Juste de Nin, ‘cosa de tots’
El artista catalán, que formó dúo con Vázquez Montalbán, impulsó durante los años ochenta la normalización lingüística gracias a sus ilustraciones y novelas gráficas
26 mayo, 2020 00:00Desaparece como el rayo Lluís Juste de Nin. Las aceras son demasiado anchas y las paredes parecen vacías; la ausencia que deja Nin en el espacio público se parece al vacío que provocó la despedida del gran pintor Guinovart en el mundo de las salas de arte y museos. Cuando muere un creador, la ciudad languidece. A Juste de Nin se le recuerda como dibujante, con textos de Avel.lí Artís, Tisner, como el padre de Norma, la jovencita que impulsó la imagen de la normalización lingüista en los primeros años ochenta, con la frase “el català es cosa de tots”. Aquel fue un momento trascendental de una cultura que hoy corre peligro de morir en manos de sus apasionados legionarios.
Juste publicó un montón de novelas gráficas. Entre ellas, Els Nin, musculado retrato de su historia familiar, L'Educació Sentimental, una adaptación de la obra de Flaubert con las andanzas del joven soñador, Frederic Morell, en la Barcelona revolucionaria de la II República; La montaña mágica, adaptación libre de la obra de Thomas Mann, que describe el periodo de la Ciudad Condal durante las vanguardias; El Noi (Salvador Seguí) Vida y muerte de un hombre libre o la última de sus novelas gráficas, Mambrú se fue a la guerra, una aventura en tiempos de la Gran Guerra en la que, entre otros personajes reales, aparece el periodista Gaziel, en el París de su juventud. En La Vanguardia, Francesc-Marc Álvaro lo sitúa entre los que dominan la delicada “alquimia que permite disolver la frontera entre la experiencia soñada y la experiencia cotidiana”.
En los años del hierro, Juste de Nin firmó con el alias de El Zurdo en diferentes publicaciones. Formó un recordado dúo, de dibujante y escritor, con Manuel Vázquez Montalbán en el diario Mundo Obrero, órgano del PCE, la L’Humanité española, no tan vibrante como el medio francés y desde luego elaborado con menos medios. Fue en los estertores del antiguo régimen cuando se le vio en publicaciones como Nous Hotitzons y cuando colaboró con la Asamblea de Cataluña, que acabó con el encarcelamiento de 113 dirigentes reunidos en la parroquia de Maria Mitjancera. Trasladó su invención a la revista Canigó; allí, en la publicación entonces dirigida por Isabel-Clara Simó, dejó de ser un gato gouche, para convertirse en L’Esquerrà.
Imagen de uno de los cómics de Juste de Nin / TRILITA EDICIONS
Pensó en lo natural frente a lo histórico, hecho de instituciones y discursos; confrontó su soledad creativa con el todo, sin desmerecer el paisaje y el paisanaje. En los últimos años colaboró en campañas a favor de un referéndum en Cataluña. El presidente de la Generalitat, Quim Torra, le ha calificado como “un gran luchador y patriota”, dejando para el final su faceta artística y profesional de ilustrador y dibujante; y dejándose lo más importante: Juste de Nin vivió con elegancia, “nos enseñó a sonreír ante las tormentas”, como remarca Álvaro. A pesar de la tristeza ambiental, hoy es un buen día para recordar que el arte no tiene patria, o mejor, su patria es el alma que plasma los devaneos del creador. “El artista es un mago que quema los archivos de su tradición”, escribe el austríaco W.G. Sebald, severísimo apátrida.
El ex consejero de Cultura Ferran Mascarell le ha dedicado una despedida muy honda: “No podremos hablar contigo ahora, mañana o pasado mañana, de política, del país y de la vida. Se me hace difícil imaginar cómo podrán ser las reuniones del Cercle Catalanista de l'Ateneu”. Mascarell, hombre sabio, recuerda a Juste desde esta ribera, “hablando de Andreu Nin y del POUM, y de toda aquella generación de republicanos que tanto admirabas”.
El político añora la “transversalidad” del artista, tan mal vista en estos años de fiereza y frentismo. No hay ninguna duda de que Nin estuvo muy vinculado a movimientos catalanistas y de izquierdas (pero de lo segundo, menos). Celebramos sus ansias y recordamos que fue distinguido con la Creu de Sant Jordi, aunque Puigdemont, Torra y la consellera Mariàngela Vilallonga hayan convertido el galardón en el pegamento sectario de su causa desmedida.
Novela gráfica de Juste de Nin dedicada a Andreu Nin / TRILITA EDICIONS
Juste de Nin proyectó su sombra sobre el sector de la moda como director creativo de la firma Armand Basi, que atravesó su momento dorado al final de pasado siglo, “la centuria del swing, el graffiti y Nueva York”, tal como la verbalizó el dibujante. Para la Cabalgata de Reyes de 2006 de Barcelona, diseñó la carroza y el vestuario dedicados al Año del Libro, donde un Quijote y un Sancho Panza exultantes, rodeados de niños armados con lápices de colores enormes, cabalgaban sobre un libro con cabeza de Rocinante. Destacó su boda de Neptuno en unas fiestas de la Mercè o sus dibujos gigantes en La Ciudad de las Personas en medio del Paseo de Gracia. Expuso su estética sin desentenderse de la solidaridad y la cultura profunda, la única que existe. En septiembre de 2008, diseñó el vestuario para el estreno mundial de la ópera La Celestina del músico Joaquín Nin-Culmell, en el Teatro de la Zarzuela de Madrid. Ha sido miembro del Ateneu, de la Fundació Andreu Nin, socio de Òmnium Cultural y vocal del patronato del Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC).
“Crees empujar y eres empujado”, le susurran a Fausto en la obra de Goethe. La expresión revela la fuerza del patriotismo cuando se convierte en propaganda de la defensa nacional. También expresa las prisiones del arte y cómo se frustra, a base de empellones, la aspiración del creador a no dejarse encasillar. Ahora que se ha marchado Justo de Nin, un creador urbano por excelencia, hay que llamar a ocupar fachadas a base de color, a rodar por las aceras en movimientos que nos ayuden a recordar el Leviatán que lleva dentro todo sueño aventurero de convivencia. Algunas revoluciones destruyen lentamente los símbolos de la libertad, hasta conducirte al lugar “lívido, fiero y desnudo / donde no podrás jugar como solías”. Son palabras del emperador Adriano, recogidas por Margarite Yourcenar.