
El granero de Barcelona convertido en una iglesia con toques modernistas y pasado anarquista, iglesia de Sant Pacià FLICKR
El granero de Barcelona convertido en una iglesia con toques modernistas y pasado anarquista
El templo del siglo XIX conserva una de las obras menos conocidas de Antoni Gaudí
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Una iglesia anarquista suena como un oxímoron, una contradicción en sí misma. Pero Barcelona es una ciudad cargada de sorpresas y todo puede pasar.
La ciudad condal esconde una iglesia con inscripciones de movimientos anarquistas, con un pasado como granero y una obra de Antoni Gaudí en su interior. Una historia digna de destacar.
Sede de una congregación religiosa
El templo en cuestión se encuentra en una equina del popular barrio de Sant Andreu. Se trata de iglesia que ha albergado a una congregación religiosa con varios colegios repartidos por la ciudad, que ha sido quemada y que ha servido comida a las víctimas de la guerra. Un espacio multifuncional cuya pasado todos conocen.
Bajo sus muros de estilo neogótico conviven además el arte de Antoni Gaudí con las huellas indelebles del anarquismo barcelonés. La iglesia de Sant Pacià es, sin duda, uno de esos lugares donde la arquitectura y la historia se entrelazan para contar una historia singular y profunda.
Guardiola y Gaudí
Proyectada por el arquitecto Joan Torras Guardiola, vecino del barrio y figura clave en la arquitectura eclesiástica del siglo XIX, la iglesia fue terminada en 1881. Su estilo neogótico, con líneas verticales marcadas, arcos ojivales y sobriedad decorativa, se integraba perfectamente en el urbanismo de la época.
Sin embargo, su verdadero tesoro arquitectónico se encuentra en el suelo: un mosaico diseñado por un joven Antoni Gaudí y ejecutado por el marmolista Luigi Pellerin que muy pocos catalanes conocen y que tuvo que ser restaurado en 1989 debido a los ataques sufridos.
Una iglesia que cambió de manos
El templo nació como capilla del convento-colegio de la Congregación de Religiosas de Jesús y María, pero su destino pronto tomó otros rumbos. Cuando las religiosas, que tienen varios colegios en la ciudad, se trasladaron a Sant Gervasi, el edificio fue vendido a los Hermanos Maristas, quienes instalaron allí su noviciado y una escuela para niños.
Todo parecía en orden, hasta que la conflictividad social que se cernía sobre la Barcelona obrera del cambio de siglo la convirtió en algo muy distinto. Todo empezó durante la Semana Trágica de 1909. Sant Pacià fue uno de los primeros templos en ser incendiados.

Mosaico de la iglesia de Sant Pacià AYUNTAMIENTO DE BARCELONA
Pasado como granero
Apenas un día después de que ardiera la parroquia de Sant Andreu de Palomar, los sublevados asaltaron Sant Pacià, lo saquearon y le prendieron fuego. Tras el episodio, los maristas vendieron la finca y la capilla se utilizó como almacén de grano y legumbres.
Calmadas las aguas, en 1923, el Obispado de Barcelona la adquirió para convertirla en tenencia parroquial y, finalmente, en 1930, Sant Pacià fue erigida como parroquia independiente. Aunque le esperaba un futuro anarquista.
La guerra y los anarquistas
La Guerra Civil devolvió el templo al ojo del huracán. En julio de 1936, los anarquistas de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y la Federación Anarquista Ibérica (FAI) confiscaron los locales parroquiales. Esta vez, a iglesia no fue quemada ni destruida, como ocurrió con la de Sant Andreu de Palomar.
La intervención del padre Alexandre Pech y Ferrer, quien, según relatan los historiadores, mantenía contactos con un miliciano, ayudó a salvar el templo. Su diplomacia evitó la destrucción total y permitió reconvertir el templo en un comedor popular, conocido como uno de los comedores sociales Durruti.

Sant Pacià WIKIPEDIA
Un comedor social
Durante esos años de la guerra, Sant Pacià fue despojada de sus bancos, sustituíos por mesas y sillas que acogieron a más de cien personas en cada comida. No era un acto vandálico, sino caritativo. Se trataba de una organización cuidadosamente gestionada por el Comité de Avituallamiento de las Milicias y, más tarde, por la Generalitat y el Ayuntamiento.
Los trabajadores del comedor, en su mayoría hombres afiliados a la CNT y la UGT, cobraban sueldos semanales y cumplían horarios reglamentarios, evidenciando el nivel de profesionalización alcanzado por estas iniciativas sociales. Una obra más que destaca y que, de alguna manera, sobrevive en el templo.
Las marcas anarquistas
Si uno es observador o conocedor de la historia del templo, puede darse cuenta de que en la fachada principal del templo, bajo capas de pintura desgastada y parcialmente ocultas por la vegetación, todavía se distinguen las siglas de la CNT y la FAI.
Estas pintadas, realizadas con alquitrán, resistieron los intentos franquistas por borrarlas con cemento, y se han convertido en uno de los grafitis más antiguos vinculados al anarquismo en la ciudad. Lo que puede entenderse como un gesto de rebeldía, es en realidad la marca de un pasado convulso de la ciudad, pero también de un tiempo de gran importancia de la acción comunitaria.