Montaje de Luis Buñuel y la Farrusini

Montaje de Luis Buñuel y la Farrusini CRÓNICA GLOBAL

Historia

Así es la Farrusini: el cine itinerante catalán que conquistó a Luis Buñuel (y recordó en sus memorias)

Una barraca instalada en Zaragoza por parte de un empresario del ocio catalán fascinó al director de 'Viridiana'

18 marzo, 2024 20:00

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Los inicios del cine no fueron fáciles. Las cámaras costaban mucho dinero, eran pesadas y la exhibición de la película era complicada, pero en Cataluña hubo una persona que fue pionera a la hora de acercarla al público, Enric Farrús.

Gracias a él, personas como Luis Buñuel, el único director español ganador de la Palma de Oro de Cannes y el primero en alzarse con el Oscar a la mejor película extranjera, descubrieron el fantástico mundo del séptimo arte.

Un viaje de Barcelona a Zaragoza 

El cineasta de Teruel lo cuenta así en sus memorias, Mi último suspiro: “En 1908, siendo todavía un niño, descubrí el cine. El local se llamaba Farrucini. En realidad se llamaba Farrusini, un nombre que jugaba con el apellido del emprendedor catalán y sus orígenes italianos.

El empresario del ocio barcelonés acudió en 1908 con una especie de barraca a la exposición Hispanofrancesa que se celebraba en Zaragoza. Él contaba con los derechos de los Lumière para exhibir sus cortos y hacer los propios con el cinematógrafo cuando iba a las ciudades.

La primera vez de Buñuel 

El joven Buñuel, que por entonces no sabía qué era eso del cine, se acercó a la feria de muestras y quedó fascinado con el invento. Un cine ambulante que se vendía como lo que era, el invento que iba a revolucionar el entretenimiento del nuevo siglo.

La historia ha dado la razón a los que, como Farrús, así lo creía. Claro que sólo hace falta echar un vistazo cómo describe Buñuel su primer encuentro con ese cine ambulante para darse cuente de cuán impactante resultaba entre la población.

Las impresiones del director 

El aragonés a sus 82 años, aún parecía emocionarse al recordar cómo era la Farrusini. “Fuera, sobre una hermosa fachada con dos puertas, una de entrada y otra de salida, cinco autómatas de un organillo, provistos de instrumentos musicales, atraían bulliciosamente a los curiosos. En el interior de la barraca, cubierta por una simple lona, el público se sentaba en los bancos”, detalla.

De repente, un nuevo mundo se abría ante él. “Las primeras imágenes animadas que vi, y que me llenaron de admiración, fueron las de un cerdo”, recuerda, pero no era cualquier cerdo. “Era una película de dibujos”, matiza.

Las vidas de Buñuel, Coyne y Farrús 

Desde entonces, Buñuel apostaría por esa experiencia. Acudiría al Cine parlante Coyne, el lugar de exhibición y producción de películas que contaba con la licencia de uno de los primeros sistemas de cine sonoro, Chronophone Gaumont. Allí, el cineasta maño, vería las primeras filmaciones locales, pero también el cine de los Lumière con cintas como Viaje a la Luna, que también le fascinarían.

Por su parte, el catalán Enric Farrús, haría lo mismo con su negociado en Barcelona. Allí, en la avenida Paral·lel empezó a exhibir a principios del siglo XX protopelículas, rodadas con un invento metensmógrafo, aunque la competencia del cine, hizo que desde 1908, tras un periodo de crisis reabriera el local con el invento de los Lumière, dispuesto a fascinar a más catalanes, como lo hizo con Buñuel.