán de mí”. Siendo conocida entre los académicos era más fácil pedir el Nobel para Ana María Matute, que es otra de las escritoras que representó. 

–¿Echa en falta un reconocimiento institucional a su figura?

–En la entrevista que le hizo hace unos días Évole a Felipe González recordaba ese dicho según el cual España es un país que entierra muy bien. Barcelona entierra muy mal. Carmen Balcells no se merece solo la calle que no tiene. No se merece solo una placa que –se supone– van a ponerle. Carmen Balcells se merece muchísimo más. Y desde luego no se merecía que su proyecto Barcelona latinitatis patria fuera rechazado. Que no venga ahora el ayuntamiento a decir que quiere su archivo. Barcelona latinitatis patria suponía que su archivo se quedaría aquí, pero las autoridades no han querdido. Es indignante. Carmen puso en órbita a Barcelona y ahora Barcelona le da la espalda. Ella quería que su archivo, el de Terenci Moix y el algunos autores latinoamericanos estuviera aquí para que la gente viniera a estudiarlo. Sin embargo, esta oportunidad se perdió. El archivo terminó siendo vendido al Estado. Ahora está en Alcalá de Henares.