Cataluña siempre ha presumido con orgullo de ser una tierra de acogida. La historia reciente lo demuestra. Los cimientos de esta comunidad autónoma están conformados por los migrantes de otras partes de España que vinieron aquí atraídos por las oportunidades laborales que ofrecía un territorio pionero, industrial y, ahora, de servicios.
Tampoco han faltado los migrantes de otros puntos del mundo que, sobre todo tras los Juegos Olímpicos, descubrieron en Barcelona un lugar ideal para vivir y disfrutar de un buen clima. Pero la ciudad ya fue punto de encuentro de diferentes culturas mucho antes.
Dónde está
Prueba de ello es un barrio tan controvertido como rico situado en pleno centro de Barcelona. Sí, se trata del Raval, uno de los barrios más emblemáticos y multiculturales de Cataluña, ha experimentado una transformación significativa a lo largo de los siglos.
A pesar de que muchas noticias y programas de televisión quieren vender esta zona de la ciudad como el epicentro de los narcopisos, delincuencia, heroína y prostitución, el Raval es sinónimo de cultura, bares vibrantes, música emergente, convivencia e historia.
Presente y pasado del barrio
La extremaderecha se empeña en acusar a este barrio de haber perdido su esencia, de haberse islamizado, unas acusaciones no sólo xenófobas, sino que son buena prueba del desconocimiento. Si el Raval lleva este nombre es, precisamente, por su pasado árabe. Le pese a quien le pese.
Para que dejen de acusar de esta manera, es necesario coger un libro de Historia y viajar a la Edad Media. Era el siglo XI cuando Barcelona fue duramente afectada por una epidemia de peste. La ciudad intramuros es lo que ahora es el barrio gótico y se convirtió en caldo de enfermedad.
El Raval y su origen árabe
Para hacer frente a esta crisis, el rey Pedro el Ceremonioso ordenó la construcción de un nuevo cinturón de murallas al otro lado de lo que ahora son las muy populares y turísticas Ramblas. En aquel entonces, por eso, era una simple riera.
El monarca quiso alejar la enfermedad lo máximo posible del núcleo urbano. Expulsar a los enfermos y, con ellos, muchos de los males de la ciudad. Claro que en realidad esta expansión tenía un doble propósito: aislar a aquellos afectados por enfermedades, así como a los negocios considerados sospechosos y, además, proteger a la población en caso de guerra o asedio.
La idea se llevó a cabo y cuajó. El nuevo suburbio empezó a tomar forma y cada vez recibía más población. Con el pasado musulmán de Cataluña todavía en el aire, poco a poco, ese nuevo núcleo de población comenzó a ser conocido como "rabad", un término árabe que designaba los suburbios o áreas fuera de los muros de la ciudad.
Claro, que si uno analiza, ya ese término se usaba de forma despectiva. "Rabad" también tenía connotaciones menos favorables, refiriéndose a barrios de prostitutas y leprosos. Es decir, este barrio que nació para proteger a unos, rápidamente quedó denostado y, lamentablemente, a pesar de todo lo que allí se ha conformado, parece haberse quedado con esa etiqueta.
Los diferentes Raval
Pero tampoco se quedó así para siempre, como se puede ver ahora. Con el tiempo, este término árabe que bautizó a la zona se catalanizó, convirtiéndose en el actual "Raval", mientras que en castellano esa palabra evolucionó a "arrabal".
También cambiaron otras cosas. A pesar del nombre arabesco, entre el siglo XV y la desamortización de Mendizábal en 1837, El Raval se transformó en una zona dominada por conventos y órdenes religiosas. Este desarrollo religioso coexistió con un creciente número de fábricas, atrayendo a trabajadores humildes que vivían en condiciones precarias.
Pasada la Revolución Industrial en España, con Cataluña convertida ya en un polo de desarrollo fabril y de negocios, durante los siglos XIX y XX, el barrio se convirtió en un epicentro de la lucha social, el activismo y el asociacionismo. Eventos históricos como la quema de conventos en 1835 y la Semana Trágica de 1909 marcaron profundamente la historia del barrio.
Ya entrado el siglo XX, El Raval se llenó de vida. Cabarets, salas de espectáculos, tabernas y burdeles hicieron acto de presencia. Allí acudían desde gente del barrio a intelectuales de otros puntos de la ciudad e incluso del mundo.
De árabe a chino
Su proximidad al puerto y La Rambla, junto con sus calles estrechas y tortuosas, lo convirtieron en una zona de reputación cuestionable y a su vez de actividad efervescente. Prueba de ello es que de los años 20 en adelante esta zona, rebautizada por el periodista Àngel Marsà como “barrio chino” en 1925, atrajo a artistas como Pablo Picasso, Josep María de Sagarra y Francisco Madrid. Ellos retrataron la miseria de la zona, pero también el ambiente bohemio del lugar.
Durante la Guerra Civil y la dictadura franquista, El Raval fue a peor. Si todo el país se sumió en la miseria y la decadencia, el barrio quedó degradado tanto social como urbanísticamente, ganándose la reputación de ser el barrio más peligroso de Barcelona.
Con la llegada de la democracia, comenzaron las transformaciones urbanas destinadas a mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Estas reformas se intensificaron tras las Olimpiadas de 1992, culminando en el año 2000 con la creación de la Rambla del Raval, un amplio paseo que transformó por completo la zona.
Este polémico limpiado de cara hizo que el barrio recuperara su nombre original, perdiera el de barrio chino, pero con ello perdió parte de su esencia. Empezó a resurgir como un foco de cultura underground e internacional, hasta el punto de que los hipsters de todo el mundo querían alojarse allí.
El nuevo Raval
De esta forma, este barrio, que una vez fue sinónimo de prostitución y enfermedad, se ha reinventado como un crisol de culturas, donde conviven personas de diversas procedencias y se celebran las artes y la música emergentes, tiendas de segunda mano y locales cool.
A pesar de todo, se mantiene algo de esa esencia canalla, en el buen sentido del término. Locales como el Marsella, donde todavía se puede beber absenta donde lo hizo Picasso y Dalí, siguen en pie, como también bares de toda la vida que se convierten en escenarios para shows de drags y mucho más recuerdan que Barcelona y el Raval siguen siendo efervescentes y revolucionarios. Un testimonio de la capacidad de transformación y adaptación de un barrio que ha sabido reinventarse y encontrar su lugar en la Barcelona moderna.
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