El falansterio de Paula Rego
Un museo diseñado por el arquitecto Souto de Moura custodia en Cascais parte de la obra de la pintora británico-portuguesa, llena de originalidad descarnada
20 agosto, 2021 00:10La costa de la Gran Lisboa –en los aledaños de la capital portuguesa– tiene mil y un motivos que justifican una visita. Están su belleza atlántica y la melancolía portuguesa que mitiga los colores vivos del sol y el mar, además de las tentaciones de carácter histórico, artístico, político y cinematográfico. Junto a Cascais, su villa más hermosa – y más cara, la milla dorada del litoral vecino– el Casino de Estoril, génesis de tantas bancarrotas de apellidos ilustres, sirvió a Ian Fleming para inspirarse en la primera de sus novelas que tiene como protagonista al mayor espía de todos los tiempos: James Bond.
No es un motivo banal para el viaje, peregrinaciones más timoratas se han visto, curiosear en la que fue la meca del Black Jack y otras formas de enfangarse y vestirse de largo al mismo tiempo. Casino Royal, escenario de la novela y de la película del mismo nombre reproduce, casi con escrúpulo de copista, el viejo casino portugués que fue un aliciente más entre los muchos encantos de la zona. Antes de ser derrocados como destinos por Montecarlo y Saint-Tropez, Estoril y Cascais fueron el refugio ideal de familias reales europeas y de rotundos y afamados millonarios, como el naviero griego Onassis y el francés Renault. Y el mejor de los purgatorios para reyes virtuales, como Juan de Borbón de España, Humberto II de Italia, Carlos II de Rumania o Eduardo VIII, duque de Windsor y algo filo nazi, al parecer.
Cartel del documental sobre la pintora Paula Rego dirigido por su hijo, el cineasta Nick Willing que se exhibe en el Museo de Cascais
Desvanecido el efecto glamouroso de esta vieja guardia, sustituida por famosos de pelaje diferente, Cascais continúa siendo una villa de veraneo burgués que acoge eventos relacionados con el golf, el surf, la vela o las competiciones de veleros y yates. Y, sin embargo, sea por su caserío modernista o sea por su aire decimonónico, la ciudad mantiene un ambiente que no ha sido mancillado por las aglomeraciones y estéticas de bronceador a granel. Aunque menudean los bares turísticos, lo hacen de forma discreta, respetando el paseo y su aspecto es casi francés, más cercano a San Juan de Luz que a las playas del Sur. Ese ambiente en el que creció una de las más atrevidas artistas europeas: Paula Rego, cuya obra merece una visita.
A casa das historias es el nombre del museo de la pintora que la cámara municipal, el ayuntamiento de Cascais, levantó hace diez años por la mano de Souto de Moura, uno de los grandes arquitectos portugueses, Premio Pritzker, igual que Álvaro Siza. Portugal puede presumir de una buena nómina de arquitectos ilustres, pero además hace gala –lo cual aún sorprende mucha más gratamente) de un cuidado exquisito en la edificación de nueva obra pública. El pueblo más pequeño del Alentejo puede contar con una extraordinaria biblioteca que, siguiendo la estela del maestro Siza, respeta el entorno sin renunciar a la contemporaneidad.
En el caso del Museo de Rego, la arquitectura de Souto de Moura reinterpreta el paisaje y crea un espacio rodeado de parques donde no paran de cantar pavos reales. Si conocer a Paula Rego es ya una experiencia, el edificio en sí mismo merece el viaje: una obra contemporánea con el predicamento de la arquitectura románica, renacentista, gótica o barroca. Aunque nadie, si no es desde la erudición no exenta de osadía, discute lo que consideramos edificios clásicos, la arquitectura contemporánea levanta pasiones, a favor y en contra, por su singularidad o por su inanidad. Ni lo uno ni lo otro ocurre con A casa das historias.
El museo es fácilmente reconocible gracias a dos torres o pirámides rojizas que sobresalen sobre un cuerpo edificado que varía de altura y simetría, pero no del color. Un cromatismo que recuerda a Siena y a algunos palacios de Venecia. Los árboles que cubrían el terreno fueron respetados y se integran con la construcción de nueva planta, de manera que filtran la luz y administran las sombras. La sensación que produce el edificio es de amplitud y, a la vez, acogimiento, comodidad. Un espacio que, sin ser excesivamente grande, se nos muestra despejado y abierto. En 750 metros, este centro cultural alberga salas de exposiciones, un auditorio, una tienda y un café con jardín. En contraste con el tono tierra del exterior, dentro los tonos son grises y acordes con los materiales de la zona, el armo gris-azul propio de Cascais.
Planos de Casa das Historias / SOUTO DE MOURA STUDIO
Ver una obra del Premio Pritzker 2011 ya es motivo para abandonar unas horas el puerto y la playa, que tampoco están lejos. La potentísima obra de Rego (cuyas obras más numerosas se encuentra en Londres o desperdigada entre particulares) conmociona y provoca un efecto de contraste entre la calma serena del edificio y la violencia y desasosiego de sus esculturas y sus cuadros. La originalidad descarnada de sus figuras, especialmente las mujeres, es tan intensa que resulta casi imposible catalogarla en un determinado estilo cerrado. Rego es Rego.
El museo no recoge sólo los trabajos de esta la artista. Completa sus fondos con obras de su marido, el pintor Víctor Willing. La pareja vivió durante años en una hacienda propiedad del padre de Paula, un rico hacendado bien situado política y económicamente, en Ericeira, cerca de donde se levanta el museo. Aquella finca fue su falansterio y escenario de una relación difícil y una familia poco convencional. El dramatismo de Rego, heredero de Goya y también de Lucien Freud, se explica –en la medida que se explica el arte– en función de la vida de la pintora, su dependencia afectiva y artística de Willing y el dolor de sus primeros años como pareja.
Todo esto lo intuye el visitante viendo el museo. Y lo confirma el documental del hijo de ambos, Nick Willing, rodado en 2017. La historia es la siguiente: Rego, estudiante en los mejores colegios británicos, conoce a Willing, entonces un artista reconocido, casado y contrario a romper su matrimonio. Algunos de los cuadros más brutales de la pintora portuguesa hacen referencia a situaciones de violencia emocional y al aborto, una experiencia personal, presionada por su amante, que confiesa ante su hijo y que le sirvió de motivo para ilustrar una campaña a favor de su legalización en Portugal.
Tras este episodio dramático, Rego decide –al producirse otro embarazo inesperado– ser madre soltera y regresar a Portugal en plena dictadura salazarista. Willing la seguirá y allí, cerca de Cascais, formaran una familia con tres hijos, una casa de campo sin excesivas comodidades y un estilo de vida beat. A la muerte del patriarca de los Rego, Willing asume la dirección de los negocios familiares con tan escasa pericia que los arruinará. Desposeídos de todo, incluida la finca de Ericeira, su hogar, se marchan del país para refugiarse en Londres, de donde nunca regresarían.
No fue fácil la vida en Reino Unido. El marido de la pintora fue diagnosticado de esclerosis múltiple, una enfermedad que lo consumiría, y tuvo que ocuparse del sustento familiar. A esta situación se suma un cuadro de depresiones. Es tras la muerte de Víctor Willing cuando Rego alcanza la fama y se convierte en una de las artistas de Portugal más codiciadas por marchantes y coleccionistas. El éxito le da dinero y tranquilidad personal, pero no le harán olvidar las sensaciones de dolor y miedo. Su pintura ha sido calificada como siniestra, caricaturesca y feroz, aunque recurra a relatos de la literatura infantil inglesa, especialmente los cuentos de Beatrix Potter. No es un casualidad que el museo haga referencia, precisamente, a estas historias porque una parte importante de la colección está formada por dibujos y bocetos de fantasía, vistos bajo un prisma satírico. Entre ellos figuran la serie Dog Woman (1990), donde aparecen mujeres-perro que ladran a la luna.
Las obras de Regó ha viajado a los museos más importantes del mundo: el MOMA, Metropolitan (Nueva York), la Tate Modern y el British Museum (Londres) y, de forma temporal, ha estado en el Reina Sofía (Madrid) que hace ahora una década le dedicó una retrospectiva. En 2020 la artista expuso sus obras en el museo Goya de Zaragoza. Con 85 años rendía un homenaje al autor de Los Caprichos, una de sus grandes influencias. “La furia nos mantiene vivos”, dice Rega mirando directamente a cámara (y a su hijo) en el documental.