Dr. Giraud & Mr. Moebius
El dibujante francés Jean Giraud, creador del teniente Blueberry y de la saga de Moebius, hizo gracias a su esquizofrenia creativa algunas piezas fundamentales de la historieta europea
30 julio, 2023 22:14El francés Jean Giraud (Nogent sur Marne, 1938–Montrouge, 2012) fue un artista esquizofrénico en el mejor y más artístico sentido del término. En él convivían armoniosamente dos personalidades contradictorias y, en cierta manera, complementarias, la del dibujante de westerns escritos por Jean Michel Charlier y protagonizados por el teniente Blueberry y la del creador de mundos fantásticos a solas o en compañía, entre otros, del visionario chileno Alejandro Jodorowsky, con el que llegó a colaborar en una adaptación cinematográfica de Dune, el clásico de Frank Herbert, que nunca llegó a buen puerto, aunque muchos afirmen que habría dejado en mantillas las versiones de David Lynch y Denis Villeneuve.
El de los westerns se llamaba Jean Giraud; el de las fantasías y la ciencia ficción, Moebius (cuyo dibujo poco tenía que ver con el de su hermanito). Al nacer después, se supone que Moebius es el alter ego de Giraud, pero yo creo que tanto éste como Moebius poseían una entidad propia y, en todo caso, cada uno de ellos era el alter ego del otro.
Y nunca se llevaron mal ni uno acabó con el otro, pues convivieron apaciblemente hasta la muerte de ambos el 15 de mayo de 2012, cuando fueron enterrados juntos en el cementerio parisino de Montparnasse con lo que fue casi una ceremonia de estado a la que acudió el ministro de cultura, Frederic Miterrand, sobrino del presidente con el que compartía apellido.
Puede que Moebius empezara a asomar la cabecita antes de su fecha oficial de nacimiento (1974, con el álbum experimental Arzach, que carecía de textos, pero ofrecía una historia fantástica perfectamente digerible), cuando su futura madre, en 1955, se casó con un mexicano y se trasladó a México con su nuevo marido y su hijo, Jean, de diecisiete años, quien descubrió allí el jazz y, probablemente, la marihuana a la que tan aficionado sería durante una gran parte de su existencia.
El joven Giraud volvió a Francia en 1957 para hacer el servicio militar y se quedó con la idea de convertirse en dibujante de bande dessinnée. En 1961, ya ejercía de aprendiz con Joseph Gillain, alias Jijé, trabajando en algunos álbumes de la popular serie del oeste Jerry Spring. Jijé le devolvió el favor ilustrando la portada de Fort Navajo, la primera aventura del teniente Blueberry (1964), a la que siguieron muchas más (las últimas, escritas por el propio Giraud tras la muerte de Charlier).
El nacimiento de Moebius no implicó la muerte de Giraud, quien siguió firmando con su nombre las aventuras de Blueberry y adoptando el de Moebius para sus proyectos más experimentales, que pudo abordar desde la revista Metal Hurlant, creada en 1974 por el propio Giraud y tres compadres (el dibujante Philippe Druillet, el guionista Jean Pierre Dionnet y el economista Bernard Farkas), agrupados bajo el nombre que dio título a su editorial, Les humanoides associés.
Después de Arzach llegó El garaje hermético (1976 – 1979) y, sobre todo, una larga colaboración con Jodorowsky dividida en dos etapas: primero fabricaron a medias las siete entregas de El Incal, luego se separaron y después volvieron a unirse en 1992 para crear la trilogía El corazón coronado (de la que destaca especialmente la primera entrega, La loca del Sacré Coeur).
Durante la larga travesía fantástica de Moebius (que hasta incluyó una colaboración norteamericana con Stan Lee, una aventura del súper héroe Silver Surfer titulada Parábola), Jean Giraud se mantuvo plenamente en activo, llevando su esquizofrenia creativa con una habilidad admirable (cuando dejó de dibujar a Blueberry, escribió sus historias para otros dibujantes, como el eficaz, ya que no brillante, William Vance).
La relación de Giraud/Moebius con el cine no se redujo al imposible Dune de Jodorowsky, pues consiguió hacerse notar con sus ideas y sus diseños en películas como Tron, Alien o El quinto elemento. Abierto a las novedades historietísticas, nuestro hombre ayudó a introducirse en el mercado francés al japonés Osamu Tezuka, al que admiraba (lo cual no le impidió, algunos años después, despotricar del manga y de la perniciosa influencia que, según él, estaba ejerciendo el comic japonés sobre la cultura europea, una opinión con la que no puedo estar más de acuerdo).
¿Le pasaron factura al señor Giraud su amor por las drogas recreativas y/o místicas y su adscripción a ciertas teorías new age? Es posible. Pero el hecho de que desbarre en algunos de sus álbumes (no diré cuáles: que los identifique el lector) no invalida en absoluto una carrera larga, variada y a menudo pintoresca en la que Giraud y Moebius convivieron armoniosamente y produjeron, cada uno a su manera, piezas fundamentales de la historieta europea.
Les sobrevive a ambos, por lo menos mientras escribo estas líneas, el incombustible Alejandro Jodorowsky, saltimbanqui intelectual capaz de lo mejor (su película Santa Sangre es una obra maestra del bizarrismo hispanoamericano) y de lo peor (algunos de sus libros de autoayuda mística bordean el tocomocho moral a lo Paulo Coelho). Y una hija llamada Helene.